Todas las luces se apagan y un solo haz luminoso se proyecta al infinito; el público guarda un silencio que se aprisiona en la garganta pero está listo para convertirse en alarido; de la banda de música sólo el redoble del tambor se escucha y todos los ojos miran hacia arriba, exactamente donde se ubica, a seis metros arriba del suelo, el equilibrista, a punto de iniciar su número.
El artista avanza con paso firme aunque lento pues sus pies tienen como único apoyo una cuerda; lo erguido de su cuerpo se debe también al trabajo que genera el sostener una pértiga que con su bamboleo hace lucir más peligroso y espectacular el número.
La mirada del actor está fija en la meta, al otro lado de donde salió caminando y la cual es la salvación y consumación de una suerte a la que saludará una lluvia de aplausos y un suspiro de alivio por parte de la multitud ahí congregada.
El equilibrista sabe, está plenamente consciente, que una vez iniciado el camino sólo dos salidas le esperan: el triunfo o la muerte, por ello es el número más esperado por el público.
En el futbol se presenta un caso similar de peligroso equilibrismo y está encarnado en el director técnico, a quien espera la gloria de la victoria o la vergüenza de la guillotina y para el que no hay paciencia que valga.
En el actual campeonato de Liga ya han rodado varias cabezas pero hay otros equilibristas que en este preciso momento están paralizados por el terror, exactamente a la mitad del camino, sin saber si avanzar o regresarse, con la boca seca y el sudor empapando su cuerpo.
El primero de ellos es un viejo lobo de mar, gran jugador en su tiempo y al que se le han acabado las ideas. Su nombre, Carlos Reinoso y es el entrenador del San Luis. El cuadro potosino está recién ascendido y su problema porcentual tiene a sus directivos altamente preocupados, además que ni siquiera en casa están ganando partidos.
Otro técnico en capilla es Eduardo Acevedo, de Tecos, a quien el destino y las desatenciones de la defensiva de los Jaguares de Chiapas le alargaron la agonía. Resulta que perdían por tres y en tiempo de compensación sacaron el empate de la selva chiapaneca, aunque creo que el cese del uruguayo es crónica de una muerte anunciada.
Otro equipo con problemas de descenso son los Dorados de Sinaloa, quienes apostaron por traer a un poeta desconocedor del medio y así les ha ido. Vuelven a perder en casa y la brújula apunta para todas direcciones.
Si de decisiones viscerales se trata, ninguna como la contratación del vasco Jabier Askargorta con el Guadalajara y de ninguna manera ha funcionado.
No ha podido hilvanar una racha ganadora, le falta convencer a su público y es abucheado en cada juego en el Jalisco. Algo deberá sacar del sombrero el bigotón si no quiere salir por la puerta de atrás. Habrá que estar atentos para saber quién de estos equilibristas acaba en el suelo, humillado y solo.