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Esquizofrenia y vanidad

Federico Reyes Heroles

Para Socorro y Fernando “En una democracia con Gobierno sin mayoría legislativa, es responsabilidad del Ejecutivo procurar que fluyan los acuerdos para favorecer la acción pública”. No se trata de Giovanni Sartori, tampoco de Juan Linz o algún otro teórico. Es Vicente Fox el que habla y acota que esa es la gran lección de los últimos cinco años. Cómo discrepar, es lo que se ha venido reclamando a su gestión de manera insistente. Lo que no cuadra es por qué, si lo ve con tanta claridad, no ha actuado en consecuencia. El mayor déficit de la gestión no está en electricidad o carreteras o educación. Vicente Fox lega ya un brutal déficit de negociación política. Ese grave faltante hace que no tengamos hoy más hospitales, carreteras, aulas o energéticos más baratos. El país está dónde está a pesar de los múltiples actos de hostilidad y agresión sistematizados desde la Presidencia. ¿Por qué, para qué? Difícil entenderlo. Desde el primer mensaje como gobernante, -dedicado a su familia- hasta el Quinto Informe de Gobierno pasando por los spots de 2003 o los de 2005, la gestión foxista ha mostrado una esquizofrenia institucional. Por un lado las expresiones conciliadoras, por el otro el golpeteo. Veamos el Quinto Informe, habla el estadista: “La vitalidad de un país se expresa en su capacidad de renovación”; “El futuro de la nación es una tarea colectiva”. “La historia nos ha enseñado que sin Ley no hay libertad”. Equilibrado y tolerante. Ahora habla el camorrista: “Hemos cambiado la censura por la libertad”. Y entonces todos los medios e individuos que nos expresábamos con libertad antes de 2000, ¿dónde quedamos? ¿Aceptábamos la censura, éramos cómplices? “México tiene hoy -la gran obsesión- instituciones sólidas”. Perdón, pero todas las instituciones centrales de nuestra nación, Fuerzas Armadas, Suprema Corte, Seguridad Social, IFE, SEP, UNAM, Cancillería, etc., todas, sin excepción, fueron creadas antes de 2000. Vicente Fox no es ni será el padre fundador de la República. Exigir ese título provoca a los artífices del México que él heredó. Vanidad de vanidades: el mundo nació conmigo. En 23 cuartillas el presidente utilizó 26 ocasiones la expresión hoy. “Hoy se pone fin a un rito”. “México está hoy en la ruta hacia un futuro de mayor prosperidad y justicia social”. “Hoy la democracia garantiza a los mexicanos acceso a la salud”. De verdad ya se creyeron los mandatos constitucionales como realidades. Porque de ser así, déjenme recordar, que desde hace tiempo la Constitución garantiza educación primaria, secundaria y preescolar obligatorias, derecho a la vivienda, salarios justos, etc. “Hoy miles de familias han convertido el derecho a la vivienda en una realidad”. Perdón, pero de nuevo ya que les gustan los juicios en bloque, la mayoría de las viviendas de interés social de nuestro país fueron construidas antes de 2000 por ese mitológico régimen del oprobio y la oscuridad, eje discursivo desde hace seis años. “Hoy la democracia no se agota en el ejercicio de los derechos políticos y civiles, sino que incluye también la aspiración al ejercicio pleno de los derechos sociales”. ¿De qué estamos hablando? Seamos serios, decenas de millones de mexicanos no tuvieron en el pasado, pero tampoco tienen hoy acceso a los derechos sociales surgidos en 1917. “Nunca como hoy los ciudadanos están tomando en sus manos el destino de la patria”. Seguramente eso explica los altos índices de abstencionismo. “Hoy cada Poder ejerce sus funciones con autonomía”. Todos los legisladores, jueces, magistrados y ministros, todos los presidentes municipales, gobernadores y por supuesto los presidentes fueron unos farsantes. “Hoy quiénes eligen son los ciudadanos”. ¿Y las decenas de millones de votos emitidos hasta julio de 2000? Seguramente provinieron de espectros, fantasmas que nos visitaron e hicieron cola frente a las urnas. “Hoy el mandato de la sociedad es construir y avanzar, no obstaculizar o retroceder”. ¡Todo un país cambió con una elección! Antes votábamos por el retroceso, pero llegó la magia democrática y hoy todo es diferente. De nuevo el amanecer. Se podría argumentar que todo discurso político está lleno de demagogia y falacias. Fox no es la excepción. Es cierto. Pero hay una diferencia. Fox utiliza estas expresiones, ofensivas para una porción mayor de electores, afirmando a la par ¡que quiere negociar! Supongamos que Fox de verdad se cree la teoría de la república de generación espontánea nacida en julio de 2000, en aras de negociar debía de moderar su lenguaje. ¿Qué va primero, los acuerdos para mover al país o sus justificaciones ante la historia? Un político verdadero no lo dudaría. A los políticos se les evalúa por los resultados, Maquiavelo dixit. Una sola reforma de las pendientes -seguridad por ejemplo- le traería a México muchos beneficios más que la retahíla de agresiones para sostener el encono. Por eso cuatro días después ya no se habla del Informe, es inútil. La historia del sexenio: esquizofrenia discursiva y vanidad. Por eso no avanzaron los cambios. ¿De qué sirvió el importante recordatorio de la agenda pendiente -pensiones, energéticos, reforma fiscal, seguridad- lanzado en cinco párrafos que lleva menos de 30 segundos leer, cuando atrás está un mes de spots plagados de afrentas y sinrazones? Veamos. “Muchos mexicanos piensan que le tengo que dar órdenes a los diputados”. ??? “Hoy todos tienen derecho a decir lo que no les gusta”, ergo antes éramos una nación de sumisos. “Antes a los medios de comunicación se les tapaba la boca”. Por eso la larga historia de prensa crítica. Por cierto ¿y el corte de publicidad oficial a Proceso, que es de hoy, cómo se explica? “No vas a encontrar un presidente al que se le haya exigido más que a mí”. Eso si es vanidad pura, destilada. La gestión de Fox tiene logros y algunos importantes, acceso a la información, combate a la pobreza, educación, estabilidad económica. Pero esa ponderación tranquila no puede fructificar porque el régimen se ha dedicado a crear una mitología sobre el pasado. Quizá ella incremente popularidad presidencial, pero a la par ofende y divide a México. Lo peor es que ese ánimo pendenciero le garantiza al país más de lo mismo: espectáculo político sin discusión de substancia; una costosa danza de vanidades que distrae; una ausencia de acuerdos urgentes que debilitan a México. Con 60 por ciento de aprobación Fox va a entregar un México arrinconado por la parálisis. ¡Qué costosa vanidad! P.D. De verdad no aprendemos. Estados Unidos está viviendo una tragedia sin nombre. México, al igual que en septiembre de 2001, llega tarde y esgrimiendo mezquindades. La falta de profesionalismo y sensibilidad no tienen límite. ¡Qué vergüenza!

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