(2ª. Parte)
Continuación...
Así fue mi relación con Cristo, pues hasta los veintidós años que hice mi Primera Comunión en la Iglesia Católica, no lo conocía, nací en 1955 y sigo sin conocerlo, a pesar de haber tenido varios encuentros con Él, muy evidentes, casi sobrenaturales se podría decir, y sigo sin conocerlo.
-Germán: les he participado Ricardo, a este grupo, la experiencia que viviste en Saltillo, aquel viaje de Saltillo a Monterrey.
-Ricardo: en los altibajos, de creer mucho y de luego apartarme de Dios y luego volver a creer. Yo estaba estudiando una maestría sobre educación en Monterrey, pero vivía en Saltillo con mi hermano, que trabajaba en una empresa automotriz y yo vivía con él. Entonces yo iba y venía todos los días a Monterrey. En una de las materias que estudiaba, a una de las maestras se le ocurrió que hiciéramos un trabajo sobre ?el amor?, y la diferencia entre ?el amor? y ?enamoramiento?. Para eso consultábamos diferentes libros y veíamos películas. En esos días consultando la Biblia para mi trabajo, me iba en el autobús a Monterrey, y yo no me iba a tomarlo en la central, sino que lo esperaba en un crucero sobre su ruta, y en el camión pollero que tomaba, nunca me tocaba asiento, siempre me iba parado al igual que mucha gente que hacía lo mismo que yo. Parado así como iba, leyendo en la Biblia unos pasajes, más que letras impresas sobre un papel, parecía que tenían vida, y que esas palabras llegaban a mí y se podían convertir en un sentimiento, y también en una actitud, y me decía ?esto es verdad- yo tenía clases de lunes a jueves pero era un viernes que pensé que tenía una asesoría con una maestra allá y ese día no me llevé la Biblia pues traía muchos libros, pero voy a tratar de mediar en el camino todo esto. Y eso me surgió porque el jueves anterior, el día anterior, cuando llegué a la escuela me encontré con un amigo que tenía una religión diferente a la católica (evangelista, protestante no sé) pero nos encontrábamos y siempre platicábamos sobre muchas cosas y ese día el jueves estaba muy bonita la tarde, mira el atardecer y la puesta del sol y qué bonitos colores, cuanto nos debe querer Dios, Dios es un poeta y sobre eso versaba nuestra conversación. Nos preguntábamos ¿cómo debió haber sido Él? Cómo me gustaría ?dijo él- regresar en el tiempo y hablar con San Lucas, San Juan, no sé y preguntarles platícame de tu amigo Jesús cómo es Él cómo lo conociste. Eso sería muy bonito pero a mí se me haría más padre, platicar con la mamá de Jesús, estar sentados imagínate y que hicieran gorditas en un ambiente rico, familiar acogedor, porque debió haber sido así esa mujer. Pero platicando dijimos, ¡¡¡no!!! mejor sería platicar con Él con Jesús, cómo sería estrechar su mano, cómo sería abrazarlo, cómo sería estar frente a Él y encontrarte con su mirada, esa mirada inteligente, dulce, comprensiva, pues hay personas que tienen esas miradas, de amor, de compasión, de alegría, de sabiduría, como debió ser la mirada de Jesús. Y nos quedamos con esas imágenes en la mente. Él se fue a hacer sus actividades y yo a las mías. Al día siguiente yo venía pensando mucho en eso y llegué a la esquina donde ordinariamente tomaba el autobús de Monterrey Saltillo, en un Transportes del Norte nunca pues siempre traían su pasaje completo y no permitían que nadie fuera de pie. Entonces vi un Transportes del Norte y pensé ahora tengo ganas de irme sentado de aquí a Monterrey, entonces le hice la parada. Y contra mí desesperanza se detuvo el autobús y me subí, curiosamente había un espacio vacío, un asiento, cuando me iba a sentar la persona que iba en ese asiento tomó su saco y quitó un libro. Me senté y como soy bien averiguador, le saqué plática de inmediato, oye ¿qué libro es ése? ¿Es el de San Juan de la Cruz verdad? Pues estaba empastado igual al libro de ese título que yo tenía. Me dijo ¡no! es un misal ordinario. Entonces ¿eres seminarista? No ya soy sacerdote respondió. ¿Eres gringo, de dónde eres? Pues se veía como extranjero. No, soy español respondió. ¿Y a qué orden perteneces? Y me dijo a qué orden pertenecía. Alma de los Ángeles, algo así, a lo que yo le respondí ?no había escuchado antes ese nombre de congregación. Y ¿cuál es la misión de ustedes? Bueno pues es hacerle descubrir a una persona, que esa persona puede convertirse en un ángel para alguien más. Y ¿cómo es eso? Mira tú puedes hablar con una persona, pero si tú olvidas, marginas, soslayas el hecho de cómo es esa persona para ti, entonces el ángel de esa persona usa tus palabras, tu voz tus manos y le habla a la persona con la que estás. ¿Ah sí? Y me empezó hablar sobre la naturaleza de los ángeles, que eran espíritus puros y me sorprendió la forma de hablar de este personaje particular pues las cosas profundas que hablaba las hacía muy sencillas, y las cosas que eran sencillas le daba un matiz de seriedad y de profundidad que no me había percatado antes y así transcurría el viaje, tenía un sentido del humor increíble, me platicó chistes nos fuimos cantando. ?El tiempo que se hacía de Saltillo a Monterrey en ese tiempo era más de dos horas pues había una desviación, pues la carretera la había destrozado el huracán Gilberto. A mí se me pasó como un polvo. En el trayecto, me platicó que había estado en Saltillo y conoció a una pareja y me dio sus nombres, me dijo él es un doctor, y él y su esposa son una maravilla. Si tienes la oportunidad de contactar con ellos después, háblales porque se pueden enriquecer mucho mutuamente. Bien -le dije-.
