En materia política, la división es el signo de los tiempos. Los principales actores en el escenario nacional son incapaces de ponerse de acuerdo, aun al interior de sus respectivas organizaciones partidistas. Es la guerra de los grupos; el imperio de los intereses personales y/o facciosos sobre todo y sobre todos, la evidencia clara del nivel de descomposición al que se ha llegado y ante el cual, los ciudadanos quedan reducidos a meros espectadores.
Entre priistas, la lucha abierta entre aquellos que están dispuestos a hacer lo que sea necesario para evitar que Roberto Madrazo se autoproclame candidato a la Presidencia de la República y el propio líder nacional del Tricolor.
De la mano de varios gobernadores –entre ellos Enrique Martínez-, del líder del Senado, Enrique Jackson y del aspirante a senador y cabeza visible de los pretenciosamente reformadores que heredó Ernesto Zedillo, el candidato perdedor en 2000, Francisco Labastida, se fortalece la resistencia a las llamadas viejas prácticas o bien, el lado más oscuro del priismo tradicional, que en el discurso se presenta como el viento fresco que el país necesita para salir adelante, pero que en el fondo representa sólo un grupo más en la lucha por el poder.
Salvo matices –y formas menos ríspidas-, los panistas también se encuentran inmersos en una suerte de batalla intestina. La renovación de la dirigencia nacional demostró la incapacidad de lograr acuerdos en lo sustancial y por ello habrán de registrase cuatro precandidatos, lo que anticipa una cerrada disputa por la candidatura presidencial, con al menos dos opciones viables y visibles: Santiago Creel, como el “candidato de Fox” y Felipe Calderón, como la carta fuerte de los panistas de hueso azul.
Y el PRD no se pudo sustraer a lo que ya resulta moda: la guerra empieza en casa. La renovación de la dirigencia nacional del Sol Azteca volvió a alinear a las llamadas “tribus” en dos facciones bien identificadas y que se proponen lanzar al candidato, aquellos que encuentran en Andrés Manuel López Obrador un auténtico “rayito de esperanza” y los que apuestan por Cuauhtémoc Cárdenas.
Bajo el cobijo de legisladores perredistas de Baja California, Michoacán, Guerrero, Estado de México y aún del Distrito Federal, el llamado líder moral del PRD quiere que la cuarta sea la definitiva y ahora sí, conquistar la codiciada Presidencia de este vapuleado país.
A los ciudadanos sólo nos resta esperar para ver quién queda en pie y luego apostar por aquel que (sin conocimiento de causa y llamado por la esperanza) le podría hacer menos daño al país.