Una cosa y otra me han traído del tingo al tango, en estos imprecisos días de verano; sobre todo después de las frecuentes lluvias. Consecuentemente se me han quedado, archivados en el disco blando de una memoria también imprecisa, varios asuntos que había reservado para comentar en este espacio editorial. Uno de ellos, entrañable, es el homenaje que el gobernador del Estado, Enrique Martínez, rindió a la memoria de uno de sus predecesores, el ingeniero Eulalio Gutiérrez Treviño, quien lo fue de 1969 a 1975.
Dicho día se hizo la develación de una estatua de cuerpo entero de Eulalio, y formulé el propósito de ocupar esta columna con alguna evocación de mi amigo, a quien conocí y traté muy de cerca, a pesar de que por azares del destino no colaboré en los cargos ejecutivos que él desempeñó durante su existencia: la Presidencia Municipal de Saltillo y la Gubernatura del Estado de Coahuila de Zaragoza. Eulalio fue también senador de la República de 1964 a 1969.
No obstante Eulalio y yo mantuvimos una cercana relación de amistad, desde el preciso año 1957 en que llegó el general Raúl Madero a Coahuila como candidato del PRI a gobernador del Estado, quien se había fijado en mí para acompañarlo en la gira electoral que iba a iniciar en toda la entidad. Mi responsabilidad iba a consistir en atender los aspectos de prensa y publicidad aunque, eventualmente, me comisionaría para decir uno que otro discurso en las ciudades, pueblos, congregaciones y rancherías que hubiera menester; un día, entre gira y gira, me pidió que me hiciera cargo de su agenda de audiencia en Saltillo: “Usted conoce a la gente y me podrá informar quiénes son y qué los trae a verme...”
Así introduje a la presencia de don Raúl a muchas comisiones y personas que anhelaban entrevistarlo. En cuanto al asunto, con algunas excepciones, les pedía que los mismos solicitantes lo especificaran en la petición de audiencia, y me quité de encima esa difícil responsabilidad. A dos personas introduje entonces con especial cuidado: a don Braulio Fernández Aguirre y al ingeniero Eulalio Gutiérrez Treviño quienes, días después, adquirieron una especial relevancia en la política coahuilense al ser elegidos candidatos a presidentes municipales de Torreón y Saltillo, respectivamente.
Pero debo hablar del Eulalio Gutiérrez que conocí entonces: un hombre maduro, alto, carismático, de mirada profunda y cordialidad manifiesta; distinto en muchos aspectos a la generalidad de los políticos que entonces visitaban a don Raúl Madero. No tardamos en hacernos amigos, aunque tardé mucho en tutearlo. Era varios años mayor que yo y merecía mi respeto. Meses después, por su insistencia, logré cambiar el usted por el tú y paso a paso consolidamos una amistad duradera.
Eulalio fue muy buen presidente municipal de Saltillo y excelente gobernador del Estado. En su campaña política -yo era director del Cepes del PRI- a veces me invitaba a viajar en su camioneta, que conducía personalmente. No hablaba de otro tema sino de lo mucho que se podría hacer en el campo coahuilense, de cómo incentivar a los ejidatarios y a los pequeños agricultores y ganaderos para producir mejor y vender con utilidades. De qué tipo de escuelas había que instalar en las rancherías para preparar a los muchachos a manejar un tractor, a diagnosticar una enfermedad de los vegetales, a preparar bien las tierras y a sembrarlas con las mejores semillas. “Las gentes”, como él solía hablar de los campesinos, tendrían que tener a mano a quienes se preocuparan por sus problemas, los orientaran para resolverlos y les ayudaran eficazmente a combatir plagas y abusos.
En ese mismo tenor se refería a la gente necesitada de las ciudades y condenaba a quienes en vez de ayudarles a producir comida solían regalárselas. Esa parábola le parecía muy afortunada. Siempre estaba pendiente de los campesinos. Recuerdo también cómo y cuánto nos ayudó en Saltillo para resolver el problema del agua potable. Él encabezó la comisión creada por el entonces gobernador, don Braulio Fernández Aguirre, para solicitar el apoyo del secretario de Recursos Hidráulicos del presidente Díaz Ordaz. Don Braulio y Eulalio solían unirse en la solución de los problemas, sin celos políticos ni envidias, a pesar que habían competido por la gubernatura a la que primero fue elegido Fernández Aguirre y seis años después Gutiérrez Treviño.
Eulalio dijo alguna vez, a quien le preguntó por qué prefería ayudar a las familias del campo y no a los potentados de las ciudades: “A los ricos les ayuda su dinero y los pobres siempre esperan algo del Gobierno”
Hombre sincero, valioso, tenaz, se propuso construir la supercarretera Monterrey-Saltillo, en los tiempos en que esas obras sólo estaban al alcance de los presupuestos federales. Eulalio pidió a los coahuilenses sólo tres centavos por cada litro de gasolina que compraran a Pemex y con eso, y algo del presupuesto estatal, más la participación proporcional del Gobierno de Nuevo León, se hizo la importante vialidad.
Muy merecido el homenaje que se le rindió a don Eulalio. Me uno a ese reconocimiento popular desde mi corazón y lo evoco con un sentimiento entrañable de amistad y cariño...