Se nos antojaría pensar que todas las novelas, los poemas, las obras dramáticas, los ensayos, son iguales; que da lo mismo una novela del siglo XVII a una del XX, un romance español del siglo XIV a un poema de Mayarmé; pero no, la obra literaria se incrusta en el tiempo y en el espacio; es el eco de ese tiempo y ese espacio que llega hasta nosotros por las rutas del subjetivismo. Son las voces autorales que desde allá nos hablan; y a nosotros nos sirve para entender un poco más la historia; el proceso mediante el cual hemos llegado a ser lo que somos.
La literatura es la historia subjetiva del mundo; es el complemento de la historia científica que todo lo prueba con el documento y con el monumento. Es el acercamiento a la individualidad, a una individualidad que nos interpreta, por medio de una ficción, en el plano de lo simbólico, un tiempo determinado. Nos dice aquellas cosas que el historiador no nos puede contar. Nos comunica con las pasiones humanas de los hombres, que a fin de cuentas hacen la historia.
No es lo mismo que un historiador nos cuente el intento de Napoleón por conquistar Rusia a leer La Guerra y la Paz de Tolstoi. No es lo mismo leer sobre la independencia de México, a sentir la situación del país en esa época a través del Periquillo Sarmiento de Fernández de Lizardi. No es lo mismo que te cuenten sobre las dictaduras latinoamericanas del siglo XIX a leer Yo, el Supremo de Roa Bastos. No es lo mismo el dato frío, estadístico, a enfrentarte al conflicto humano que los autores reproducen en este laboratorio llamado literatura.
Este laboratorio nos dice más que la situación histórica, nos habla sobre la condición humana; del hombre de ayer, del hombre de hoy, del hombre de siempre, del hombre de arriba, del hombre de abajo, del hombre del clóset, del hombre libre, de las utopías del hombre, del absurdo del hombre, del futuro del hombre, del hombre, del hombre. Nos enseña lo que ninguna escuela nos puede enseñar sobre nosotros mismos. Los personajes somos nosotros; su sicología, la nuestra, las situaciones son nuestras situaciones, los conflictos son nuestros conflictos.
Como la literatura nos habla en el tiempo, es necesario entender que las voces en el tiempo son subjetivas, que hay corrientes literarias producidas por los conflictos y aspiraciones de las sociedades en un tiempo determinado. Necesitamos ser conscientes de los filtros por medio de los cuales se nos presentan las cosas. De esta manera le sacaremos mayor provecho a nuestras lecturas.
Para empezar, hay dos extremos que están en constante conflicto dentro del fenómeno literario; en esta esquina, la racionalidad que busca la perfección en todo. En la otra esquina, lo emocional que cultiva el sentimiento y fustiga la norma. A lo largo de la historia han luchado por prevalecer; algunas veces triunfa uno, otras veces, el otro. Literatura racional: el barroco, el clasicismo. Literatura emocional, el romanticismo. Se explican por su tiempo. Es curioso; la racionalidad surge cuando la sociedad vive en un proceso de decadencia, como tabla de salvación; lo emocional, cuando la sociedad quiere engañarse a vivir un estado de perfecta armonía. La relación entre ambas esquinas es dialéctica. También existen las obras que podemos situar en el punto medio, las obras racionales emotivas; que para mi gusto personal sería acercarse a la perfección literaria.
Hay un error en la crítica literaria que produce en las dos esquinas antes mencionadas: el desprecio por lo que se realiza en la otra parte. El racional, le quita todo valor a la obra literaria que no concuerda con las normas de calidad que éste propone; pero es precisamente este tipo de creaciones las que forman la escalera para llegar a la cúspide de su proposición. El emocional menosprecia la obra racional como producto de un elitismo amenazador.
Los dos puntos de vista no pasan de ser poses; vanidad ridícula que acaba con la mitad necesaria del fenómeno literario. La literatura es todo. El buen lector lee de todo, se enriquece con todo.
Obvio que existe lo malo en cada género; pero la obra se analiza en su género, no fuera de él.
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