La vida es un tejido de tristezas y alegrías. Todos, en lo individual, hemos vivido momentos de gran felicidad y pasado por crisis de infelicidad y dolor. Pero a veces ocurren cosas que nos unen y sacuden colectivamente, desde el triunfo de un equipo favorito o una enorme tragedia, como la ocurrida el pasado 26 de diciembre en Asia.
Las terribles imágenes de total destrucción indudablemente nos han conmovido y la magnitud de la tragedia, por lo menos en lo personal, me deja un mensaje clarísimo: el hombre, a pesar de todos sus avances tecnológicos, sigue a merced de las fuerzas naturales. En más de una ocasión, ellas tienen todavía la última palabra.
La ola de muerte en el sureste asiático crece con el previsible brote de pandemias entre los desamparados sobrevivientes y a diferencia de la monstruosa ola que la generó, todavía se ve lejano el momento en que finalmente se detenga y las miles de personas afectadas recuperen una mínima normalidad en sus vidas, ya de hecho fragmentadas.
Cuando ocurre algo así, los espectadores nos volcamos hacia dentro y agradecemos interiormente y en silencio por la vida, por los hijos, la familia, por quienes están cerca de nosotros; valoramos aunque sea instantáneamente lo que tenemos. Pero ese sentimiento dura poco. La vida sigue.
Paradójicamente -o tal vez con toda intencionalidad- la revista TIME, de Enero 17 de 2005, publicó un número especial, dedicado a La ciencia de la felicidad. En relación directa con el tsunami, comenta el editorial, hay eventos que en forma abrupta nos recuerdan cuán frágil y fugaz es la felicidad. En diez artículos diferentes se analizan temas relacionados con la capacidad del ser humano para ser feliz. En ellos se exploran diversas áreas. Una de ellas, la nueva tendencia de la investigación sicológica, que durante décadas se ocupó de analizar las oscuras regiones de la enfermedad mental y la depresión, se encauza ahora hacia el optimismo y a encontrar las razones que hacen a las personas sentirse satisfechas con su vida.
Se analiza también la biología de la felicidad: en qué parte de nuestro sistema nervioso se originan las emociones positivas y si efectivamente una actitud optimista estimula nuestro sistema inmunológico en el combate contra enfermedades como el cáncer. ¿Nacemos con la predisposición hacia la felicidad?
La risa, efectivamente, es el remedio infalible. Se ha comprobado que reír baja la presión arterial y reduce el estrés, beneficiando positivamente a quienes han sufrido ataques cardiacos. Pero la risa es también algo misterioso, porque es una reacción involuntaria e impredecible. Uno no sabe qué va a provocarle una auténtica y desinhibida carcajada hasta que le sucede.
Otro artículo explora la relación de la felicidad con el dinero y la posesión de bienes materiales y parece que a excepción de carecer de lo indispensable para cubrir las necesidades razonablemente básicas (cada quién tendría que definir las suyas) el dinero genera más ansiedad social que felicidad. Cuando se tiene mucho dinero las cosas se complican.
El matrimonio: ¿hace más felices a las personas o las personas felices son las que tienden hacia el matrimonio?
Por otro lado, las personas religiosas son más felices y se estresan menos: en un mundo donde todo es posible, la religión ofrece límites para quienes se sienten abrumados por la abundancia de opciones. Los optimistas viven más y amar el oficio y encontrar satisfacción en el trabajo son fuentes auténticas de felicidad.
Hay quien opina que el ser humano es una especie con demasiada inteligencia para su propio bien y muy poca disciplina para saber qué hacer con ella. Otra opinión afirma que los humanos fuimos diseñados para ser felices, creativos y vivir en armonía con el resto del universo. ¿Depende la felicidad de nuestra inteligencia, de nuestros genes o de la voluntad?
Puntos de vista contradictorios. Lo real es la elemental necesidad de todo ser humano a tener “un poco” de felicidad en la vida, porque la vida, hablando honestamente, es muy corta. Esta frase no es retórica: las imágenes del mar tragándose literalmente en segundos a miles de personas superan en mucho al más ambicioso efecto especial de ciencia-ficción y confirman, dramática y realmente la fragilidad de nuestra existencia.
En conclusión, para elevar nuestro nivel de felicidad, se proponen ocho sencillos pasos hacia una vida -corta o larga- de mayor satisfacción:
Contar nuestras bendiciones, desde las más sencillas hasta las más significativas. Se sugiere llevar un “diario de gratitud” y escribir cada semana cosas por las que estamos agradecidos y satisfechos; revisarlo y mantenerlo al día.
Practicar acciones bondadosas, con amigos y extraños. Un acto simple y amable nos hace sentir generosos y nos conecta con quienes nos rodean.
Disfrutar las alegrías de la vida; hacer fotografías mentales de los momentos felices para reforzar nuestro ánimo en los ratos de infelicidad. Agradecer a quien nos ha guiado o apoyado en momentos de crisis.
Aprender a perdonar. Liberarse de rencores y resentimientos.
Invertir tiempo y energía en la familia y las amistades. Dónde se vive, cuánto dinero ganamos, la posición social y aún la salud, sorprendentemente tienen poco efecto en el nivel de satisfacción con la vida. Aparentemente el factor más importante es el de tener relaciones personales fuertes.
Cuidar de nuestro cuerpo. Dormir bien y suficiente, hacer ejercicio y reírse mucho estimulan nuestra actitud y a la larga generan una vida más satisfactoria.
Desarrollar estrategias para combatir el estrés y las dificultades. Las crisis no pueden evadirse. La fe religiosa ayuda a muchas personas pero también frases como “esto no va a durar para siempre” o “lo que no me mata me hace más fuerte”. Lo importante es creer verdaderamente en estas frases.
Afortunadamente, nuestra posición geográfica nos pone a salvo de maremotos, temblores o erupciones volcánicas; pero también ocurren cataclismos económicos, políticos y personales, por lo que no es mala idea bajar expectativas y ambiciones y poner mayor énfasis en estrechar nuestras relaciones personales más importantes y valiosas que son la familia y los amigos. Esta parece ser la forma más eficiente de elevar nuestro nivel de felicidad y satisfacción.