El buen arte impacta a nivel de los significados estructurales. El buen artista es aquél que rejuvenece los elementos con los cuales trabaja y les da su toque personal. Quienes sobresalen en la historia del arte, tienen un estilo propio inconfundible son la cúspide de los caminos, los hitos de la historia.
Inconfundible resulta Dalí por más loco que nos parezca. Inconfundible resultan Joyce, Proust, Faulkner. Inconfundible es Gershwin. En su obra, se abre el universo. Es una manera muy particular de utilizar los elementos que todo mundo utiliza. Inconfundibles son, también: Miguel Ángel, Da Vinci, Bach, Mozart, Cervantes, Shakespeare, Gongora y Quevedo. Son los escalones que nos muestran los hitos importantes que han ido construyendo nuestra civilización.
En cada uno de los artistas mencionados hay una gramática propia de la cual, seguramente, se ha escrito mucho para desentrañarla y entenderla. Este entendimiento se basa en la vida del propio artista. Yo siempre afirmo que la mayoría de los artistas que han llegado a ser grande, tiene cierto grado de inadaptación social y eso mismo los lleva a buscar una nueva manera de estructurar su mundo, de hacerlo a su manera. El que está bien con la vida, quien se conforma con su cotidianeidad poca necesidad tiene del arte, su visión puede reducirse al aquí y al ahora donde es feliz. El arte, en este tipo de personas, puede cumplir la función de bonito o ser parte del glamour, mas nunca llega a conmoverle.
Pero cuidado, por eso mismo resulta muy fácil caer en manos de los charlatanes, quienes simplemente emulan los signos externos de las modas del arte sin que existe un razonamiento profundo y sobre todo novedoso en su propuesta. Se pinta abstracto porque todo mundo pinta abstracto, se escribe verso libre porque todo mundo escribe verso libre. Se rompe la narración lineal porque todo mundo lo hace. Se usan las palabras disonantes porque eso asusta a la gente, ¡uy! La sinceridad brilla por su ausencia lo que importa es el efecto que produce la mala copia, la mercadotecnia del producto sin valor que no pasa de ser una forma de apantallar.
¿Cómo distinguir a un verdadero artista de quien no lo es? Éste es un camino que no está exento de riesgos. Tenemos que recordar que aún en la sociedad griegas existían los sofistas y que el mismo Platón fue condenado por la mala influencia que se suponía era para la juventud. El trabajo resulta mucho más difícil cuando no se tienen elementos a partir de los cuales se pueda juzgar el arte. Una deficiente educación no te enseña como mirar un cuarto, como escuchar una obra musical, como leer un libro; sobre todo no te enseña la historia de las búsquedas en el arte. De esto mismo se aprovechan los charlatanes. Los lienzos de cuadritos y rayitas, de puntitos o texturas bien dispuestas se acomodan en las galerías; pero, ¿cuándo dejan de ser cuadros decorativos para convertirse en obras que conmuevan?
Uno como espectador es la medida y como espectador debes prepararte para serlo. Es cierto que el arte conmueve sin más explicaciones y que no tienes que saber nada para sentir sus efectos. Pero entre más conocimientos poseas, mejor preparado estarás para no dejarte engañar por tanta charlatanería.
Esto es un campo que debería de interesarle a los propios creadores, el educativo. Cómo pretender que la gente comprenda la modernidad si no tiene medios para tener un panorama general del arte. Cómo apreciar una obra que supone esfuerzo intelectual cuando no se ha podido apreciar obras de caballete. Eso está en chino.
En este campo existe un gran vacío que a estas alturas es necesario llenar. Las galerías, los teatros, las instituciones culturales deberían de fomentar más cursos de apreciación. La sensibilidad de las personas puede cultivarse, con el exclusivo fin de hacerlos más humanos.
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