Primera de dos partes
Esta vez, el Gobierno foxista no está jugando con actores sino con factores reales de poder. No otra cosa son el Gobierno de Estados Unidos y los cárteles de la droga. Son factores, no actores de poder. Y por lo mismo, las ocurrencias, los desplantes y las bravuconerías en nada favorecen la posibilidad de cerrar o encarar los frentes abiertos con Estados Unidos y el narco. Por eso resulta absurdo que, como primera reacción a la grosera actitud del Departamento de Estado y de la Embajada de Estados Unidos, los encargados de la política exterior y de la política interior mexicanas, así como el encargado de ambas políticas -el mismísimo presidente de la República-, se hayan subido al ring y hayan empezado a pegar de gritos sin ninguna coordinación, sin ninguna estrategia, sin una verdadera idea de la forma en que habrán de encarar el maltrato recibido por parte de nuestro principal socio comercial. Un socio que, por lo visto, en su segundo aire, está dispuesto a convertir los lazos de amistad en auténticos nudos de vecindad. Si la alerta emitida por el Departamento de Estado y la carta del embajador Antonio Garza marcan la nueva política estadounidense hacia México, el foxismo tendría que recapacitar seriamente en cómo se va a conducir frente a esa potencia y cómo va administrar sus municiones en vez de lanzar fuegos de artificio. Por eso resulta increíble que rápidamente Santiago Creel, Luis Ernesto Derbez y el propio Vicente Fox hayan salido a la palestra y en una sola e inútil operación, fatigaran los amortiguadores y la suspensión de la relación con Estados Unidos.
*** El aviso emitido por Estados Unidos es toda una advertencia. Ocurrió el mismo día en que Condoleezza Rice fue ratificada como jefa del Departamento de Estado y en esa circunstancia, puede constituir un anticipo de los términos de la relación que Estados Unidos quiere tener con México. Opta por una alternativa. Presión en vez de cooperación. En vez de ofrecer cooperar en el encaramiento del desafío planteado por el narco a México (que, en buena medida, es producto del consumo de droga en Estados Unidos), se escoge la presión para exigir resultados. En vez de cooperación, presión. El maltrato que años atrás recibió Colombia por parte de Estados Unidos, ahora se le quiere aplicar a México. En todo esto, se ve un cambio radical en la política exterior estadounidense. Si bien la DEA y el Departamento de Seguridad Interna veían el desafío planteado por el narco como una respuesta a la actuación del Gobierno mexicano frente a los grandes cárteles, ahora el Departamento de Estado y la Embajada de Estados Unidos replantean el asunto: cualesquiera que sean los motivos del narco para actuar como lo está haciendo, el Gobierno mexicano tiene que responder solo y por sí mismo. Ejercen presión, no ofrecen cooperación. De los lazos de amistad, se hacen nudos de vecindad. Ese giro tiene una probable explicación. El divorcio de Colin Powell y el embajador Garza se transformó en el matrimonio de Condoleezza Rice y el embajador Garza.
Si Powell practicaba una diplomacia a partir del peso de la potencia que es Estados Unidos y no siempre coincidía con las posturas de George W. Bush y sus más cercanos colaboradores, la riqueza de la contradicción no existe más. Powell dejó la administración estadounidense, ahora Rice y Garza trabajan coordinadamente. Ya no es como antes. No hay pesos y contrapesos. De ese cambio no se tomó debida nota en México.
*** El viejo malestar, justificado o no, del embajador Antonio Garza en el sentido de que no se le tomaba debidamente en cuenta en México, ha dejado de ser eso: un malestar. Ahora es una acción decidida para dejar sentir su peso y su cercanía con la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Sin Colin Powell en esa dependencia, Garza ya no tiene un retén. Ahora está en línea con Bush y Rice y, por lo mismo, puede actuar de manera más franca y decidida. Puede, ahora sí, prestarle un mayor y mejor servicio a su amigo George W. Bush. Quizá, por ello, en vez de atemperar la alerta emitida el miércoles por el Departamento de Estado, Garza le dio más vuelo: le agregó la carta enviada a Luis Ernesto Derbez y Rafael Macedo de la Concha que, aunque personal, hizo pública.
En vez de atemperar la alerta del Departamento de Estado, la recalentó. Hay, sin duda, una decisión detrás. En todo esto, no deja de ser curioso que esa alerta y esa carta se hayan emitido justamente cuando Condoleezza Rice fue ratificada por el Senado en la jefatura del Departamento de Estado y justo cuando el subsecretario encargado de las relaciones con el norte de América, el mexicano Gerónimo Gutiérrez, se encontraba en Washington. Ni por un mínimo de cortesía Gutiérrez fue advertido de la alerta que en sus propias narices emitiría el Departamento de Estado. De hecho, a temprana hora de ese día, el mismo canciller Luis Ernesto Derbez tuvo un aviso de lo que ocurría en Estados Unidos. Era, por decirlo en términos militares, un parte sin novedad: Condoleezza había sido ratificada por el Senado y en principio, todo seguía su curso normal. Por la tarde vendría la sorpresa. El nuevo tono que se imprimiría a la relación bilateral.
La nueva diplomacia estadounidense se brincó al subsecretario mexicano, se brincó al canciller mexicano y por si eso no bastara, de una carta personal se hizo un manifiesto público. Si México había manifestado interés por profundizar, ampliar y fortalecer la cooperación bilateral con Estados Unidos para encarar el desafío del narco, Estados Unidos manifestó su interés por practicar la presión unilateral.
Continuará mañana...