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Escenario/Nuestro concepto

Un día después, para algunos sólo queda el recuento de los daños. Del proceso interno priista -sobre todo por las formas y desempeños- se pueden advertir secuelas y claras lecciones, tanto al interior, como al exterior. Por lo pronto, la clase política lagunera con sello tricolor experimenta una suerte de recomposición fast track, ante el derrumbe de la llamada “Ola Verde” -que al parecer arrastra al destierro a todos los que apostaron su futuro al eterno cobijo del ex secretario general de Gobierno, Raúl Sifuentes- y que hoy se acomoda ante el fortalecimiento de nuevos personajes y grupos identificados con el ahora candidato a la gubernatura, Humberto Moreira y el aspirante a la alcaldía, Eduardo Olmos.

El PRI en La Laguna será otro, ya que a decir de personajes de la talla de Heriberto Ramos, uno de los principales problemas en la región fue el desmembramiento de los cuadros tradicionales ante el arribo (hace seis años) de un grupo que terminó por coptarlo todo, la llamada “Burbuja”. El equilibrio de fuerzas al interior del Revolucionario Institucional cambió radicalmente luego de esa lección de control y movilización que ofreció la maquinaria al servicio de Humberto Moreira. La aplanadora está intacta en Coahuila y sigue avanzando con el combustible de las formas tradicionales de “garantizar el triunfo”.

Por el lado del blanquiazul, sin duda tendrán que reevaluar estrategias, ya que a la desventaja en términos de posicionamiento en la entidad, habrán de agregar otro factor que en su lectura más simple y lineal advierte que se pueden conquistar posiciones gracias a un bombardeo de imagen y a los usos tradicionales de acarreo, entrega de despensas, “línea” a sindicatos y movilización de líderes de colonias. Hace décadas que la estrategia funciona a lo largo y ancho del territorio nacional y aparentemente no hay motivo alguno para cambiar, cuando lo básico -que no necesariamente legal y mucho menos ético- funciona muy bien.

Pero la gran lección va encaminada a aquellos que suponían un cambio radical en la médula misma de la democracia, el pueblo. La cuestión no es que se repartan despensas, se invite a desayunos, se hagan mil y una promesas o se dicte línea a miembros de sindicatos, sino que realmente se refleje en las urnas. Eso finalmente nos retrata a todos y la imagen ciertamente no corresponde a la de una ciudadanía bien informada, demandante y sobre todo comprometida con valores superiores.

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