(Cuarta parte)
Continuación...
Sí pero eso no es todo, yo le había comprado un boleto para que se fuera en un autobús, para tal hora, y quince minutos después o media hora después llegamos nosotros a la central y dijo: ?saben, no me voy a ir en ese autobús, me voy a ir en este otro?. Pero padre ya tienes el boleto y no nos los van a querer cambiar. Tú ve. Pero padre qué se hace si se va en este autobús, son quince minutos o media hora de diferencia, no me haga pasar vergüenzas no me lo van a querer cambiar. Tú ve. Cuando yo llegué a la taquilla, dije ?me puede cambiar este boleto para tal hora? No, ya no hay, está lleno. Pero en ese momento llegaban dos personas a cancelar sus boletos. De modo que me vendió uno y quedó solo el otro. Oiga padre no había pero en ese momento llegaban a cancelar unos y aquí tiene su boleto. ¡Ves cómo todo se puede! Eso es lo que yo necesitaba, me volvió a decir. Pero para qué necesita eso padre, diez o más minutos que más da, qué va hacer allá. Eso es lo que yo necesitaba. Les dije porque a mí me pasó también algo parecido y ya les platiqué lo del autobús. Entonces una de las porciones de pan en la misma mañana yo se la había llevado a una vecina de enfrente, de donde yo vivía, pues siempre nos mandaba que chilitos rellenos... sabía que estaba yo solo y me regalaba algo de comer o me regalaba algo, siempre estaba muy pendiente de mí esa familia. Les llevé un pan, toqué la puerta y salió la señora. Rosita aquí le traigo un pan. Espérame, no lo tocó, fue por un lienzo, una servilleta blanca nueva y me dijo ?no puedo tocar esto con las manos, no sé lo que tiene, pero algo tiene, -dijo- póngamelo aquí? y lo llevó al centro y empezó hacer oración ella y el esposo quienes eran de mucha devoción muy santa yo tengo un concepto muy alto de esa pareja. Y me dijo, ¿qué tiene este pan? Yo siento que tiene algo. ¿Qué? Le respondí, no sé pero yo siento que tiene algo. He igual les platiqué a ellos la historia.
Entonces con esta otra familla aquélla que había ido por mí para ir a comer, nos fuimos a las pizzas y ahí en las pizzas ellos me decían que daban asesorías a matrimonios que trabajaban con encuentros matrimoniales. ¡Ah! Fíjate que tengo unos amigos que fui a visitar anoche y que tienen conflictos severos. Ah pues dame la dirección, dónde viven. Y en eso iban entrando a la pizzería mis amigos que nunca veía en contra de toda lógica, esos amigos que yo nunca veía. Llegaron, platicaron, se pusieron de acuerdo y todavía hace dos meses, ellos viven ahora aquí en Torreón, ésos mis amigos porque se habían peleado, pero su matrimonio va muy bien.
El lunes fui a la escuela y estaba en las computadoras y se me acercó Javier el que platiqué con él, el de la otra religión. Ricardo te andaba buscando, te necesito urgentemente, no tengo tu teléfono ni nada pero necesitaba hablar contigo. Nos pusimos a platicar y me comentaba que había tenido una experiencia, que era de lo más espantosa que hubiera tenido antes que había tenido un encuentro muy fuerte pero con satanás. A través de su jefe con el que él trabajaba, me dijo cómo se le había manifestado el demonio, así como en las películas. Y dijo, ¿qué hago? Por qué me tienen acorralado. Ya sé por qué me está ocurriendo todo esto y para qué me está ocurriendo, sé que es una fortaleza y una demostración de que yo estoy del lado de Cristo. Y en este momento y con tus palabras he sentido que han sido un ángel para mí. Y yo le platiqué a él mi experiencia. A lo mejor fueron dos experiencias contrarias pero al mismo tiempo paralelas también porque funcionaban al mismo tiempo.
