Todas las palabras suenan; es decir, en ellas hay una sílaba acentuada y las demás son sin acento. En las monosílabas, la única sílaba que tienen es la acentuada.
Si traducimos lo anterior a lenguaje musical, podríamos decir que hay dos notas en las palabras: una fuerte y una débil. Se parecen a las percusiones que marcan los ritmos en la música. Hagamos de cuenta que utilizamos un bongo; dos notas. Las combinaciones que se pueden hacer son varias, a las más conocidas se les llama pie de verso.
Nota: da lo mismo si el acento es prosódico u ortográfico.
Distribuir una y una, comenzando con la fuerte; ejemplo: verde viento, verde rama.
Distribuir una y una comenzando con la débil: En lugar te vimos.
Distribuir una fuerte y dos débiles, comenzando con la fuerte: Déjalo, va con algún conocido.
La segunda sílaba es la primera fuerte: Anida en tu pecho el amor que te di.
La tercera sílaba es la primera fuerte: De las cosas que dicen de ti.
Distribuir tres débiles y una fuerte: La candelaria es en febrero.
Distribuir cinco débiles y una fuerte: Para que te lo sepas.
Con todas estas combinaciones se da el ritmo en la poesía; además de utilizar la rima, de la cual no hablaremos hoy. Los acentos, también nos sirven para darle ritmo a la prosa, haciendo coincidir lo que se dice, con la musicalidad del cómo se dice.
Si hablamos de ritmos, entonces podemos adivinar que algunos serán lentos y otros rápidos y que los ritmos lentos van más acorde con situaciones dramáticas líricas, melancólicas y que los ritmos rápidos van más acorde con la acción. Los ritmos lentos será donde se utilicen más sílabas átonas (sin acento) que tónicas (con acento) y los rápidos, al revés.
?Viene raudo, corre, burla, brinca, busca, ve, combina, toma, chuta, gol?.
Hasta para narrar un partido de fut hay que tener en cuenta la emotividad que nos ofrece el buen uso del lenguaje.
?Andrajosa le pide un centavo. Cree tenerlo. Fue engañada. La ilusión se le esfuma. Retornará la caminata sin sentido; mientras que el hambre pesa tanto; tierna infante ni una lágrima?.
He intentado imprimir un ritmo en el párrafo que vaya de acuerdo con la acción. Al principio comienzo con la combinación de dos átonas y una tónica. En las dos siguientes oraciones acelero el ritmo para subrayar la desesperación de recibir. Después, vuelvo al ritmo inicial y lo hago más melancólico con acentuación de cuarta y octava en la siguiente proposición. En la penúltima hago una combinación drástica de acentuar la primera parte en cuarta e inmediatamente después continúo con cada dos para aumentar el ritmo que al terminar en esdrújula me produce la sensación de soledad que busco, o de caída a un precipicio.
Esto, dirán algunos, es mucha técnica al escribir; pero cuando se escribe, o cuando se pinta, o cuando se hace música, de eso se trata, de aplicar una técnica para conseguir el efecto deseado. Los buenos autores no son buenos porque dicen cosas que nadie sabe, sino porque saben decir lo que todo mundo dice. Dominan el uso de las palabras y la estructura de las oraciones hasta su más mínimo aspecto.
Al acento hay que agregarle la sonoridad de las vocales que también podemos dividir en fuertes y débiles. Las fuertes: A, O, nos remiten a la contundencia, las medias como la E, nos sitúan en un equilibrio y las débiles: I, U, nos remiten a la fragilidad.
?Don Pancho bajó del monte?. Utilizando vocales fuertes y medias le doy contundencia a la acción de bajar.
?Mujer de sutil susurro?. Dominan las vocales débiles, me subraya la idea de fragilidad.
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