¿Considera usted que sus hijos conocen lo que nuestra nación ha producido en el campo de la música, de la artesanía, el baile y otras expresiones de origen popular? ¿Considera usted que sus hijos conocen en qué consiste una mayordomía? ¿Alguna vez sus hijos se han interesado en ir a conocer las fiestas de nuestro pueblo? ¿Sabrán cómo se fabrican los tapetes de aserrín o de flores?
¿Saben el significado de un árbol de la vida? ¿Se interesarían por obtener una pieza de telar de cintura? ¿Sabrán que en el Norte predominó la redoba? La mayoría de estas preguntas habrá que responderlas en forma negativa. ¿Cómo van a conocer todo esto si no tienen los medios para hacerla? Al parecer, la modernidad significa perder nuestros rasgos culturales para adoptar unos más generalizados que supuestamente significan civilización, según los intereses económicos de un grupo de comerciantes, o de lo que llaman la ?hegemonía?.
Hemos olvidado la marimba y lo que ésta significó para los estados de Chiapas y Veracruz. La modernidad son los Kumbia King?s, el tex mex y todos los demás subproductos chatarra de los medios que solamente utilizamos como huida de una realidad que nos es adversa. La música es ruido con letras insulsas. Algunas hasta llegan a ser ofensivas para el intelecto humano. Todos los bailes alzan la patita y mueven la cajita. El chiste es que la banalidad produzca beneficios. Si la poesía se desprendió de la música, ésta se la puede vivir muy bien sin ella. Para componer, ni siquiera hay que saber música. Para cantar no se hace necesaria la voz, el rap resolvió el problema. Cualquier manifestación artística que puede haber comenzado como protesta, los medios pueden moldearla a sus intereses.
En este mundo feliz lo que importa es la fiesta, a donde el intelecto humano duerma su capacidad de pensar.
La bamba, las chiapanecas, el zapateado, pasarán a mejor vida. Para el baile ni siquiera se necesita saber; sólo salta; el baile como extensión de una jornada de ejercicios para mantener la figura.
¿Acaso la modernidad significa bajar la calidad de vida de las personas? Según parece, alimentar el cuerpo con comida rápida y el espíritu con el producto mediático. Que nada distraiga al principal oficio del hombre, producir, generar riquezas, ventas, consumo, producto desechable para que el deseo subsista, el hambre subsista, el vacío subsista. Una insatisfacción continua produce un consumo continuo.
La cultura popular lleva el peor de los papeles en esta lucha por sobrevivir. Es más fácil importar productos mediáticos, que desarrollar nuestras propias expresiones en ese campo (las telenovelas no son más que adaptación de los folletines del siglo XIX de Francia y España). Las autoridades ni siquiera se meten en la protección de nuestras maneras propias de expresión. Se hacen leyes para protegernos de la drogadicción, del tabaquismo, del alcoholismo, de otros ismos, pero los medios han podido evadir todo tipo de control en cuanto a la calidad de contenidos. ¡Libertad! La misma piden los traficantes de drogas, las fábricas de cigarrillos, la industria del pomo. Hasta dónde llega la libertad; hasta dónde el Estado puede intervenir para el control de esa libertad. Todo es cuestión de las políticas legales y culturales. La norma no nace de la nada, la norma nace, insisto, de un sistema ideológico. El tema cultural no se reduce a ofrecer espectáculos al pueblo (circo romano). Es algo mucho más profundo, es recuperar nuestro sentido como nación, como personas humanas, como seres.
Capaces de sentir orgullo por lo que produce, su música, sus bailes, su literatura, su pintura; sentir orgullo por poderse definir como alguien que vale por haber encontrado caminos que otros no han encontrado: el mole poblano, la cochinita pibil, el mole verde, los tamales, el champurrado, el pescado blanco de Pátzcuaro, los panuchos, la panadería mexicana, las tehuanas, las chinas poblanas, la marimba, el arpa en la música popular, el bolero, el huapango. ¿Quién va a proteger todo esto? ¿El político que se hace publicidad con los Kumbia King?s? El legislador que deja pasar las cosas. Posiblemente lo cultural no interese. Si eso no interesa, nada tiene interés, porque nada tiene valor.