Obligan a formar filas desde en la madrugada para lograr una ficha de registro
Las horas pasan y la espera es larga. Los niños comienzan a inquietarse, corren en el diminuto estacionamiento mientras los autobuses del transporte público pasan a toda velocidad por la avenida 20 de noviembre casi esquina con Regato. Algunas personas están sentadas, otras de pie, lo cierto es que a las diez de la mañana el estómago comienza a pedir alimento.
Y sobre todo, el cansancio se hace presente. No es fácil quedarse a dormir toda la noche para ser de los primeros en ser atendidos o bien llegar en la madrugada. Pero la necesidad es mucha y las fichas pocas, así que no queda más remedio.
Cuando la enfermedad aqueja el cuerpo y no se tienen los recursos para hacerle frente, la desesperanza y las deudas se hacen presentes. Por eso, un importante número de duranguenses se dan cita para afiliarse al Seguro Popular.
Sin conocerse, tienen en común el deseo de contar con un respaldo al momento de enfermarse; que el dolor que aqueja a su cuerpo no termine con la economía de la familia.
María Teresa Valles Retana llegó al módulo de afiliación a las seis de la mañana. Pero su arribo a tan temprana hora le mereció la ficha 31; por lo tanto, con una espera de cuatro horas, todavía no terminaba sus trámites.
Comenta que su marido es albañil, gana 500 pesos a la semana. No siempre tiene trabajo, su labores son eventuales, así que su situación financiera es complicada.
Es una joven de 20 años y con seis meses de gestación. Espera a su segundo hijo y quiere contar con el Seguro Popular para tener un mejor control de su embarazo, ya que hasta el momento carece de una supervisión periódica.
Cuenta que su primogénito murió. El bebé nació con un padecimiento en el hígado. Sobrevivió dos años, pero en todo ese lapso sus visitas a los médicos y hospitales fueron permanentes.
La señora establece que en la lucha de aliviar a su vástago pidió dinero prestado para solventar los múltiples gastos. Narra que en su peregrinar por salvarle la vida estuvo en todos los sanatorios posibles: Hospital General, Hospital Municipal del Niño e incluso varias clínicas particulares.
Estudios médicos que llegaban a costarle hasta tres mil pesos eran comunes. De allí que con el apoyo de sus parientes obtuviera el capital para saldar estos egresos. Al final, los esfuerzos no dieron el resultado deseado y la muerte del pequeño fue inevitable.
Pero ahora tiene otra ilusión. Un nuevo ser crece en su vientre y le espera con alegría. No obstante, tiene miedo de que haya complicaciones, por eso le urge acceder a este esquema de salud.
Virginia Sánchez Caballero, vecina de la colonia Lucio Cabañas, también siente una gran incertidumbre al momento de que las enfermedades se hacen presentes. Es madre de dos niñas, una tiene 11 años de edad y otra tres.
Para ganar el sustento diario lava y plancha ropa ajena, además de otras actividades. Dos veces a la semana se desempeña como empleada doméstica y le dan 100 pesos por cada jornada. Su niña mayor tiene problemas auditivos y retraso mental. Ella explica que tuvo dificultades en el parto y las secuelas se hicieron presentes en la recién nacida.
La vida no ha sido sencilla para Virginia y su descendencia. Pensó que su existencia cambiaría al momento de casarse nuevamente, pero poco duró la felicidad. Un día, al regresar de la tienda encontró a su hija mayor con la boca lastimada, con algunos moretones.
Camino de la escuela le preguntó qué había pasado y la niña reveló que su padrastro la atacó. Posteriormente, las autoridades corroboraron que sufrió de abuso sexual. No obstante, el culpable pagó una fianza de cuatro mil pesos y salió libre.
Virginia no cree en la justicia con ese antecedente. Dejó al abusador y partir de ese instante se ha hecho cargo de su hogar. Sentada al lado de María Teresa, esperaba que fuera su turno, con la esperanza de que si le daban el Seguro Popular el futuro sería menos gravoso, por lo menos, cuando se enferme.
DESAVENENCIAS
El módulo de afiliación del Seguro Popular ubicado en 20 de noviembre casi esquina con Regato labora de las 8:00 horas hasta las tres de la tarde. Debido a la demanda, hay algunas personas que llegan a dormir al lugar o madrugan para ser de los primeros en la fila.
Los testimonios de las personas aseguraban que sólo dan 35 fichas al día para la afiliación; en contraparte, Mario Marín Malacara, responsable del módulo, asevera que en promedio se atienden a más de 50 familias, incluyendo a la gente de la tercera edad o con capacidades diferentes.
Manifiesta que por cuestiones del sistema están imposibilitados de incorporar a más ciudadanos y que esta segunda fase de afiliación concluirá el próximo 8 de julio del año en curso. Calcula que hasta el momento tienen afiliados a más de 800 familias.