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Enseñanza sin sentido de trascendencia

Juan de la Borbolla

Una postura propia del siglo XIX ya superada por la moderna concepción de los derechos humanos, es la relativa a que los ámbitos de la religión y de la escuela y más específicamente la universidad, no son compatibles.

Esta tesis estuvo fundada en el movimiento enciclopédico y liberalista que planteó como ideal supuestamente cientificista una especie de agnosticismo o de indiferentismo religioso, considerando que la creencia en una divinidad sobre todo cristiana y más específicamente católica, y la sujeción de la propia inteligencia y voluntad a las verdades reveladas, y a la moral derivada de dichas creencias, afectaba la libertad de la conciencia personal.

Esa supuesta incompatibilidad olvida que el origen mismo de la universidad se da a iniciativa de obispos o superiores de órdenes religiosas quienes fundan, anexo a escuelas catedralicias o monasterios, los primeros centros de estudios generales no eclesiásticos y que por ese carácter de universalidad en los conocimientos y en la visión de la vida que buscan crear en los estudiantes, se transforman terminológicamente en la Universitas. Aquellos que sostienen que existe incompatibilidad entre la universidad y una definida visión religiosa, lo hacen muchas veces de buena fe, argumentando que los métodos utilizados para el conocimiento de los principios básicos de la ciencia, tienen forzosamente que ser distintos que el que se utiliza para asumir los dogmas de tipo religioso.

Aunque también lo han hecho enemigos declarados de la religión a los cuales les duele inclusive ver cualquier símbolo religioso en la vida pública y por ende también en el aula de clase.

El racionalismo y el empirismo ampliamente desarrollados en los albores de la Edad Moderna, y la tecnocracia reinante hoy en día han traído consigo indudablemente el progreso pasmoso de las ciencias positivas y a partir de ahí, el enorme desarrollo tecnológico que se ha operado en los últimos tiempos, pero también trajo como consecuencia una crisis profunda en el ámbito de ciencias especulativas, filosóficas, humanísticas y estéticas, lo cual se manifiesta claramente en esta crisis postmoderna donde se plantea un hartazgo, respecto de los bienes materiales que la ciencia y la tecnología han estado en la posibilidad de proporcionarnos y un subjetivismo y relativismo en el ámbito de los valores y de los principios al no poderse sustentar en criterios ontológicos; problema que trasciende el ámbito eminentemente conceptual.

Ante este hartazgo muchos jóvenes postmodernos buscan evadirse de esa realidad, desarrollando actitudes que se acercan al cinismo, en tanto que otros han procurado regresar al cultivo de una espiritualidad muchas veces encauzada hacia alguno de los múltiples movimientos conocidos en general como New Age que intentan la simbiosis entre creencias milenarias orientalistas y métodos de meditación trascendente, cosmologías, astrologías, ecologismos exacerbados, metafísicas mal entendidas, hedonismos superlativos y a veces hasta satanismos, todo ello sazonado en una cosmovisión sin compromiso con una moral de origen religioso que plantea deberes y también derechos; preceptos de amor a la divinidad pero también al prójimo coadyuvado con ello al orden social.

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