(Segunda parte)
El amor y el hogar
Las exigencias para un ambiente familiar. Para poder infundir a una casa ambiente de hogar, se requiere, primeramente, que ella ofrezca las condiciones materiales mínimas de espacio y comodidad que una familia necesita, biológica y psicológicamente, para su desarrollo normal. Eso se ve imposibilitado por la falta de privacidad y miseria, que generan nerviosismo, irritabilidad, promiscuidad. Es el drama de millones de familias en nuestro continente, como consecuencia de sus problemas habitacionales y económicos. No logran crear un ambiente de hogar digno, porque viven en condiciones materiales indignas de seres humanos.
Mas allá de ese mínimo material indispensable, se requiere que el aspecto físico de la casa (por modesta que ésta sea) refleje algunos rayos que son siempre inseparables del sol del amor, que manifiestan preocupación por hacer la vida más agradable a los demás: orden, limpieza y belleza. Nada de esto requiere grandes gastos. Se logra sólo con amor y esfuerzo. En la casa más humilde, un vaso con algunas flores sobre la mesa, es ya signo de que alguien está cuidando de que en ésta haya más alegría. Muchos otros detalles semejantes nos invitan, junto con entrar en una casa, a sentirnos acogidos o molestos en ella. Son cosas al parecer pequeñas, pero decisivas para un buen ambiente, y para evitar muchas peleas. Dentro de ese mismo campo, es importante también que el arreglo de la casa responda, en la medida de lo posible, a los gustos de todos, para que puedan así sentirse a sus anchas.
Pero, ciertamente, lo que con mayor fuerza sella el ambiente de una familia, es el tipo de trato que se da entre sus miembros. Aquí es importante revisar tres cosas.
Antes que nada, el vocabulario: en él se juega el respeto ante los demás, que es la primera condición para sentirse acogido y querido. El uso de palabras groseras o de insultos es la antesala de la violencia. Además, atrofia el sentido para la delicadeza, sin la cual no puede crecer el auténtico amor. También son muy importantes la amabilidad y servicialidad mutuas, pues de ellas dependerá hasta qué punto se genera un clima de egoísmo –en el que cada uno procura tan sólo la propia comodidad- o una atmósfera cálida de generosidad, donde la preocupación de cada uno por los otros está permanentemente estimulado y exigiendo iguales respuestas de los demás. Finalmente, reviste especial importancia las expresiones de cariño que se den en una familia porque un cariño que no se expresa termina muriéndose. Aquí debe atenderse al nivel de diálogo (que manifiesta el grado real de interés por los demás, y estimula la confianza y el intercambio), a las formas de saludo y también, al tipo y frecuencia de las caricias.
Es cierto que el ambiente del hogar depende de todos. Pero es de los padres la principal responsabilidad de impregnarlo, dando el ejemplo de lo que quisieran como estilo para su familia. A ese respecto, en lo que toca al trato mutuo, es importante que comparen su vocabulario, su amabilidad y sus actuales expresiones de cariño, con lo que fueron en tiempos de su luna de miel. Si quieren vivir en familia un amor tan hermoso como en aquella época, deberán procurar rodearlo de un ambiente semejante al de entonces. El índice más claro de sus logros será el ambiente de alegría que reine en su casa.
Costumbres familiares y vida religiosa. Todas aquellas cosas que con mayor fuerza sellan el ambiente del hogar, no deben quedar abandonadas a la fluctuación de las ganas o a los estados de ánimo, sino asegurarse mediante costumbres familiares. Éstas equivalen a las “leyes” no escritas de la familia. O a las “estructuras” que condicionan y regulan su vida. Desde la limpieza y el orden, hasta el vocabulario y las formas de saludarse o expresarse cariño, todo ello debe sustentarse en costumbres nacidas de la experiencia misma de cada hogar. Especialmente importante para el orden, es por ejemplo, el horario de levantarse. La unidad familiar depende sobre todo de las costumbres acerca de las comidas, de sus horas, de la posibilidad de hacerlas en común, de si durante ellas se conversa o se ve televisión. Otra costumbre clave es la que fija el sistema de permisos de los hijos (para fiestas, paseos, horas de llegada): pues allí se decide el delicado equilibrio entre confianza, libertad y respeto.
Pero, sobre todo, la estabilidad del buen ambiente de un hogar se asegura si se la ancla “hacia arriba”: en Dios. Ello supone que el ambiente de la casa esté sellado por su presencia. A ello ayuda la existencia de imágenes religiosas, sobre todo en algún lugar que tenga el carácter de “altar familiar”, donde a veces se rece en común y se recuerde que la casa es un “santuario doméstico”, como lo ha llamado Juan Pablo II. También es muy valiosa la costumbre de rezar en la mesa, que hoy está renaciendo con fuerza. Todas estas cosas fomentan la conciencia de que el Dios Amor está entre nosotros, y facilitan el respeto, la servicialidad, el cariño. Por otra parte, la familia cristiana debe pedir siempre el don de poder asemejarse a esa familia modelo de todas las otras, que fue la sencilla familia de Belén y Nazareth.
CUESTIONARIO
(Para contestarse en pareja)
¿Me he sentido alguna vez como si no tuviera hogar en el mundo? ¿Por qué necesitamos un hogar? ¿Qué significó para mí la casa propia, o qué significa su esperanza?
¿Hay casas que no son verdaderos hogares? ¿Por qué? ¿Qué cosas me ayudan a sentir mi casa como un hogar? ¿Cuáles no?
¿He experimentado cómo afectan la vida de hogar las limitaciones materiales? ¿Cómo anda el estilo de trato en mi casa (vocabulario, amabilidad, expresiones de cariño)? ¿He cambiado yo en esto desde la luna de miel? ¿Por qué?
¿Cuáles creo yo que son las costumbres que más han colaborado a un buen ambiente en mi hogar? ¿Y cuáles no? ¿Qué cosas ayudan en mi casa a tener más presente a Dios?
Agradecemos como siempre a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien con su realimentación constante hacen que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. El próximo tema a tratar será El Amor y el Trabajo, primera parte. Esperamos seguir contando con sus comentarios sobre los temas aquí expuestos, enviamos un saludo a todos nuestros seguidores de la Comarca Lagunera, que cada vez son más; gracias por sus correos a todos hemos dado contestación. Esperamos seguir recibiéndolos en su columna Familia Sirviendo a la Vida así como sus comentarios siempre bienvenidos en la dirección electrónica pmger@hotmail.com, pmger@latinmail.com y pmger@todito.com Quienes desean consultar temas pasados los pueden encontrar en la página electrónica www.elsiglodetorreon.com.mx, Sección Nosotros. Gracias por su atención.
“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.