Durango

Explotación infantil

Menores de edad laboran hasta 12 horas diarias sin seguro y sin protección en áreas de riesgo

La confluencia de las calles Sonia López y Lola Beltrán parece conformar una esquina más de las que hay en la populosa colonia Valle del Guadiana. Pero no es así.

En ese sitio, la barda sin enjarrar y el portón blanco auspician el aserradero de Márgaro García Romero, un personaje que ha sabido lucrar con la explotación laboral infantil.

Y es que su empresa es peculiar: una nómina de seis a siete niños que manipulan las máquinas de corte y se encargan de las distintas etapas de producción de la fábrica.

Los infantes apenas tienen de diez a 12 años. Difícilmente alguno llega a los 14, y ya son todos unos obreros que laboran jornadas de diez o más horas, según la carga de trabajo.

Esta pequeña industria se ha sostenido a pesar de la flagrante violación a leyes locales, federales e internacionales que prohíben el trabajo de los menores. Más aun en oficios como éste, de alta peligrosidad.

Mientras las autoridades laborales dicen hacer su función en las empresas duranguenses de mayor explotación a los trabajadores, en este aserradero de don Márgaro ?como lo conocen en la colonia- han sucedido accidentes graves en perjuicio de menores y adolescentes sin que alguien vea por ellos.

EL ACCIDENTE

Diego Armando de la Torre García, joven de 17 años, fue operador de la sierra-banda durante casi dos meses en esta pequeña industria de la calle Sonia López, donde el acceso es un poco complicado pues está a punto de ser pavimentado ese tramo por el Municipio. Pero lo despidió el patrón.

Armando también vive en la colonia Valle del Guadiana, y ante la necesidad de encontrar trabajo, pues se casó desde muy joven ?a los 14 de edad-, fue a la fábrica de don Márgaro a sabiendas que su retribución no sería muy atractiva.

Al contrario, el pago fue ínfimo: 400 pesos semanales por un horario de 8:30 de la mañana a seis de la tarde; sin embargo, él dice que al final de cuentas se trataba de un trabajo honrado que le permitiría llevar sustento a su familia, conformada de esposa y tres niños.

Diego Armando asegura que su despido le inconformó, mas no por el hecho de ser el trabajo de sus sueños, sino por la forma y las circunstancias en que lo corrieron. Y narra:

?Un día el descuido lógico de trabajar tantas horas parado sin descansar casi, porque don Márgaro no da chanza de nada, me provocó que la sierra en que cortaba la madera me hiciera una herida profunda en el dedo gordo de la mano derecha, que posteriormente generó la caída de la uña??

?Luego, el tiempo pasó y volvió a ocurrirme un accidente, y en esta vez no tuve ?lana? para las medicinas que me recetaron en la Cruz Roja, y me animé a decirle que como no me daba Seguro Social al menos me ayudara a comprarlas. No quiso. Por el contrario, me corrió unos dillitas después?, explica el joven, que compensa la falta de empleo lavando coches en distintas partes de la ciudad.

El denunciante explicó que su labor en el aserradero era cortar las tablas para ir generando tiras más delgadas que luego se convertirían en palillos para elotes, paletas y otro tipo de usos similares.

DESCRIPCIÓN

Palillos redondos de acabado liso es el producto final del aserradero, y para ello don Márgaro cuenta con una máquina de corte que es actualmente manipulada por dos niños, uno de apenas 11 ó 12, el otro tal vez de 13 ó 14; También tiene otra máquina que al dar vueltas alisa las maderas, y una más donde les saca punta a los palitos.

Después de la sierra-banda de corte donde hay dos niños varones, en el resto del proceso son niñas cuya edad oscila entre los diez y los 13 años a lo mucho, según lo percibió El Siglo de Durango en el recorrido que hizo para conocer la fábrica.

Como es lógico en ese tipo de lugares, la instalación eléctrica es deficiente y peligrosa para cualquier tipo de trabajador, por muy experimentado que sea, más todavía para niños que quisieran salir y no pueden, cada vez que escuchan afuera el ruidazo vacacional de los menores jugando futbol o a cualquier otra disciplina callejera.

RIESGO Y NECESIDAD

Y es que, como todos unos adultos, estos menores de edad tienen que estar enclaustrados en la fábrica porque necesitan los 200 ó 300 pesos que don Márgaro les paga a la semana sin derecho a nada más, sin protección especial y sin Seguro Social.

Ellos, como Diego Armando, corren el riesgo de sufrir un accidente grave, pero tienen necesidad económica en sus familias.

Tal vez los demás ni saben que Diego Armando fue despedido desde hace casi diez días por el simple hecho de pedir medicinas para evitar consecuencias tras la herida que le causó la máquina de corte.

Lo que sí sabe este adolescente es que don Márgaro lo despidió porque era el que más ganaba (400 pesos a la semana) y el que más reclamos hacía por la falta de garantías en el trabajo.

Al final de cuentas habrá pensado don Márgaro que le trabajan más y mejor los niños de diez a 14 años, además de que les puede pagar mucho menos sin que reclamen siquiera.

En la valoración final habrá dicho este pequeño empresario que lucra con la explotación laboral infantil: ??al cabo ni me hacen nada porque son niños que necesitan la chamba?.

Mientras piensa eso, desde una silla observa a los infantes para que no se vayan a poner a chacotear.

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