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Flora Ileana/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Aunque nada puede traer de regreso la hora del esplendor en la hierba... queda fortaleza... en la fe que ve a través de la muerte”.

William Wordsworth

El caso del siglo se ha cerrado formalmente. La primera sala de la Suprema Corte rechazó el amparo solicitado por Armando Medina Millet ante los fallos de un juez, de un tribunal de apelación y del Tribunal Superior de Yucatán que lo hallaron culpable del homicidio de su esposa Flora Ileana Abraham.

El dictamen de Sergio Valls recomendaba exactamente lo contrario: el amparo debía otorgarse debido a que el lugar de los hechos fue modificado y a que se manipularon algunos peritajes. Un ministro más coincidió con él, pero otros tres determinaron que las alteraciones no cambiaban la esencia del caso. No sólo el peritaje original de la Procuraduría de Yucatán, sino otros realizados por la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal y por la Procuraduría Militar, señalaban la misma conclusión: que el disparo fue realizado a 60 centímetros de distancia, por lo que resultaba imposible la tesis del suicidio.

Quizá lo más importante es que los ministros de la primera sala tomaron la determinación de basar su decisión en el fondo y no en la forma. No hay duda de las irregularidades del caso. Pero varios peritos nacionales y extranjeros han revisado la información disponible y han ratificado la conclusión del homicidio. Por eso los ministros mencionaron los estudios de la Procuraduría capitalina y de la Procuraduría Militar.

En el momento de escribir este artículo no he tenido oportunidad de leer el dictamen del ministro Valls, pero me quedan claras sus razones. Las irregularidades de la investigación habrían llevado a muchos juristas a aceptar el amparo independientemente de los hechos. Pero también muchos de quienes han participado en El Caso, entre ellos los investigadores de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, afirman que, independientemente de las irregularidades, había pruebas decisivas que señalaban la responsabilidad de Medina Millet.

Lo más lamentable de este caso ha sido el daño que le ha hecho a la sociedad yucateca. Ésta se ha dividido dramáticamente entre quienes creen en la inocencia de Medina Millet y aquellos que lo consideran culpable. La politización del caso ha sido también muy triste. El gobernador panista, Patricio Patrón Laviada, emprendió una campaña con recursos del Estado para buscar la liberación de Medina Millet, a quien muchos medios señalan como su amigo personal (él, en una conversación conmigo, negó que lo fuera).

El punto más ruin del proceso se registró cuando la Procuraduría yucateca en el Gobierno panista llevó ante el Tribunal Superior estatal un recurso de “revisión extraordinaria” del caso y los diputados del PAN aprovecharon su mayoría en el Congreso local para amenazar con fincar juicio político a los magistrados que se atrevieran en votar en contra de la liberación de Medina Millet. Aun así, cinco de los seis magistrados ratificaron la sentencia y los diputados panistas cumplieron la amenaza al someter a juicio político a esos magistrados.

La decisión de la primera sala de la Suprema Corte no es ya atacable en ningún tribunal nacional. La justicia de nuestro país -buena o mala- ha dado su última palabra. Medina Millet es legalmente el homicida de Florea Ileana. La Ley misma establece, sin embargo, que podrá obtener la libertad el año que viene. Su sentencia es de 20 años de cárcel, lo cual significa que podrá ser liberado después de diez. Se espera que el gobernador Patrón Laviada, que tanto esfuerzo ha puesto en defenderlo, le conceda esa libertad a la primera oportunidad. Pero no será como un inocente injustamente condenado en tres instancias, sino como un homicida que ha cumplido ya con su sentencia.

Las heridas del “caso del siglo”, como le llaman en Yucatán, no sanarán fácilmente. Los agravios en Yucatán duran mucho tiempo: todavía hoy se recuerdan las disputas de las guerras de castas.

Quien no puede beneficiarse de estas batallas, sin embargo, es Flora Ileana. Este próximo 15 de noviembre se cumplirán diez años de su homicidio. Ella no podrá beneficiarse de ningún tipo de preliberación. Sólo la mantiene viva el amor de quienes durante años lucharon por demostrar legalmente que no se suicidó sino que fue una mujer más víctima de la violencia de un hombre.

SIN MÁCULA

En su artículo “In dubio pro reo” en La Jornada, Eduardo Huchim plantea que el peritaje que me convenció de que la muerte de Flora Ileana era un homicidio fue la prueba de Walter, la cual, según él, fue falseada. En realidad fue una fotografía de la herida, sin mácula de pólvora, la que me convenció de la tesis del homicidio, pero otros elementos fortalecieron con el tiempo mi convicción.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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