Así como tuvimos la certeza de que ese hecho fue real, se vinieron muchos más hechos alrededor como para decir, no lo dudes. Y eso por primera vez me permitió hablar con mi papá a quien no le gustaba hablar de nada de esto. Sin embargo este hecho sí me vi impulsado a comentárselo. Se quedó callado con la mirada ida pero no vaga sino puesta en algún punto lejano. Me abrazó, ¿lo creíste papá?, sí te creo. Después descubrí que no tenía temor que no me creyera. Sólo pensé, yo sé, lo tengo qué decir y ya. Pero esto es algo que no platico comúnmente, y ahora lo he platicado con más detalle. Esto me dijeron que no se lo contara a cualquiera que yo sabría a quién y cuándo.
Yo creo que no soy un testimonio vivo del amor de Cristo porque aunque busco no hacerle daño a nadie. También mi vida no pasa de ser promedio pues ni tengo las grandes virtudes ni las grandes acciones como para respaldar un hecho como esto.
Yo he estado rodeado de mucho amor, también ha habido esfuerzo, trabajo, dudas, pero nunca demasiado doloroso. Sí esfuerzo, pero nunca he estado en el pozo y vaya que mis acciones en la vida me pudieron haber llevado a ese pozo. A veces yo no sé cuál es el plan de Dios en mi vida, no sé explícitamente qué es lo que Él quiere de mí porque mi espíritu es blandengue.
Aunque yo no tengo la satisfacción de conocer las vidas de ustedes, por las circunstancias me vi en la necesidad de compartir esto, y como les digo generalmente no lo hago y menos si no ha habido una cita previa.
Yo me he puesto a pensar por qué es que me tocan tantas bendiciones si yo no he hecho tanto. Tal vez el beneficio que han hecho nuestros padres nos alcancen a nosotros.
Yo nunca me he sentido pobre a pesar de que pasamos situaciones difíciles, la ropa que teníamos era la que teníamos puesta y la que se estaba lavando. La comida contadita, puertas interiores en la casa no había, así que entraba el frió. En la escuela me juntaba con los que sí llevaban lonche y me compartían. Pero yo pensaba que ser pobre era no tener amor. Y como mi mama y mi papá nos daban mucho respeto y el cariño físico, la atención, el abrazo, el beso, el cómo te fue, el aplauso cuando llegábamos de la escuela. Y mi papá en la calle así como saludaba al señor del periódico o al de la verdura así también saludaba al presidente municipal, al médico así saludaba a todo el mundo. No decía este señor trae carro, este señor anda bien vestido, éste sabe menos, éste sabe más, éste está viejito. Él saludaba con mucho cariño a los niños a los propios y a los ajenos. Me he encontrado con gente que habla muy bien de mi papá, gente que me dice cosas muy bonitas de él. Pero yo creo que si hubieran vivido con él hablarían veinte veces mejor de lo que ahora hablan. Porque era mucho mejor con nosotros que con la gente de afuera y vaya que si quería a la gente.
Él era mecánico y en el taller nos hacía juguetes. Él era muy creativo, llegaba a la casa con un armón, no sólo para nosotros sus hijos sino también para los vecinos a quien también les llevaba algo. Nunca nos dio un regalo comprado, cuando él se fue no me dejó una navaja, una pluma, menos un terreno o una casa. Aunque hay personas que te juzgan por el dinero que tienes y así te tratan aunque seas su propio hijo.
