En el artículo pasado, dijimos que lo primero que se encuentra en la lectura es la acción, los sucesos, lo que pasa. Las primeras historias que se leen son lineales, o sea que siguen la norma clásica aristotélica de las unidades. Con el tiempo, en el campo de las historias, se puede entrar a los juegos de rompecabezas de hilos narrativos complicados, primero los facilones, como los de Vargas Llosa (La Tía Tula y el Escribidor) y luego los más complicados como Cortázar (Rayuela, el modelo para armar: bisbis bisbis).
Los juguetes primero se disfrutan y luego se rompen para extraerles el alma que los hace funcionar. El libro es un juguete más que sirve para lo mismo: primero se disfruta, se lee, y luego se rompe; se analiza, se descubre por qué produce determinados efectos en nosotros. Algunos se conforman con gozarlos y otros correrán la aventura intelectual de analizarlos. De todo hay en la viña del Señor.
Mas el juguete no se agota con las historias, ni con las ideas o ideologías que se esconden detrás de las historias, lo cual llamaríamos el fondo de la obra. En este campo, debemos recordar, que la palabra escrita es un símbolo, representa una realidad y que la historia misma no es más que la representación de una realidad vista por medio de los ojos de un autor. La ficción, por lo tanto, vendría a ser la representación de una realidad, no es tan ilusoria, como algunos afirman, porque en la ficción está dada la lucha cotidiana de toda la humanidad; todas las pasiones y todas las virtudes de los hombres son el campo de acción de la narrativa, de la epopeya; las aspiraciones se encuentran reflejadas en el lirismo de la poesía; la tragedia es el hombre frente al cosmos y la comedia es la capacidad de reírnos de nosotros mismos. La ficción no es mundo aparte de la realidad; por el contrario, es la realidad representada en muchos niveles.
Necesitamos representar a la realidad y a nosotros dentro de ella, porque eso alimenta nuestra propia conciencia de ser; en eso consiste nuestra racionalidad, en darle un sentido a nuestra vida, enriquecerla por medio de la reflexión. El animal recupera su racionalidad.
¿Que Sthephen Dádalus jamás existió? Eso díselo a otro porque para mí ya se convirtió en un paradigma a través del cual reconozco al mundo real. La maga anda por ahí, en las calles parisinas, y Aveleyra imaginando cómo construir un puente de tablones entre dos ventanas para llevarle café a su vecino. Como en alguna parte de México existirá algún indígena que esté buscando la forma en que le devuelvan el trono del imperio azteca. ¿Cómo se puede festejar el Day?s Bloom, si este personaje no existe? La razón es la misma al festejar la Navidad con el glamour de Santa Claus, cuando lo que debería de festejarse es el nacimiento de Cristo.
Muchos podrían creerse Carlos Bovary, y a cuántas Emas conocemos. El mundo de los personajes es el mundo de los hombres, de las mujeres, de las sociedades humanas. Es la lucha continua del bien contra el mal, del ying y del yang, el mundo dionisiaco en contra del mundo apolineo, del ser en contra del no ser. Esto es lo que produce la acción, la lucha de los contrarios. Sin la acción, el mundo de la literatura no podría existir, como tampoco puede existir la vida; tú luchas cotidianamente para lograr tus objetivos, para hacer salir adelante a tu familia. Te rodean los enemigos, de tu propia novela tú eres el personaje protagónico y te enfrentas a un antagónico, persona humana o institución; que día a día te levantes sabiendo que vencerás o que serás vencido; de que te darán una plaza o no te darán una plaza (El Proceso), de que sobrevivirás empresarialmente y la sociedad te dará tu importancia (La Rebelión de Atlas), de que lucharás en contra de las injusticias (Los Miserables, La Madre), de que intentarás demostrar que se puede vivir encima de toda Ley y de toda norma como el superhombre (Crimen y Castigo), de que puedes experimentar las más sublimes emociones (Nazarín, El Principito, Cartas al Buen Dios), de que te inclines por la humildad (Las Florecillas de San Francisco), la búsqueda de Dios (Santa Teresa, San Juan de la Cruz), de tu ser nacional (Whitman, López Velarde, Pellicer: trópico porque me diste los ojos llenos de color). Tú eres el personaje principal de las novelas; sin ti, la literatura no tiene sentido, ni la vida. Comentarios: jolhe@hotmail.com