EL UNIVERSAL-AEE
SANTIAGO DE CHILE.- El candidato del derechista Renovación Nacional, Sebastián Piñera, un empresario multimillonario que ocupa el segundo lugar en las encuestas de intención de voto, se dirigió ante unas tres mil personas reunidas en la populosa municipalidad de Puente Alto, en su cierre de campaña. Por su parte, el abanderado de la también derechista Unión Demócrata Independiente (UDI) de Chile, Joaquín Lavín, proclamó ante miles de seguidores reunidos en Santiago que ganará los comicios de hoy y será el próximo mandatario del país.
En esta campaña presidencial la gran favorita ha sido la candidata oficialista Michelle Bachelet. Sin embargo, según los sondeos, el presidente Ricardo Lagos ganaría las elecciones con poco menos de 60 por ciento, si tan sólo la Constitución chilena permitiera la reelección.
Sin lugar a dudas, la gestión de Lagos impregnó toda la campaña electoral, tanto en la oficialista Concertación Democrática de Bachelet como en las dos variantes de la derechista Alianza por Chile, representada por Piñera y Lavín. A tal punto, que sobre los aciertos y los errores del Gobierno es que los tres candidatos apoyaron su discurso y su caza de votos.
Las cifras económicas hablan por sí sólas y son festejadas hasta por la derecha. En términos sociales, Chile logró reducir los niveles de pobreza de 48 a 16 por ciento en estos tres lustros, pero la deuda social de este Gobierno, sigue siendo grande y es ahí donde la derecha trabaja para tratar de arrebatar votos al oficialismo. Tanto Lavín como Piñera propusieron políticas sociales, incluso al precio de ser calificados de “demagogos” por Lagos.
Tanto la izquierda como la derecha ven estos comicios como los más importantes desde el advenimiento semidemocrático. La Oposición necesita demostrar, en medio de la “guerra” entre ambos candidatos, que es capaz de desprenderse de la rémora del pinochetismo. Una estrategia que Piñera puso a funcionar y que le dio excelentes dividendos hasta convertirlo en “la estrella de la campaña”. Tanto él como Lavín ya acordaron apoyos mutuos para una segunda vuelta, que al igual que en el 99, se perfila más que reñida.
Por el lado de Michelle Bachelet, la cosa parece mucho más difícil en términos de una hipotética futura gestión. “Humanizar el modelo” es una de las frases que los asesores pusieron en boca de la candidata. Un modelo que el socialismo, atado a la Concertación, no discutió jamás, aun cuando el diseño quedara bien a los tecnócratas de la dictadura.
Las cartas parecen echadas. La derecha se desdobló en dos candidaturas y cree que así podrá arrebatar el poder a la Concertación. La centroizquierda, en cambio, intenta hacer valer la ventaja y la excelente gestión de Lagos festejada hasta los empresarios. Todo parece muy parejo y muy similar al 99 en la contienda. Hasta la existencia de un árbitro en la izquierda, a través de la candidatura del comunista Tomás Hirchs, que también se juega algo: alcanzar diez por ciento que le permita llegar al Parlamento por primera vez desde 1973, y saber si, como hace seis años, podrá volver a volcar la balanza hacia la Concertación la segunda vuelta.