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Fin de una era... espacial/Los días, los hombres, las ideas

Francisco José Amparán

Estos días son de inmensa congoja y opresiva nostalgia para un sector de la población que suele ser desdeñado por intelectuales, analistas, críticos y mujeres melindrosas e interesadas en cosas tan superfluas como las baratas de verano y el último tratamiento de botox. Un estrato demográfico que es visto como si sus miembros fueran menores de edad, eternos Peter Panes que se niegan a madurar y enfrentar el mundo como es. Y aunque suene a nuestra inepta clase política, no, no va por ahí. Aquí me refiero a los aficionados a la ciencia-ficción. O mejor dicho, a los seguidores de ciertas manifestaciones de la ciencia-ficción, manifestaciones que nos han acompañado buena parte de nuestra vida.

Y es que, en unos cuantos días, dos sagas que han estado con nosotros desde hace décadas van a pasar a mejor vida. Bueno, no tanto, que para eso están las cajas de DVD’s que cuestan un ojo de la cara e incluyen características especiales tan importantes como la visita al foro de las nietas del director y los (malos) chistes del elenco durante la filmación. En todo caso, ya no serán lo que eran. De ahí el estado de acongojamiento y anostaljación a que me refería anteriormente.

El viernes pasado se transmitió en Estados Unidos el último capítulo no sindicado de la serie Viaje a las Estrellas (Star Trek); la que, con distintas reencarnaciones, ha venido dando la función desde hace ¡39 años! Y el próximo jueves, en todo el mundo, se estrenará “Star Wars, Episodio VI: La Venganza de los Sith”, la última entrega de la historia que nos dejara turulatos por vez primera hace mucho, mucho tiempo (28 años) en una galaxia muy lejana (el difunto Cine Torreón).

Primero lo primero.

“Viaje a las Estrellas”, la verdad, nunca fue santo de mi devoción, aunque junto a “Perdidos en el Espacio”, era de los pocos programas televisivos que se pudieran llamar de ciencia-ficción allá en nuestras remotas mocedades con tres canales de televisión en blanco y negro. No sé por qué. Tal vez se debía a que me desesperaba el talante y la personalidad (y las orejas) del Sr. Spock. O a que nunca entendí por qué necesitaban todo tipo de naves, teniendo teletransportadores eficaces. O quizá a que, en cada batalla que vi a lo largo de años y años, siempre existía la bronca de tener que canalizar toda la energía del Enterprise al escudo frontal. Digo, después de tanto tiempo, era para que ya hubieran arreglado el detallito, ¿no? A menos que la nave fuera de Pemex o algo así… De manera tal que le perdí la pista a la serie, y de repente me enredaba cuando veía tan diferentes tripulaciones al andar tonteando con el control remoto de la tele.

La cuestión es que, en muchas partes del mundo hay hordas de fanáticos de esta serie. La cual, como decía, ha tenido diversas encarnaciones, las que (por las razones anteriormente expuestas) no me consta hayan sido transmitidas todas en México. Para el récord son: la original, de 1966-69. Luego, “Star Trek: The Next Generation” (1987-94), “Star Trek: Deep Space Nine” (1993-99), “Star Trek: Voyager” (1995-2001); y “Star Trek: Enterprise” (2001-05), que es la que emitió su último programa el viernes. Como puede verse, por primera vez en mucho tiempo no habrá un capítulo original de éstos en las pantallas. Lo cual ha causado reacciones de auténtica histeria entre los Trekkies, como son popularmente llamados estos fans (aunque ellos prefieren que les digan Trekkers… mira tú, qué delicados). De hecho, hace unos meses iniciaron una campaña de recaudación de fondos para que la empresa que hace y vende esta franquicia no se retire del mercado. Hasta donde sabemos, no tuvieron mucho éxito. Claro que tienen el consuelo de que las “repeticiones” van a continuar durante años y años. Pero para mucha gente, eso será el equivalente televisivo de una cura contra la adicción a la morfina consistente en cortar el suministro de un día para el otro. Se siente feo.

Un tipo distinto de aficionados serán testigos algo más gozosos del final de otra larguísima aventura. En este caso, de una serie de seis películas, la primera de las cuales vimos en 1977 y que luego resultó que en realidad era, cronológicamente, la cuarta de una serie de nueve (los episodios VII-IX fueron luego descartados por George Lucas en vista de que los iba a terminar por ahí de 2025 o cuando se den las reformas estructurales en México… lo que ocurra más pronto). Quizá al neófito le parezca complicado, pero para millones de personas resulta algo tan común, importante y vivencial como ir a la escuela o al mercado. Y es que, para los muy clavados en Star Wars (que, insisto, suman millones), lo que ocurre en esa larga odisea es tan real o más que las vicisitudes de la aburrida, predecible, anodina existencia en este planeta en el que ni siquiera hay wokies, ¡bah!