Para una Navidad a la edad de seis años nos hizo mi padre un regalo comprado a cada uno de sus hijos. A mí me tocó un reloj de plástico con la carátula de Mickey Mouse, que creo en la actualidad sería el costo de unos dos pesos. Pero tenía la ventaja que te daba la hora que tú quisieras. Y así aprendí yo a interpretar la hora en el reloj. El día 25 de diciembre de aquel año estaba yo encantado con mi relojito a medio día y cuando más contento estaba, tocaron a la puerta. Era una anciana quien se había quedado con sus ocho nietos pues su hija y su esposo habían muerto. Así que llegaron pidiendo una ayuda un aguinaldo. Esa señora había servido en la casa de mi mamá cuando ella era soltera y mi papá tratando de darles algo. Fue al ropero donde había centavitos y no había nada, sólo deudas cuentas por pagar era lo que había ahí, todo se lo había gastado en nuestros regalos de Navidad. Fue a la recámara a buscar ropa pero si daba algo sólo nos quedaríamos con lo que traíamos puesto. Fue a la cocina para ver si encontraba algo y darles de comer, y en ese momento o comíamos nosotros o comían ellos. Y desesperado entraba y salía para ver qué les daba.
En una de sus salidas se me quedó viendo, se acercó a mí y se puso de rodillas, de esa manera quedaba su rostro frente al mío. Me dijo ?Hijo, ¿a ti nunca te ha faltado qué comer verdad? No, no me ha faltado. ¿Tampoco dónde vivir? No. ¿Tienes a tus papás verdad? Y hasta un regalito de Navidad. Y me hizo caer en la cuenta de la abundancia que tenía yo. Pero hay gente hijo, que no tiene nada de eso, ni ropa, ni dónde vivir, ni qué comer, ni papás, mucho menos regalitos de Navidad, y ahí están afuera, ocho niños de ésos, asómate para que los veas. Los vi y mi papá me dijo entonces ?no te gustaría regalarles tu relojito a uno de ellos?. Sí. En ese momento sentí un gran orgullo de que él fuera mi papá, porque sabía que él confiaba en mí, yo me podía deshacer del relojito y se lo di. Él salió y dijo, aquí hay un relojito de Navidad para todos se los trajo el Niño Dios. Y todos, yo lo quiero, yo lo quiero. Con él van a jugar todos un ratito cada quien. Estaban todos muy contentos y yo viendo la escena. Entonces vi cuando mi papá le dijo a la señora con una cara muy particular es que no tengo más. Le quité su regalo de Navidad a mi hijo y no tengo más, si tuviera algo más te lo daba. Se fueron ellos y mi papá se les quedó viendo y entonces se regresó la ancianita y le agarró la mano a mi papá con la intención de darle un beso. No lo permitió, la tomó en sus brazos la volteó y la puso en camino, se fue la ancianita con sus nietos. Se puso de rodillas frente a mí y me abrazó con mucha fuerza, otras veces me había abrazado pero no como esa vez. Debió ser muy especial ese abrazo para que yo lo recuerde hasta la fecha. Como diciéndome, y ahora a ti qué te doy hijo o gracias o te privé o perdóname, no sé yo por qué no me dijo nada sólo me abrazó. A lo largo de mi vida me han hecho muchos regalos pero ninguno como el de mi papá, en el que me enseñó que nunca seremos tan pobres como para no poder dar algo a alguien. Pues la verdad entonces yo sentía que éramos muy ricos. Ésa era la sensación que yo tenía de niño que éramos ricos. Continuará...
Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y recibiendo sus comentarios en la dirección electrónica con, Germán de la Cruz Carrizales (pmger@hotmail.com pmger@todito.com).
Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana veremos la quinta parte de De Corazón... Gracias por su atención.
?Quien no vive para servir, no sirve para vivir?.
Mi madre, cuando no había suficiente para la cena con la alegría que la caracterizaba nos decía, ahora vamos a cenar como los ricos, y todos gritando exclamábamos sí sí, cortaba hojitas de hierbabuena o de menta de sus macetas y nos hacía un té, sacaba una mesita y las sillitas y decía así cenan los ricos y decimos ay qué suave, pero no había nada más, y entonces nos dolía el estómago y así nos íbamos a acostar decía yo, ¿así dormirán los ricos? Yo prefiero ser pobre, pues los ricos se la pasan muy mal.