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Estado de México, Primer round/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Arturo Montiel venció a Roberto Madrazo en la disputa por la candidatura priista para la gubernatura mexiquense, que aquel dejará el 15 de septiembre próximo. Enrique Peña Nieto y no Carlos Hank Rohn será el candidato del PRI y de la alianza del tricolor con el Verde. El abanderado priista no tiene más trayectoria política que la auspiciada por Montiel. Y si bien Hank Rohn carecía hasta de los mínimos antecedentes de Peña Nieto, parecían suficientes su nombre, su fortuna y el apoyo de Madrazo para hacerlo salir avante. No fue así y el primer round en la contienda entre Madrazo y Montiel por la postulación presidencial se resolvió en favor del mexiquense, aunque no necesariamente el desenlace lo beneficie a la postre.

Hank Rohn no vive en el Estado de México, sino en el Distrito Federal y, por lo tanto, es inelegible por no satisfacer el requisito de residencia. Al introducirlo en el proceso interno priista, Madrazo pasó por alto esa deficiencia o minusvaluó su importancia. Pero, aún si hubiera podido persuadir a los aspirantes priistas para que pasaran por alto ese defecto, no hubiera podido evitar un dictamen adverso de la justicia federal electoral. Y cuando ese argumento, fue blandido por Montiel, a Madrazo no le quedó más que recular, y admitir la segunda derrota de su vida, precedida sólo por la que le infligieron Ernesto Zedillo y Francisco Labastida cuando este último obtuvo la candidatura presidencial en 1999.

Peña Nieto ha trabajado a las órdenes de Montiel en la última década, desde que el ahora gobernador dirigía el comité estatal priísta. Y fue notoria su intención de construirle un perfil que permitiera tenerlo como sucesor: en el primer trienio lo hizo subsecretario de desarrollo político en la Secretaría de Gobierno, luego lo ascendió a secretario de administración y hace tres años lo pasó al Congreso, como diputado local y jefe de la bancada priista. Era el menos experimentado de los precandidatos que se inscribieron en un proceso interno destinado a convertirse en farsa, ya fuera en favor del hijo del profesor o del favorito del gobernante.

Excepto Isidro Pastor, a quien se expulsó de la contienda en diciembre, los precandidatos fueron persuadidos la semana pasada, con quién sabe cuán poderosos argumentos, de que mejor que todos ellos era el joven diputado, y se inclinaron ante él para hacerlo candidato de unidad. Previamente Hank Rohn se había retirado del proceso, en apariencia para volver a él como candidato del partido Verde en pos de una alianza pero en realidad para ver si de ese modo evitaba el cuestionamiento a sus defectos estatutario y legal, el de residencia y el de no haber sido elegido antes.

El triunfo de Montiel con Peña no necesariamente será el del PRI en la elección de julio próximo. Es todavía indeterminable el efecto que cause en ese partido la salida de Isidro Pastor. Puede ser que nadie lo acompañe en su retiro hacia la oposición. Pudiera ser, en cambio, que la pérdida priista sea cuantiosa, y significara una disminución del voto duro tricolor hasta el punto de hacerle perder los comicios.

En buena medida aquel desenlace depende de la vulnerabilidad de Pastor y el grado en que amagos en contra suya o sus correligionarios puedan ser eficaces. Sobran ejemplos de cómo se controla a la militancia priista en el Estado de México: hace seis años, el gobernador César Camacho convenció a una dirigente popular de apoyar a Montiel haciéndole saber que de no acatar esa delicada sugerencia sería detenida en la puerta misma del palacio de Gobierno donde había sido convocada, pues había en su contra numerosas averiguaciones previas pendientes de conclusión.

Queda por conocer también el efecto del desenlace mexiquense en la contienda por la candidatura presidencial priista. Montiel forma parte del grupo Unidad Democrática (conocido coloquialmente como Tucam: Todos unidos contra Madrazo), que ha solicitado a su líder nacional reglas de equidad, pedido que en buen romance quiere decir que Madrazo abandone la dirección del partido lo más pronto posible. Y a la hora en que Madrazo, lejos de atender esa petición avanza en su intento de permanecer en la presidencia del partido por lo menos hasta octubre, una vez concluido el calendario electoral, esta victoria de Montiel muestra que al menos en su Entidad su poder es capaz de imponerse al de Madrazo.

Cada uno por su lado, los integrantes del grupo antimadracista tienen pocas posibilidades de ganar a su dirigente nacional la postulación presidencial, cualquiera que sea el método de selección que se escoja. Aunque fuera del entorno priista Madrazo concita el voto negativo más abundante (el número de personas que anuncian que jamás votarían por él), también concita las preferencias más cuantiosas, con gran distancia respecto de todos los demás. Sólo si el Tucam se agrupa en torno a una sola persona el antimadracismo enfrentará con posibilidades de éxito al blanco de su animadversión. Pulverizado no lo conseguirá.

Al imponer a su candidato, Montiel agrega un galón a su expediente, en términos del poder entendido al modo priista. Claro que también lo hicieron otros miembros de Unidad Democrática como Tomás Yarrington y Manuel Ángel Núñez en Tamaulipas e Hidalgo. Pero eso no los iguala al mexiquense, cuya carrera más larga le ha permitido forjar alianzas productivas. Estará, además, en el Gobierno muchos meses más que esos gobernadores salientes, lo que le otorga superioridad en el gasto de autopromoción.

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