Con la trilogía “original” (los episodios IV-VI), Lucas cambió no sólo la manera de hacer sino de vender el cine: la mercadotecnia empleada entre 1977 y 1983 sigue siendo un modelo de cómo se exprime una franquicia fílmica. Por eso y alegando que la saga era una historia muy complicada que contar, decidió añadirle tres capítulos que, en la línea del tiempo, ocurrirían antes de aquel emocionante arranque de la aventura, cuando Darth Vader se las ingenia para capturar a la Princesa Leia sin carcajearse de su peinado de rollos de canela Bimbo. Y ahora viene la muy anunciada conclusión de una historia que agarramos a medias hace casi tres décadas.

Para los puristas, la segunda trilogía ha resultado inferior a la original. Por ejemplo, un pecado que no le perdonan a Lucas es la inclusión de un personaje insoportable, Jar Jar Binks (que físicamente se parece a Ronaldinho, el del Barcelona), que nos amargó todo el “Capítulo I: La Amenaza Fantasma”. La cosa mejoró en el “Capítulo II: Ataque de los Clones”, con un Anakin Skywalker rejego, soberbio y muy dado a caer en excesos (uno de ellos, Natalie Portman, perfectamente disculpable) y una interesante reflexión sobre el complejo de Peter Parker (lo del poder y la responsabilidad, ya saben). Todo lo cual culminará este jueves, cuando el “Capítulo III” nos cuente cómo Anakin se pasó al Lado Oscuro de la Fuerza, la República se hundió por posponer las reformas que eran urgentes (¿Se acuerdan del Senado Galáctico? ¡Más incompetente que el mexicano!); y Amidala hubo de andar ahora sí que pariendo cuates a escondidas.

No creo estar agüitándole la fiesta a nadie revelando estos detalles que, de alguna manera, conocemos desde 1978 o por ahí. De hecho, son pocas las sorpresas que los conocedores (como un servidor) podemos esperar en esta sexta entrega. Como dije ya hace tiempo en este espacio, lo único importante que queda por conocer es cómo pescó Lord Vader ese terrible caso de enfisema (suponiendo que nunca fumó); y quién le hizo semejante peinado a Leia.

Por supuesto, ello no será obstáculo para que millones de fanáticos se apronten en las salas de todo el mundo vestidos de comandos imperiales, Jabbas o Yodas para disfrutar el broche de oro de una historia que, en muchos sentidos nos ha acompañado no sólo por décadas, sino a lo largo del humano devenir. O al menos desde que alguien quiso pasar la noche paleolítica más entretenido, contando algo al calor de una fogata.

Y es que parte del encanto de la saga de Lucas es que ahonda en muchos de los viejos mitos primordiales de la Humanidad: tenemos a los fieles escuderos (C3-PO y R2D2) protegiendo a una princesa secuestrada, que no sabe que tiene un hermano; el cual, por supuesto, surgiendo de humildes orígenes, luego conocerá su destino y estará a la altura. Edípicamente, luchará con su padre y lo ayudará a redimirse. El genio del mal que había seducido en su juventud a su progenitor, obligándolo a traicionar sus más preclaros valores, paga ese pecado con su vida. También están el aventurero irresponsable y encantador que se casa con la princesa (Han Solo), el comparsa fantoche (Binks), el palafrenero o chofer leal y pendenciero (Chewbacca) y los pequeños enfrentados a los poderosos (los ewoks). Tenemos una reina que se disfraza de plebeya (Amidala), los maestros sabios (Yoda, Obi Wan), el cazarrecompensas (Bubba Fett) y hasta un Pemexgate (¿quién mandó hacer el ejército de clones? ¿Aldana? ¿Romero Deschamps?) Total, no le falta ninguno de los ingredientes ancestrales que hacen del contar historias, digan lo que digan la tecnología y la mercadotecnia, el entretenimiento humano por excelencia. Por algo nos encanta.

Que la Fuerza los acompañe.

Consejo no pedido para vacacionar en Naboo: Vean “Héroes fuera de órbita” (Galaxy Quest, 1999), con Tim Allen, Sigourney Weaver y Alan Rickman, una divertidísima parodia de las series de culto de ciencia-ficción. Y vean también el cuarto DVD en la caja de los Episodios IV-VI. Ese material especial sí vale la pena. Provecho.

P.D. Un abrazo a los Allegre del Cueto. Tuvieron un gran viejo.

Correo:

francisco.amparan@itesm.mx

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