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Familia Sirviendo a la Vida / De Corazón...

Germán de la Cruz Carrizales

(Quinta parte)

Continuación...

Mi madre, cuando no había suficiente para la cena con la alegría que la caracterizaba nos decía, ahora vamos a cenar como los ricos, y todos gritando exclamábamos sí, sí, cortaba hojitas de hierbabuena o de menta de sus macetas y nos hacia un té, sacaba una mesita y las sillitas y decía así cenan los ricos y decíamos, hay qué suave, pero no había nada más, y entonces nos dolía el estomago y así nos íbamos a acostar, decía yo, ¿así dormirán los ricos? Yo prefiero ser pobre, pues los ricos se la deben pasar muy mal.

La familia es muy importante para el desarrollo del ser humano, y me refiero a las dos clases de familias, a la consanguínea y a la humanitaria. Mi hermano mayor trabajó desde los quince años y me ayudó a estudiar mi carrera, me la pagó, no ganaba tanto pero yo estudié con beca en una universidad privada y mis amigos llegaban con sus carrazos y me di cuenta que no podía alternar con ellos en las fiestas, o competir con la ropa, o si nos pedían algún material pues yo lo conseguía de segunda o de tercera y ellos lo llevaban nuevo. Estando lejos de la casa y teniendo como único parámetro el dinero o las cuestiones económicas, pues yo decía ?sí somos pobres? y yo no quería que ellos fueran a mi casa. Me decían, ¿dónde vives? En Gómez Palacio, te vamos a ir a visitar a tu casa y yo decía, ¡No! Pues yo conocía las casas de ellos, y ya tenía yo diecinueve años, en la edad de presumir y nosotros no teníamos ni televisión, no había carro, no había teléfono. Decía yo cómo voy a invitar a mis compañeros a mi casa a ellos que les sobra el dinero. Sin embargo puedo decir que tuve buenos compañeros que llegaron a ir a mi casa, venían de Monterrey y se quedaban en mi casa. En aquel entonces el carro que traían era el Maverick el que estaba de moda, otro traía un Mustang y no pasaba nada. Pero te sentías incómodo cuando decían vamos a desayunar y pues a que están acostumbrados ellos a comer y cosas como ésas. Pero recuerdo un compañero, Juanjo que era de Matamoros, era el que traía el Maverick. Era feliz él en mi casa, su papá tenía tiendas, ranchos y no sé qué tantas cosas, tenían muchísimo dinero. Él me platicaba que recordaba mucho cuando se abrazaba de su mamá y se escondían en un clóset porque llegaba el papá borracho a golpearlos a él y a su mamá. Decía, no saben qué es eso, escuchar y ver que tus papás se golpean y se gritan, y no sabía cómo defender a mi mamá, pensaba que algún día nos iba a matar. Sin embargo aquí en tu casa se siente tanta paz, se vive tan tranquilo, se siente la felicidad, la armonía, en tu familia cantan, cuentan chistes, se ríen y sobretodo hay amor. Por lo que he tenido a lo largo de mi vida un ajuste de conceptos en los que finalmente retomé mis conceptos de niño.

Pero en algún tiempo me avergoncé de mi casa, me avergoncé de ver a mi papá en la mesa con el martillo y clavos reparando zapatos de mi mamá, de nosotros, con las manos con grasa, sudando con aquel calor en tiempo de verano, pues ni un abanico teníamos. En tiempo de frió ni el sol nos calentaba, teníamos que poner a calentar en la lumbre ladrillos y poner los pies para que no te salieran sabañones pues se abrían los pies del frió. Qué absurdo, avergonzarme de muchas cosas de las cuales ahora estoy orgulloso y que daría un brazo por poder decirle a mi papá ?perdóname por haberme avergonzado de ti?. De avergonzarme porque me aplaudiera por ejemplo: cuando iba llegando a la casa salía mi papá y me aplaudía y hacía una fiesta y todo mundo se daba cuenta que llegaba su hijo Ricardo, ?ahí viene mi hijo? y me aplaudía con fuerza. Imagínate cuando venía con compañeros de la escuela, ellos me preguntaban, ¿y ese señor que está aplaudiendo? No sé, siempre que llego lo hace, y pensaba dentro de mí: ?no me aplaudas papá, por favor?. Y ahora no sé lo que daría para que me aplaudiera otra vez. Él me decía, ?que no le dé vergüenza mijo?, y si le dicen algo pues les aplaudimos también a ellos. Y yo le decía no papá por favor.

