Es Navidad, Navidad significa nacer, nacimiento, transformación, esperanza. ¿Quién nace? Jesús nace, nacemos nosotros a otra vida. Una vida nueva. Estrenar vida es un oasis en medio del desierto. Aún en medio de la pobreza, del dolor, de la guerra y la violencia, de la soledad podemos celebrar el nacimiento de Cristo.
Navidad es tener una nueva mirada, un canto nuevo que brote desde el fondo de nuestra entraña. Vida nueva como la del niño indefenso, nacido una noche fría en el portal de un establo. Un niño desnudo, desposeído, frágil.
Su madre lo envuelve en unas cuantas mantas. Su padre lo mira. Una vaca y un burro que andan por ahí, lo acompañan, le dan su calor. La imagen de unos padres y su pequeño hijo ha llegado hasta nosotros y ha trascendido de generación en generación como el anuncio de una nueva vida. Jesús nació en un pueblecito del oriente medio, en Belén. En medio de la pobreza, con limitaciones.
Una gran estrella en el cielo anuncia a un grupo de hombres rudos, hombres del campo, cuál es el camino para llegar a Belén. La estrella es una señal que aún ahora hay que buscar para no perdernos en el bullicio y el ruido de un mundo sacudido por el materialismo. Una señal que nos dice “no teman”, tengan confianza. Esperen, caminen. Vayamos a Belén, al Belén que cada uno lleva en su interior.
Buena falta nos hace en esta Navidad. En una sociedad, donde para muchos Navidad es comprar, consumir, abarrotar las tiendas.
Los comercios se llenan de gente que a todas prisas compra y compra. Hay para todos los bolsillos. Andamos tan ocupados gastando, tan metidos en la vorágine, en la inercia que le damos poco tiempo a la reflexión sobre el acontecimiento cumbre de los cristianos. El Niño, Cristo nace.
El Centro hierve. La Alianza, los mercados, la Hidalgo, los centros comerciales, las tiendas de autoservicio cargadas de mercancía. La consigna es comprar. Comida, dulces, ropa, juguetes, muebles, regalos, lo que sea, pero comprar. Algo nos dice que nos detengamos, tomemos aire, escuchemos. Para recordar lo que celebramos.
Las compras nos devoran, nos tragan, nos pierden en el tumulto y el ruido estruendoso de las canciones de Navidad. Pero la música del corazón, a veces es inaudible, si no hacemos silencio no la podemos escuchar.
Nos volvemos esclavos del consumismo, del mercado. Si no compramos el mejor regalo a los hijos, el más caro, el más moderno, nos sentimos culpables.
Hay tregua navideña, que bueno porque así no pensamos en candidatos. Ni en los que se van, ni los que llegan. Lo único que importa ahora es comprar, gastar los ahorros, el aguinaldo, la quincena. Todo lo que caiga por estos días.
De renacer ni quien nos acordemos.
Deseo que esta noche tengamos un respiro, un minuto, tal vez un segundo. Un momento para permitir que la luz llegue a nuestros corazones, los ilumine para ver el camino que viene. Respiremos hondo, expiremos el aire despacio, lento, repasemos el año, miremos la alegría de los niños, busquemos tocar nuestro centro, nuestro corazón y pidamos perdón con humildad. La humildad con la que el niño Jesús llegó al mundo.
Deseo que el universo entero escuche la música del corazón, la que nos une como seres humanos, la que nos transforma. Deseo que seamos capaces de derribar muros, los interiores y los exteriores, los que nos separan del otro y de los otros. Deseo que renazca la esperanza en una humanidad nueva. Deseo que nuestro país sea mejor cada día.
Estoy segura que nuestros ojos brillarán como dos estrellas que refulgen, que el amor nos cobijará, nos dará calor y el milagro hará que nos reconciliemos con la vida. El misterio nos mostrará el camino. El amor dará cobijo al Niño. Habremos renacido.
La sonrisa y la paz se albergarán en nuestros corazones.
Feliz Navidad.
garzara1@prodigy.net.mx