¿Vas a ir a misa? -Me preguntó-. A misa, no, le dijo yo voy a la escuela. Así que no vas a ir a misa, me dijo. No respondí. Mmmmmm expresó- como diciendo ya veremos. Entre mí me decía, cómo voy a ir a misa. Terminó el viaje y llegamos a la central camionera de Monterrey y ahí me dijo ?mira siempre que me encuentro yo con alguien hago una oración, ¿quieres una oración conmigo? -¡Claro por supuesto! Y cuando empezábamos hacer la oración y toda la gente se había bajado ya, el chofer nos dijo: -Hey ustedes dos ¿no se van a bajar? Ya nos vamos para Tampico, no ya nos vamos a bajar. Nos bajamos y le dije, ¿ya comiste? No, todavía no, estaba tan rica la plática con él que decidí invitarlo a comer en el restaurante que está enfrente de la central. Vamos a comer ¿qué gustas, chiles rellenos? No, respondió porque después voy andar como dragón echando humo, bueno entremos, nos sentamos, pedimos de comer y cuando él bendijo los alimentos. Me le quedé viendo y tuve una sensación, a nivel certeza pero que mi conciencia me impedía aceptar, siendo una certeza interna. Dije él es Jesucristo, y me quedé así nada más, seguimos comiendo, igual mientras comíamos hablaba muchas cosas y cuando terminamos de comer dijo ?bueno ahora si quieres hacemos la oración. Claro que sí, dije, me pidió que cerráramos los ojos, los cerré, pero tuve que abrirlos de inmediato porque cuando cerré los ojos sentí que el piso había desaparecido de mis pies, abrí los ojos, vi el piso. Cuando vi a la gente que estaba en el restaurante, vi a la gente, pero no veía el exterior de la gente, su superficie, su piel, su vestimenta. Veía la realidad ontológica que llaman los filósofos y es la realidad del ser que va más allá de las apariencias. Entendía que esa gente que estaba ahí eran mis hermanos. Y creo que Él vio mi expresión porque me dijo ?esto que estás viendo es más verdadero que la realidad a la que estás acostumbrado- cierra los ojos. Cuando me tomó las manos, desapareció toda sensación, yo no sé si pasaron un año, diez, cincuenta, una eternidad, tres segundos. La sensación de tiempo desapareció en mí y me sumergí en una sensación de eternidad. Cuando volví abrir mis ojos, él me estaba viendo y tocándome. Entonces pensé ?yo le tengo qué preguntar si es Jesucristo- no me puedo quedar con la duda porque ya me había ocurrido algo similar siendo niño y que entonces no le pregunté. Pero al mismo tiempo me sentía torpe y ridículo de preguntarle: ?¿Tú eres Jesucristo??. No me atreví, pero le comenté aquella experiencia que había tenido yo de niño.
De niño nosotros tuvimos mucha escasez económica, tanto así que a veces nos preguntábamos qué comeríamos ese día. Mi papá tocaba el piano en un restaurante y mi mamá también trabajaba, pero éramos seis. Un 24 de diciembre mi papá tuvo qué salir a trabajar, pero esa noche nos invitaron a cenar unos vecinos y a mi mamá le dieron para llevar una bolsa de tamales porque sabían que no había para el día siguiente y le dieron esa bolsita. En el trayecto de casa de esos vecinos a la mía, pasamos por un taller mecánico y mi mamá que nos traía a mi hermano más chico y a mí cobijados con el abrigo, mis otros hermanos todos abrazadillos porque estaba haciendo mucho frió. Eran como las dos de la mañana. Al pasar por el taller volteó mi mamá y vio al mecánico, que en ese momento estaba de velador también. Le dijo mi mamá ?¡¡buenas noches señor!! -Buenas noches señora, respondió. ¡¡¡Feliz Navidad!!! Que pase feliz Navidad usted también señora. Y el señor traía nada más pantalón el torso desnudo y sin zapatos, ahí arrinconado. Mi mamá siguió caminando con nosotros a sus lados y ella con la bolsa de tamales. Se detuvo, se fijó en la bolsa de tamales, nos vio a nosotros y se regresó y le dijo al señor, -¿señor le gustan los tamalitos? -¡¡Sí señora!! ¿Quiere uno? Gracias. Se acercó el señor, pero para mí que tenía como seis años era una sensación de magia, de un personaje nunca antes visto que venía hacia nosotros. Llegó y mi mamá le entregó la bolsa de tamales coincidiendo las cuatro manos dos de mi mamá y las dos del señor. Y aunque las de mi mamá eran muy queridas por mí, y estaban muy blanquitas y las del señor estaban sucias y duras. Entonces a mis seis años entendí que quien dignificaba el acto era el mecánico, el señor, no mi mamá, pero yo sentí que mi mamá se llenaba de bendiciones, en el momento en que le entregaba los tamales. Dijo ¡¡¡Gracias señora!!! Se dio la vuelta se fue y se perdió en la oscuridad con los tamales, y me quedé viéndolo mientras se perdía. En el trayecto que faltaba a la casa mi mamá se fue llorando, entonces yo le doy gracias a Dios cuando me pone un sentimiento como ése. Y me dije ¿por qué nunca le pregunté a ese señor si era Jesucristo? Continuará...
Esperamos seguir contando con su atención en ésta su columna y recibiendo sus comentarios en la dirección electrónica con, Germán de la Cruz Carrizales (pmger@hotmail.com pmger@todito.com).
Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. La siguiente semana veremos la tercera parte de De Corazón... Gracias por su atención.
?Quien no vive para servir, no sirve para vivir?.