En los últimos años, ha surgido por ahí una figura que parece pasar desapercibida, o quisiera pasar desapercibida en el horizonte cultural de Torreón; el de promotor cultural. Como su nombre lo indica, sería aquella persona que se encarga de promover actividades culturales y que labora dentro de las instituciones que se dedican a lo mismo. Siguiendo el hilo de pensamiento, sus objetivos podrían estar perfectamente definidos y se podría valorar si éstos se logran o no, por una parte, o si el sueldo devengado por la función que se ejerce es la apropiada o no.
Perdón, debo de hacer aclaraciones pertinentes: primero; me interesa analizar la función del promotor cultural que cobra, sobre todo, por ejercer un puesto público. Segundo, me interesa analizar las cualidades que dicha persona debiera de tener dependiendo de la función que ejerce. El motivo de las dos aclaraciones anteriores es que pienso que, a estas alturas, debiera legislarse la forma de acceder al puesto. Así como no cualquiera puede ser médico, pienso que no cualquiera puede ser muchas profesiones más que de repente alguien es, por un buen sueldo que se cobra, y porque un dedo te coloca en un lugar que está creado para lograr un fin.
Vámonos despacio para no confundirnos. Considero promotor cultural a un director de museo, a un director de teatro, a un director de una de las instituciones culturales o a un director de una radio cultural. Las instituciones antes mencionadas se fundan, o se hacen con una finalidad. Para cumplir esa finalidad las personas que las dirigen, a su vez, deben de contar con ciertas cualidades y pasar, sobre todo, por un proceso de aprendizaje que las capacite para ejercer determinado puesto.
Lo cierto es que de repente nos encontramos en un puesto a alguien del que tenemos escasas referencias. La pregunta que todo mundo se hace es ¿cómo llegó ahí? Aunque pareciera extraño, a veces alguien declara que una persona de las que hablamos, ¡está aprendiendo!, como si en la ciudad o en la región no hubiera gente capacitada para ejercer dichos puestos.
Un museo tiene una finalidad didáctica: o, ¿cuál es la función de un museo? Ahora bien, para llegar a realizar esa función, ¿cuáles son las cualidades que debiera de tener su director? ¿Qué tipo de conocimientos o de habilidades? ¿Por qué proceso debiera de haber pasado antes de ocupar un nivel donde sus decisiones van a afectar a la institución que dirige e indirectamente a la comunidad en general?
¿Basta con ser administrador? ¿La dirección de un museo presupone la pura administración o hace falta otro tipo de conocimientos y habilidades que la persona debiera de tener para ocuparse de las funciones que hablamos?
También podríamos analizar si los museos de Torreón, para no hablar de otras instituciones, son de mínima importancia; para no decirlo de otra forma, un mero remedo de lo que debiera de ser un museo y como no hay nadie con capacidades suficientes para atenderlo, se acude a alguna persona de buena voluntad para que lo haga, lo mejor que se pueda, mientras la institución crece y se profesionaliza el puesto.
Si no aclaramos éstas y otras preguntas, se puede dejar el buen funcionamiento de las instituciones de la ciudad a la deriva. A lo mejor me equivoco y no pasan de ser beneficencia social para un grupo de privilegiados; y entonces nada tendría que ver con cumplir un objetivo, sino con ayudar simplemente a los amigos. Esta última hipótesis creo que debiéramos descartarla.
Las instituciones surgen porque son necesarias porque tienen que cumplir con una función y para que la cumpla debe de procurarse poner a la cabeza a alguien con las capacidades suficientes para que lo haga; sobre todo alguien que pudiera especificar, avalado por una experiencia, lo que debe de hacerse para mejorar el servicio que la institución da y que la ciudadanía paga.
Por eso debe legislarse.
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