“El fideicomiso es el instrumento
que inventó el diablo para beneplácito
de los banqueros”.
Adolfo Hegewisch
Estamos en los tiempos de la transparencia, o por lo menos eso es lo que nos dicen nuestros políticos. El gasto público federal es revisado por las contralorías internas de cada dependencia, por la Secretaría de la Función Pública y por la Auditoría Superior de la Federación. Sin embargo, los fideicomisos se han convertido en el nuevo instrumento favorito para ocultar los usos del dinero público.
Un fideicomiso (del latín fideicomissum, “comisión” o “encargo de fe”) era tradicionalmente una disposición de dinero encomendada a la buena fe de alguien para su entrega final a una tercera persona. El fideicomitente depositaba una cantidad en un banco, o se la encargaba a alguien de su confianza, con el propósito de preservar el valor hasta la entrega final a un fideicomisario, usualmente un hijo.
En el México actual, sin embargo, el fideicomiso ha asumido con frecuencias características completamente distintas. Siguen existiendo los fideicomisos privados, cuyo propósito usual es aún el de preservar un patrimonio para un hijo o para una causa determinada, pero en el sector público los fideicomisos se han convertido en simples instrumentos para ocultar el manejo de los fondos públicos.
El auditor superior de la federación, Arturo González de Aragón, ha denunciado ya en varias ocasiones el empleo de los fideicomisos como manera de evitar que el público sepa en qué usan nuestro dinero los políticos. En una reciente entrevista con Daniel Lizárraga de La Revista, el titular de la Auditoría Superior de la Federación denunciaba que hay 1,353 fideicomisos de fondos públicos que en conjunto ocultan el manejo de 662 mil millones de pesos.
Si los recursos públicos se manejan a través de los presupuestos normales, su revisión es relativamente sencilla. La auditoría la realizan de manera corriente los organismos oficiales destinados para ello. Por otra parte, los gobernados podemos solicitar el detalle a través de la Ley de Acceso a la Información.
En el momento en que el dinero entra en un fideicomiso, sin embargo, la posibilidad de seguirle el rastro desaparece. El secreto fiduciario se utiliza como arma para impedir que la sociedad se entere de lo que se hace con los fondos públicos.
En la entrevista citada, el auditor González de Aragón narra un caso en el cual su equipo de trabajo encontró que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes reportaba un subejercicio menor al de un año antes. “Lo primero que uno puede pensar es que ejercieron mejor su presupuesto -señala el auditor—. Pero de pronto descubrimos que una parte de lo que no ejercieron, alrededor de 8,900 millones de pesos, no es que los hubieran gastado sino que tramposamente los trasladaron a un fideicomiso llamado Fintra. Y ahí está el dinero, protegido hasta el momento por el secreto fiduciario.”
Los fideicomisos se emplean en los distintos órdenes de Gobierno para aislar el dinero público y evitar su supervisión. Los excedentes petroleros se depositan en un fideicomiso de la Secretaría de Hacienda, lo cual hace que los gobernadores de los estados, que tienen derecho a una parte, no sepan cuánto hay ni en qué se ha gastado. Desde fideicomisos se manejó la inversión en el segundo piso del Periférico por el Gobierno de la Ciudad de México, al parecer con el propósito de que esta delicada información no fuera del conocimiento público. Hay fideicomisos para el pago de pensiones de altos funcionarios del ejecutivo y del Poder Judicial.
¿Significa todo lo anterior que el dinero ha sido mal usado? No necesariamente. Lo que quiere decir es que a los verdaderos dueños de los fondos públicos, a los gobernados, se nos oculta la información sobre ellos.
Los actuales gobiernos en nuestro país se enorgullecen todos de haber surgido de la democracia y enarbolan la transparencia como una de sus banderas. Pero si de verdad quieren ser transparentes, deberían abandonar los intentos por tapar el manejo de los fondos públicos con fideicomisos. Quizá no se esté haciendo nada malo detrás de la protección del secreto fiduciario. Mas si es realmente honesto el manejo de estos fondos, ¿por qué se nos impide a los gobernados conocer lo que se hace con ellos?
NACIONALISTAS
Nuestros políticos “nacionalistas” siguen insistiendo en detener la inversión privada en energía dentro de México. Una de las consecuencias es que tenemos una electricidad cara y de mala calidad. Hace unas semanas el Grupo Alfa decidió llevarse su planta Polykron, propiedad de su filial Alpek, a Estados Unidos. Desde ahí producirá fibras para México. A pesar de los sueldos bajos en nuestro país, el elevado costo de la electricidad hace inviable la producción aquí. Los políticos “nacionalistas” deben estar satisfechos. Han cumplido con su misión.