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Familia Sirviendo a la Vida| El amor y el hogar

Germán de la Cruz Carrizales

(Primera Parte)

El Hogar, una Necesidad. Hoy todos se quejan de vivir en un mundo frio e impersonal, donde el hombre se siente como un grano de arena, perdido en la masa, o como un insignificante tornillo de una maquina gigantesca. Nadie pareciera interesarse en él como persona. Aunque vive rodeado de gente (en grandes poblaciones o en edificios de departamentos), conoce escasamente a sus vecinos, y a menudo sufre una soledad tan profunda, que le lleva a la angustia y la neurosis. Ello le hace sentir la urgente necesidad de encontrar un lugar donde ser amado, acogido y valorado de una manera personal. Porque las experiencias de amor no se hacen en el aire, sino en lugares concretos, siendo el principal de ellos el propio hogar.

El hombre es, de hecho, como una planta: para crecer sano y fuerte frente a la vida, necesita echar raíces profundas, que lo nutran y afirmen. Tales raíces son, en primer lugar, aquellos vínculos de amor personal que lo arraigan al corazón de Dios y de sus seres queridos. Sin embargo, como ser corporal, el hombre necesita símbolos de su mundo espiritual. De allí la necesidad de echar también raíces en algún lugar físico, que le evoque a aquellas personas cuyo corazón en su lugar espiritual de descanso y apoyo.

Eso es el hogar: el gran símbolo del corazón de Dios, la casa paterna de la cual todos venimos y hacia el cual vamos, el único lugar capaz de procurarnos ese cobijamiento cálido y total y esa seguridad de roca que todos buscamos. Pero el hogar es asimismo el símbolo de nuestras raíces humanas, el lugar de encuentro con los seres que más amamos aquí en la tierra, y en cuyos corazones también encontramos acogimiento y morada. De allí que, junto al anhelo de poseer una familia, todo hombre desee, imperiosamente, tener una casa propia donde encontrar un hogar.

El Hogar un Ambiente. Sin embargo, no toda casa constituye automáticamente un hogar. Hay casas de familias que, simplemente, funcionan como hoteles, pensiones o moteles. Son lugares donde se llega a dormir y comer, pero donde cada cual vive por su cuenta, muchas veces ni siquiera son capaces de compartir un mismo televisor. El hogar es una casa donde uno realmente se siente “en casa”: porque allí es amado y puede amar, y porque allí encuentra corazones que le acogen y que él puede acoger. El hogar es para el hombre, lo que el centro de su tela para la araña: el punto donde se atan y entrecruzas aquellos vínculos fundamentales de amor que sostienen su vida y su felicidad. En él se realizan también aquellas experiencias de amor que, humana y religiosamente, sellan del modo más profundo su vida.

Resumiendo, podemos decir: al hogar lo constituye el “ambiente de amor” que reina en una casa. Tal ambiente es como un clima psicológico que lo impregna todo, influyendo fuertemente a las personas. Si lo que penetra la casa es, en primer lugar, la luz y el calor del amor, el ambiente será como el de un día de sol: impulsará a la alegría y a la comunicación. Si todo, en cambio, está invadido por el frió del egoísmo y la indiferencia, cada uno tenderá a encerrarse en sí mismo.

De allí la importancia del ambiente que haya en nuestra casa.

Agradecemos como siempre a quienes hacen posible estas publicaciones y sobre todo a usted amable lector quien con su realimentación constante hacen que este proyecto contribuya a fortalecer nuestras familias y sus valores. El próximo tema a tratar será El Amor y el Hogar Segunda Parte. Esperamos seguir contando con sus comentarios sobre los temas aquí expuestos, enviamos un saludo a todos nuestros seguidores de la Comarca Lagunera, que cada vez son más y a quienes hemos dado contestación a todos sus correos.

Esperamos seguir recibiendo sus cometarios en su columna Familia Sirviendo a la Vida así como sus comentarios siempre bienvenidos en la dirección electrónica pmger@hotmail.com, pmger@latinmail.com y pmger@todito.com

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“Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

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