Viena, (EFE).- El Instituto Cervantes de Viena acoge la primera muestra de cerámicas de Pablo Picasso en Austria con una selección de cuarenta piezas en la que se recorren las distintas épocas y técnicas y el compromiso de su autor para encumbrar el trabajo con el barro a la categoría de arte.
La exposición se presenta se puede visitar de forma gratuita hasta el próximo 28 de febrero con el fin de dar a conocer una de las facetas, la de ceramista, menos conocidas del genial artista.
La comisaria de la exposición, Dolores Durán, destacó que Picasso (1881-1973) "es, tras Paul Gauguin (1848-1903), el artista que en el arte contemporáneo marca la diferencia entre la cerámica entendida como artesanía y la cerámica que pasa a ser un arte".
Así, Durán destacó que gracias al malagueño y tras un lapso de veinte siglos, la cerámica recupera su grado de obra de arte, tal como era apreciada por los griegos.
La temática de las piezas expuestas es la misma que la que aparece en sus obras pictóricas: rostros de mujer, escenas mitológicas y la tauromaquia; trazados en platos, bandejas y jarras.
Picasso consideraba la cerámica una disciplina "integral", ya que le permitía experimentar con el volumen, propio de la escultura, y con los colores y texturas, propios de la pintura, explicó la comisaria.
El artista tuvo su primer contacto con la arcilla en 1947, cuando se encontraba de vacaciones en la Costa Azul francesa y ya contaba con 66 años, y desde entonces nunca abandonó ese material.
Picasso creó más de cuatro mil piezas de cerámica y algunos años, como 1947 y 1948, así como gran parte de la década de los 50, los dedicó de forma casi absoluta a su labor como ceramista y a experimentar con los esmaltes de colores.
En los últimos años de su vida, Picasso exploró varios materiales -cerámica, terracota, barro- y formas, desde platos hasta jarras y vasos.
Las cuarenta piezas expuestas en Viena pertenecen al museo es Baluards de Palma de Mallorca y alcanzan un valor de casi un millón de euros.