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WASHINGTON, EU.- El juez Thomas Hogan sentenció ayer a la periodista de The New York Times, Judith Miller, a cuatro meses de prisión por rehusarse a revelar la identidad del funcionario que le informó sobre un agente de la CIA.
Hogan sostuvo que ningún periodista está por encima de la Ley y que la fuente que encubre Miller probablemente cometió un crimen en caso de haber revelado deliberadamente en 2003 que Valerie Plame era una agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).
Visiblemente nerviosa, Miller rechazó sentirse por encima de la Ley y argumentó que el pacto de confidencialidad con su fuente es clave para el funcionamiento del periodismo y éste para la vitalidad de la democracia.
?Si no se puede confiar en los periodistas para que garanticen confidencialidad, entonces los periodistas no pueden funcionar y no puede haber una prensa libre?, dijo la periodista hablando con voz baja.
?Quiero asegurarle que no estoy por encima de la Ley y no me veo por encima de la Ley?, remató.
Hogan, quien mantuvo a Miller libre durante todo el proceso de apelaciones que llegó hasta la Suprema Corte de Justicia, la cual rechazó escuchar el caso, señaló sin embargo que el caso de Plame no equivale al de una fuente que revela actos de buena fe.
En este caso no estamos hablando de alguien que alerta sobre problemas en una central nuclear sino de alguien que potencialmente cometió un crimen, señaló el juez. Y en este caso los periodistas son actores en la comisión de un crimen.
La filtración del nombre de Plame ocurrió luego que el esposo de ésta, el ex embajador Joseph Wilson, criticó en The New York Times una de las justificaciones de la administración del presidente George W. Bush para lanzar la guerra contra Irak.
Wilson cuestionó la veracidad de la acusación de que el régimen de Saddam Hussein buscó adquirir uranio de Nigeria. Poco después del artículo, el columnista Bob Novak reveló que Plame era agente encubierta de la CIA.
Bajo la Ley estadounidense es un crimen que un funcionario con información privilegiada divulgue deliberadamente la identidad de un agente encubierto.
Entre los periodistas que investigaron el asunto están Cooper de Time, Walter Pincus y Glenn Kessler de The Washington Post y Miller. Ninguno de los tres, ni Novak, enfrentan cárcel, sólo Miller quien paradójicamente no publicó la historia.
En Estados Unidos (EU), revelar ?a sabiendas? la identidad de un agente secreto es un delito federal, pero como no se sabe quién fue la fuente y cuáles fueron sus intenciones -pese a los dos años de pesquisas- todavía no se ha podido determinar si existe o no un crimen.
Docenas de organizaciones contemplan con preocupación las repercusiones de un caso que, según dicen, pone en peligro el libre flujo de información y envía el mensaje equivocado.