Hay veces que uno se pregunta qué tanto pesa el creador dentro de las decisiones que se toman, a nivel político, en el desarrollo cultural de la ciudad. Hasta ahora, a dos años y medio de un trienio que está por acabarse, no he visto que se nos convoque como creadores para planear algo dentro de nuestro campo. El estilo es el de quien no quiere soltar el timón por ya tener ideas establecidas de lo que debe de hacerse, en forma individual que cada quien pida y se le concederá y si no se le concede pues ni modo. Las prioridades no se sabe de qué dependa y las políticas, tampoco se sabe en qué experiencia estén fundamentadas.
Independientemente del patronato de festejos de los cien años, con todas sus derivaciones, que se han organizado, la vida cultural de una ciudad es diaria y los movimientos son continuos. Una cosa es que se cambien las personas que administran los puestos culturales y otra muy diferente es que cada tres años haya que comenzar de nuevo como si jamás se hubiera hecho nada, como si no se tuviera una experiencia o un siguiente paso a seguir.
Cada quien hablará como le va en la feria. Desde el punto de vista de la literatura es dar dos pasos hacia adelante y tres para atrás. La editorial del municipio no se puede profesionalizar; como dijéramos, cuajar, consolidar, a pesar de todos los títulos que se han publicado en los últimos quince años. Se confunde el imprimir un libro con editar un libro.
Para imprimir un libro basta mandarlo a una imprenta y al ahí se va; que más o menos salga sin importar las erratas que se cuelen porque hay que ahorrarse al diseñador, o al corrector de estilo. Después basta con alguna presentación y dejar que la buena suerte, o el taloneo del propio escritor lo promueva, lo venda, lo regale o lo distribuya. Si se vendió, bien, si no se vendió también, si tuvo crítica, si no la tuvo, si hay que reimprimirlo, distribuirlo, promocionarlo ya no son cosas que a nadie le interese. A fin de cuentas no pasa nada.
Antes había un consejo editorial integrado por escritores reconocidos y era una especie de tamiz que aseguraba la calidad de la obra. Eso dejó de existir. Si cambiaron a los consejeros, desconozco cuáles fueron las características que se pidió a los nuevos o si sus currículum superan a los de los anteriores. También desconozco en qué forma se elijan o cuál es el impedimento para que esa selección se haga en forma democrática.
Pero en fin, no importando lo de los consejeros, lo que sí es importante es seguir dando pasos que mejoren no sólo la calidad de los libros en todos sus aspectos, sino en pensar en la distribución, no sólo a nivel local, sino a nivel estatal.
¿Qué tan problemático puede ser para una institución cultural de Torreón ponerse de acuerdo con una de Saltillo o Monclova en intercambiar títulos para aprovechar canales de distribución que se establecieran en estas tres ciudades? Implicaría un poco de trabajo, pero en eso consiste editar. Lo mismo hacer un círculo de presentaciones, varias presentaciones, promover es hacer público, dar a conocer, en diferentes lugares. Si las instituciones municipales tienen contacto con las instituciones universitarias y escolares, establecer estos círculos no deberían de presentarse problemas. Hasta entre todas las instituciones podría establecerse un comité de selección que velara por la calidad de los escritores y las obras.
No, si nada cuesta soñar. Así como yo sueño, hay varios que sueñan y podrían proponer varias cosas más; y con la experiencia de todos, el hecho de editar libros sería más profesional. Pero para esto habría que reunirse para proponer, para escuchar propuestas y seleccionar las mejores o más viables; y no estar a expensas a que se le ocurra a uno y si no se le ocurre a ese uno ya no se le ocurrió a nadie.
Así en todos los campos, con las experiencias de quienes laboran en cada campo. Bueno eso digo yo.
JOLHE@hotmail.com