Fue una vida muy bonita, y si me dijeran que si la viviría nuevamente, diría que sí. Si me preguntaran ?¿le cambiarías algo??, diría que no cambiaría nada. Fue una vida que nos dieron nuestros padres, alegre, divertida, enriquecedora, formativa, fue una mezcla que nos dieron en su justo equilibrio y que se ha horneado para dar el mejor guiso de la vida, que vale la pena saborear. Nos hace falta en la vida contar lo que traes de corazón... hacer una recapitulación de tu vida y tener conciencia que has venido para servir, tener una percepción de las cosas, yo creo que la percepción que cada quien tiene de su propia vida, nos ayuda a reenfocar la nuestra. Creo que cada etapa en la vida son estadíos de madurez, de niño ¿qué cosas como? Pues me gustan los chocolates, los dulces, las papitas, comida muy vistosa. No sabe que tiene que balancear sus alimentos, los carbohidratos. Un adulto sí, tal vez ya no come tantos carbohidratos, no tiene qué ser tan vistosa la comida, pero es más nutritiva, entonces en la vida tal vez en las experiencias que nos da Dios nos regala uno que otro chocolate como regalo espiritual para que lo disfrutemos como niños, esos niños que se acercan a Dios precisamente pues de ellos es el reino de los cielos.

Hasta el día que partieron mis padres fue un día de fiesta, en fechas diferentes cada uno, recuerdo, cuando partió papá, en la funeraria fue una velada en la que se reunieron sus amigos, la gente que compartimos con él la alegría de vivir, se cantó, se platicó, se vivió una fiesta verdadera en presencia de él. En los últimos días de mi madre, recuerdo que llegó Germán un día al hospital y nos pusimos a orar por ella, y luego con esa dulce voz chispeante me decía: ?Riky, dame una galleta?, pero mamá, los médicos no lo permiten. Riky, una galleta por favor, y me hizo ir en ese momento a la cocina para que trajera un platito con cinco galletas marías, mismas que le di y se comió con la misma alegría con que vivió su vida. Al acabárselas me decía nuevamente Riky más galletas, pero mamá ya fueron suficientes, no hay más, Riky más galletas, ahora voy por más mamá, Riky, menos palabras y más acción. Así era mi madre, alegre y de cada momento te enseñaba lecciones de amor y positivismo, de no planear sino de hacer las cosas. En una ocasión estando en el hospital y después de una intervención muy dolorosa en su pierna, de manera inconsciente se quejaba del dolor que seguramente la atormentaba, cuando se dio cuenta que estaba ya avanzada la noche y que turbaba con su lamento el silencio de la habitación, se disculpó por ello conmigo y me dijo no lo puedo evitar hijo. No te preocupes mamá. Es un acto reflejo que no puedo evitar y a mí me da lo mismo sacar ese aire en forma de dolor o en forma de notas musicales y entonces se puso a cantar, nos pusimos a cantar, fue una de las últimas lecciones que mi madre me enseñó sobre la vida, que si la vida te da limones, hay que hacer limonada y disfrutarla. El día que partió, el día que mi padre vino por ella y que Dios seguramente la llevó a su lado, estando en la casa y esperando que el último momento llegara, me puse a tocar en el piano aquella canción que tanto le gustaba y con esas notas que tanto disfrutaba se fue, dejando en su cara una expresión de satisfacción, de satisfacción de haber cumplido con la vida, con su familia, con la gente que la conoció y aquéllos incluso que se encontraron con ella en la vida aunque sea por un instante. Quisiera terminar estas palabras haciendo un homenaje a todos los papás y mamás que son el sustento de la sociedad, de las familias a través de lo que de corazón... les escribí un día a mis padres y que son las grandes bendiciones con que Dios me sigue favoreciendo.

