Penosas jornadas de personas de la tercera edad cada semana en la Plaza Cuarto Centenario
La esperanza no muere, la fe que tienen depositada los ex braceros duranguenses en que algún día recibirán su dinero, es la parte esencial que los motiva a acudir cada ocho días a ejercer presión frente al Palacio de Gobierno.
Son apenas las 10:30 horas y la plaza IV Centenario comienza a recibir a cientos de adultos mayores, quienes a pesar de sus diversas complicaciones, hacen lo posible para llegar a ocupar un espacio en la plancha de adoquín entre un ambiente triste, proporcionado por las canciones que hablan del sufrimiento de los braceros.
Muchos de los antiguos jornaleros en la Unión Americana ya no pueden caminar, acceden al lugar con bastones o con la ayuda de algún familiar, mientras que los de peor suerte lo hacen en precarias sillas de ruedas que rechinan sin parar.
El conductor de una camioneta decide que el adoquín de la plaza es el mejor lugar para estacionar su vehículo, justificando que transporta a un minusválido y que dicha maniobra le ahorrará tiempo y dificultad.
Los vendedores de tamales, frituras, donas, refrescos y tepache se muestran contentos, pues sus ventas aumentan considerablemente gracias a la temperatura que ronda los 30 grados centígrados.
Y otra vez...
Once en punto. El evento comienza y la atención se centra en una camioneta acondicionada con lonas para hacer las funciones de “podium”; Ana y Mario son los líderes del movimiento y deciden comenzar la manifestación con una disculpa por no haber realizado el evento un día antes, ya que les pidieron amablemente no interferir con la entrega de las unidades policíacas.
Aclarado el punto, surge otro tema totalmente ajeno: el horario de verano. Y es que, según ellos, dicho horario fue implementado por puros caprichos hace seis años, por lo cual piden a los más de 500 asistentes que repudien y abucheen dicha medida que modifica notablemente su modo de vida.
Minutos más tarde, tres mujeres oficiales de tránsito notan la presencia de la camioneta que “altruistamente” se estacionó sobre la plaza IV Centenario, por lo cual comienzan a preguntar sobre el paradero del dueño del vehículo para que lo retire lo más pronto posible.
Desde lo alto del “podium”, Ana nota la actitud de las personas de vialidad por lo que exige a través del micrófono que se respete el automóvil, y les advierte que ni se les ocurra llamar a la grúa, porque no van a moverlo.
“Les advierto que si algo le pasa a esa camioneta, sobre ustedes caerá la responsabilidad directa, porque no es correcto que se haga un acto de injusticia contra una persona minusválida”, dijo Ana refiriéndose al copiloto y agregó: “Sería un acto de atropellamiento como el que esta pasando Andrés Manuel López Obrador”.
Ante la presión de más de 500 personas, las oficiales de tránsito se ven en la necesidad de llamar al Comandante de Vialidad para recibir instrucciones, mientras explican al reportero de El Siglo de Durango que sí se otorgan facilidades a los minusválidos, y señalan las rampas que están en las esquinas donde se pueden estacionar; la situación queda pendiente.
Petición
Retomando el tema principal, ambos líderes de los ex braceros comienzan a exigir lo mismo de cada semana: La devolución del dinero que con sudor y durante muchos años ganaron estos hombres en los Estados Unidos, acusando a cuanta autoridad pudieran de engañarlos con falsas promesas.
“Seguiremos en la lucha constante, porque no nos vamos a dejar de más engaños. Los que quieran seguir con nosotros que bueno, y los que no, que Dios los bendiga” expresó Ana.
Piden no desesperarse. Y es que efectivamente muchos de los ex braceros ya no podrán continuar en la lucha, porque la edad es un enemigo invencible.
Se anuncian al menos seis fallecimientos de gentes que siempre estuvieron ahí, con la esperanza de algún día ver ese dinero que actualmente parece inalcanzable.
Mientras esto ocurre, por fin aparece el Comandante de Vialidad, que es informado de la situación y escucha atentamente las advertencias de los líderes, quienes nuevamente exigen que no retiren el vehículo; después de algunos minutos, la situación se define: los tránsitos se retiran y el acto queda impune.
“Coperacha”
Además, como parte final del evento, se solicitó la cooperación económica de los presentes para poder pagar el equipo de sonido y algunos gastos de transportación, ya que los mencionados líderes viajan constantemente a la ciudad de México para gestionar la entrega del dinero a los jornaleros ante las autoridades federales.
“No es obligación de ustedes aportar dinero, pero los que puedan hacerlo se los agradeceremos, para seguir luchando por lo justo”, dijo Mario; personas con bolsas negras situadas alrededor del “podium” reciben las donaciones monetarias, que varían dependiendo de la capacidad económica de los presentes, algunos depositan solamente monedas y otros billetes de mayor denominación, pero el reclamo es unánime: “como si el dinero nos sobrara” dicen.
La colecta se extiende para los familiares de los recién fallecidos, tratando de alivianar la pena y la difícil situación por la que atraviesan, aferrándose a una ilusión que al igual que los ex braceros, están conscientes de que muchos no llegarán a ver jamás dicho dinero y menos si hay que pagar semanalmente “aportaciones dudosas”, aunque como dicen ellos: “la esperanza muere al último”.
Antecedente
Durante el programa bracero, de 1942 a 1964, casi cinco millones de mexicanos entraron a laborar en los campos agrícolas de los Estados Unidos; estos braceros convirtieron a la agricultura americana en la más rentable y avanzada de todo el planeta.
Se trataba de campesinos de los zonas agrícolas rurales más importantes de México, como Coahuila, Durango y Chihuahua.
El gobierno nunca les proporcionó los medios necesarios para sobrevivir trabajando sus tierras y para fines de los años treintas, los campos no rindieron lo suficiente, hubo hambre y escaseó el trabajo, obligando al campesino a buscar otras formas de subsistencia.
