Aiko, la hija del príncipe heredero, Naruhito, y la princesa Masako, podría convertirse en la primera emperatriz de Japón desde el siglo XVIII.
Tokio, (EFE).- La familia imperial japonesa ha sido un año más centro de atención de la prensa mundial, y en este 2005 lo fue por la reforma de la ley de sucesión que permitirá a las mujeres acceder al trono y por la boda de la única hija del emperador.
Japón está abocado a ser reinado en el futuro por una emperatriz, dado que hace cuarenta años que no nace un varón en el seno de la familia imperial.
Para preservar la continuidad de la dinastía reinante más antigua del mundo, el gobierno encargó a comienzos de año el estudio de la reforma de la Ley de Sucesión a un comité de expertos.
Sus conclusiones, entregadas el pasado 24 de noviembre al primer ministro, Junichiro Koizumi, abren claramente la vía a la entronización de las mujeres.
El comité recomienda un cambio legal para que pueda reinar el hijo primogénito del emperador, sin tener en cuenta el sexo, así como sus descendientes aunque fueran fruto del matrimonio con un plebeyo.
Si la reforma se llevara a cabo en este sentido, Aiko, la hija del príncipe heredero, Naruhito, y la princesa Masako, podría convertirse en la primera emperatriz de Japón desde el siglo XVIII.
Koizumi ya ha manifestado públicamente en varias ocasiones su preferencia por esta opción y pretende llevar la próxima primavera el proyecto de reforma al Parlamento, donde la formación que preside, el Partido Liberal Demócrata, cuenta con mayoría absoluta.
El primer ministro cuenta además con un abrumador respaldo popular para conseguir esta reforma.
Más de un 70 por ciento de los japoneses está a favor de cambiar la ley de Sucesión, promulgada en 1947, para que las mujeres puedan acceder al trono, según las últimas encuestas del año.
En los sectores más conservadores japoneses se considera en cambio que permitir a una mujer reinar tendrá un impacto muy grave en la historia imperial.
La temperatura de este debate se disparó con unas sorprendentes manifestaciones del príncipe Tomohito Mikasa, primo del emperador Akihito.
Mikasa escribió en un boletín de una institución benéfica que antes de permitir a una mujer reinar se debía estudiar la posibilidad de adopción de miembros de ramas imperiales que fueron abolidas tras la Segunda Guerra Mundial o incluso reintroducir concubinas en Palacio.
La primera de sus propuestas parece haber ganado apoyo en los últimos meses en los círculos de intelectuales más tradicionalistas.
El sistema imperial de Japón ha tenido ocho emperatrices entre los siglos VI y XVIII, dos de las cuales reinaron en dos ocasiones.
La última en sentarse en el Trono del Crisantemo fue la emperatriz Go-Sakuramachi, entre 1762 y 1771.
Sin embargo las mujeres subieron al trono en circunstancias excepcionales para evitar una ruptura de la línea sucesoria, y automáticamente después se retornaba al sistema de sucesión masculina de descendientes del emperador.
Este acalorado debate quedó interrumpido a mediados de noviembre por la noticia de la boda de Sayako, la única hija del emperador, con el funcionario del gobierno metropolitano de Tokio, Yoshiki Kuroda.
La "princesa Nori", según el apelativo cariñoso del pueblo japonés, abandonó así la disciplina y los privilegios reales al unirse a un plebeyo.
Sayako es la tercera de los tres hijos del emperador Akihito y la emperatriz Michiko, y la única que quedaba aún por casarse.
Hacía 45 años que la hija de un emperador reinante no contraía matrimonio con una persona sin orígenes reales.
La boda sorprendió por la inusual combinación de costumbres orientales y occidentales, dado que la novia no usó un kimono para el rito sintoísta, pero en cambio lo empleó para el banquete.
El festejo además careció de la pompa de un enlace real, puesto que no contó con la presencia de mandatarios de otros países, ni con personalidades políticas, con la excepción del Gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, que acudió en calidad de jefe del novio.
El año que ha vivido la monarquía japonesa ha concluido con una nota mezcla de esperanza e inquietud sobre la princesa Masako.
La esposa del heredero al trono sigue dando muestras de mejoría, en sus esporádicas apariciones, pero aún no ha logrado salir totalmente de la depresión que sufre desde hace dos años.
Lo admitió con motivo de su 42 cumpleaños en un comunicado en el que señaló que continuará esforzándose para "recuperarse física y mentalmente con el fin de poder asumir gradualmente todas sus funciones reales".
La desdicha de la princesa es atribuida precisamente a las presiones para concebir un hijo varón que perpetúe la dinastía imperial, una enorme responsabilidad que podría desaparecer la próxima primavera si la reforma de la Ley de Sucesión sale adelante.