Mi viejo amigo, llave de mil puertas: ¿a quién creíste que engañabas cuando depositaron las últimas flores sobre tu tumba? Entre cuerdas de guitarra y aplausos entusiastas, tus hijos y tus amigos entonamos aquella mañana un adiós muy sentido pero muy poco convencido. Ninguno creía verdaderamente que te hubieras ido... La sonrisa de don Roque el zapatero; el rostro radiante de los dueños de la panadería de la esquina; las palabras sencillas en la voz quebrada de tus amigos que te sobrevivieron, parecían todos ellos seguir festejando los días posteriores a la Navidad y tan próximos ya al Año Nuevo. Tu muerte fue un aplauso, un himno, un abrazo. Un amanecer violeta de diciembre iluminó el lápiz labial que dejó tu esposa como beso de buenas noches en tu frente, ahora, al parecer, sin vida. De no haber sido por el piano que reclamaba tus manos fuertes y cariñosas, por tu sillón ahora vacío, por las fiestas llenas de globos pero ausentes de tus chistes, no nos habría asaltado la duda de que verdaderamente te habías ido. Hoy hace diez años que he querido dejarte partir pero la calidez de tu abrazo, tu ingenio para unirnos, tus anegadotas en los talleres del ferrocarril, la verticalidad en tus juicios y la devoción que tuviste para mi mamá se empeñan en quedarse aquí. Y es inútil despedirte porque no te fuiste... Porque no te vas... Porque estás decidido a nunca partir... Papá. Con profundo amor, tu hijo Ricardo.

Muchos días de éstos mamá: ¿cómo reclamarte tantos días sin sentirme culpable? De tu mundo color de rosa. Enamorada y al lado de un hombre forjado entre las máquinas, emprendiste, no sé si lo meditaste, la tarea de alcanzar una talla humana más allá, muchas veces más allá del promedio que yo conozco. Guardaste silencio cuando muy bien te pudiste haber quejado: ?no hay dinero?, ?tenemos ocho años de casados y no tenemos hijos?, ?este vestido ya lo he modificado seis o siete veces?, ?tenemos qué irnos a lugares inhóspitos por una miseria de sueldo...?. Hubiera sido muy válido... Sin embargo, preferiste convertir en un canto alegre tu despertar junto a los montones de ropa para planchar, en un canto valiente tu salir a buscar trabajo y en canto de cuna tu compañía, tus tés, tus fomentos para tus hijos en cama. Tu vida fue un poema cantado en torno a una palabra. Tu palabra preferida que fue también tu filosofía: ?vamos?. Y ?vamos? es; vamos a pasear, vamos a aprender, vamos a convivir. Siempre has dicho que ?vamos? implica una meta, un camino y una compañía. Y así es tu vida, llena de sabiduría porque has elegido un ?a dónde?, un ?cómo? y un ?con quién?... y nunca te he visto defraudada. Recuerdo cuando buscando en el ropero unas fotos descubrimos una boleta tuya de calificaciones de sexto de primaria y sólo vimos ?seises?. Te reíste despreocupada al verte descubierta... No me importa, mamá. Hay gente que pasa su vida aprendiendo y no aprende a vivir. Tú aprendiste de la vida y la vida te puso un ?diez? de amor y alegría. Lo que te reclamo, mamá es ¿por qué nunca te quejaste? Así habría aprendido a ser asertivo y manifestar mis molestias. ¿Por qué fuiste tan valiente? Así no tendría vergüenza de acobardarme; ¿por qué no me enseñaste que las personas que se aman también pueden enojarse? Así podría aclarar mis diferencias con las personas que amo; ¿por qué no me enseñaste que en el mundo existían personas malintencionadas? Así hubiera sido prudente. Pero ¿cómo reclamarte sin sentirme culpable? Es más ¿cómo reclamarte el no haber aprendido tu categoría moral? Viviste 31,592 días de risas cristalinas, de notas de piano, Chopin, Beethoven, de voces de ópera, Verdi, Puccini, de ratitos frente a la tele, de tus amigas que te cuentan chistes, de los abrazos y el cariño de tu esposo, de la gratitud de tus hijos, del azul de la tarde, de tu enervante recorrido por Sudamérica, de tus clases de tejido, de Blanca Inés, de las Chapa, de las Anchondo, del saludo sincero y afectuoso de tus vecinas, del grato y perfumado recuerdo de tus amigas que se te adelantaron. Mamá, a tu lado viví y recordaré muchos días de éstos. Con profundo amor y un beso, agradeciendo a Dios por todo lo que me ha dado en la vida, tu hijo Ricardo.

Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y recibiendo sus comentarios en la dirección electrónica con, Germán de la Cruz Carrizales (pmger@hotmail.com pmger@todito.com).

Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana empezaremos un tema nuevo. Gracias por su atención.

?Quien no vive para servir, no sirve para vivir?.

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