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Familia Sirviendo a la Vida / Dignidad Sexual

(Primera Parte)

La dignidad del hombre y la mujer constituye el fin último de la sexualidad. El noviazgo constructivo y las caricias bien llevadas proporcionan una dignidad temporal. La dignidad definitiva se alcanza siempre a través de una espera edificante o de un matrimonio sano. La dignidad sexual es un nivel de madurez que permite a la persona comportarse con decoro y valoración total de su ser. No es preciso estar casado ni tener pareja para alcanzar la dignidad; no obstante, cuando se logra, siempre se experimenta:

-Respeto a sí mismo.

-Equilibrio de cuerpo y alma.

-Capacidad para ofrecer testimonio público de las convicciones.

-Un quinto cofre cerrado y custodiado.

Respeto a sí mismo. Al respetarse a sí mismo, el ser humano respeta también a su pareja, si la tiene, y sabe darle su lugar. Ser cuidadoso y llevar las relaciones sexuales en tiempo de calidad es muestra de respeto. Un hombre procura esperar a la mujer. Una mujer intenta seducir al hombre. Algunos varones en su misma luna de miel cometen el terrible error de apresurarse al grado de forzar y lastimar a su esposa. Algunas mujeres recuerdan la primera noche como una experiencia triste y dolorosa porque su esposo llegó a ella sin el respeto necesario para ser paciente y cariñoso. El respeto propio, a la pareja y a la sexualidad es el primer indicio de la dignidad.

Equilibrio de cuerpo y alma. Ser equilibrado es ser feliz, pero sin olvidar ser responsable; disfrutar las sensaciones del cuerpo, sin separarlas de la fuerza del alma; admirar la belleza física, sin olvidar la belleza interior. Ser equilibrado es ser profundo. Ver más allá de lo aparente y no dejarse llevar por los impulsos. La pareja equilibrada disfruta sus diferencias sexuales, pero nunca pierde el contacto espiritual.

Capacidad para ofrecer testimonio público. Analizando el esquema de este programa de valores, el origen de la verdadera dignidad es la espera edificante. En ella se produce un cambio interior profundo. Sólo después de ese cambio pueden propagarse los valores propios. Cuando se ha logrado la verdadera dignidad, no se tienen reparos en declarar abiertamente las convicciones. El individuo las expone y las lleva a la práctica. Poseer dignidad es ofrecer testimonio de cambio.

Dignidad es poner llave al quinto cofre. Antiguamente se creía que una membranilla como el himen representaba el quinto cofre lleno de riquezas. Hoy se sabe que eso es una idea absurda, pues con la pornografía, las orgías, la masturbación vicio, las desviaciones, la sodomía y otras prácticas se puede ensuciar el cofre sin perder el himen. La verdadera dignidad sexual se encuentra en el respeto propio, el equilibrio, el testimonio y el cuidado de las zonas íntimas. Cerrar el quinto cofre y custodiarlo es un acto de responsabilidad y madurez sexual. Es conveniente, al hacerlo, escribir una nota para la persona que algún día tendrá acceso a ese quinto cofre.

Señor: Sé que puedo hablarte, que puedo confiarte cosas grandes y pequeñas, porque Tú eres mi Señor. Quiero pedirte hoy algo muy especial. Quiero poner en tus manos a la persona de la que algún día estaré enamorado (o de la que ya estoy), con quien compartiré mi vida entera. Te pido que la bendigas, la cuides y la ayudes. Dondequiera que ande, bendice su camino, conserva su ánimo. Guía sus pasos, fortalece su corazón, muéstrale tu misericordia... no permitas que nada dañe su capacidad de amar. Aun si no conozco a esa persona todavía, llénala de alegría, hazla generosa y a mí ayúdame a ser mejor, hazme digno de estar a su lado, bendícela y llénala de amor, y finalmente te pido que me ayudes encontrarla y a estar con ella.

Carta a mi pareja definitiva

?Hoy he decidido guardar mi sexualidad para ti. Te respeto y me respeto. Concibo el sexo como algo grande y hermoso. Eres la persona que esperé durante toda la vida. Mereces lo mejor de mí, cosas que no he compartido con nadie: mis secretos, mis anhelos, mis recuerdos más profundos, mi cuerpo y mi espíritu al desnudo... He decidido entregarte todo. No quiero reservarme nada. Esta carta es más valiosa que el propio anillo de compromiso. Es nuestra. Es secreta. Representa la llave de mi intimidad. Algo exclusivo para compartir contigo, la muestra fehaciente de mi amor por ti?.

Quiero compartirte una historia real, escrita por un hombre, que nos manifiesta de qué manera Dios remuneró esa espera edificante, de qué manera encontró al final del camino, lo que tanto buscó, después de haber vivido plenamente su dignidad sexual.

Es la historia de Germán de la Cruz y Lupita Ramírez, él era un hombre de 26, 27 años de edad que había luchado mucho por tener un capital afectivo y hasta económico, era un profesionista, era un buen hombre, pero estaba solo, no tenía a su pareja, era la época de la Segunda Guerra Mundial. Un día decepcionado y triste fue a una biblioteca pública, buscando un libro, un libro que le hiciera olvidar su tristeza, y encontró uno, un libro extraordinario que a él le llamó mucho la atención. Era un libro lleno de conceptos de esperanza, un libro lleno de conceptos de superación, pero lo más impresionante es que al margen de cada hoja había con letra manuscrita de mujer, una serie de anotaciones muy agudas muy inteligentes. Germán dijo ?caray quién donó este libro a la biblioteca, qué mujer o qué persona lo trajo aquí, porque yo quisiera conocer a alguien que piense así?.

Fue con la señorita encargada y le pidió por favor los datos de quién había donado el libro. Esta mujer después de mucho tiempo, después de mucha súplica accedió a darle la información. Le dijo ?mire, lo único que tengo en mi registro es un nombre y un domicilio, se llama Lupita Ramírez y está en esta dirección. Él fue a tocar la puerta a esa dirección, no sabía quién era Lupita Ramírez, solamente sabía que estaba muy solo y que necesitaba encontrar una amiga que pensara así, como él. No había nadie esa tarde en la casa de Lupita y él fue llamado a la Segunda Guerra Mundial, a representar a su país, Estados Unidos.

Se incorporó a las filas para combatir en Europa y desde allá le escribió una carta a Lupita diciéndole: ?No sé quién eres, no sé si eres casada o soltera, viuda o divorciada, joven o anciana, solamente sé que quiero tener una amiga como tú, me identifico mucho con el libro que donaste y sobretodo me identifico con tus anotaciones, con tus comentarios, quiero saber quién eres, quiero conocerte...? La semana próxima continuaremos con esta historia.

Reiteramos nuestro agradecimiento a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector, quien hace que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. El próximo tema a tratar será la segunda y última parte de Dignidad Sexual y además el fin de este capítulo de sexualidad, el que hemos tratado a lo largo de varios meses. Esperamos sus comentarios sobre los temas aquí expuestos en su columna Familia Sirviendo a la Vida pmger@hotmail.com y pmgerxxi@yahoo.com. Gracias por su atención.

?Quien no vive para servir, no sirve para vivir?.

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