El presidente Fox puso fin al rito del Informe presidencial antaño monocorde y después impugnado y lo reemplazó por una campaña de corte electoral, que se despliega precisamente en víspera de la primer turno de elección del candidato presidencial de su partido. El primero de septiembre Fox presentó tres documentos. Uno, de doce cuartillas, fue leído durante tres cuartos de hora con apenas algunas interrupciones molestas, que obligaron al presidente de los debates a restablecer el orden y que el Ejecutivo aprovechó para remarcar la frase generadora de la interrupción.
Esta vez fueron priistas quienes se hicieron notar con temas particulares, no inherentes al discurso presidencial, como el precio del gas o alguna situación en Chiapas. El documento fue leído parsimoniosamente y con disonancia entre la gravedad retórica del texto escrito -que destino una línea a cada una de la treintena de expresiones sentenciosas con que finalizó la pieza- y la lectura mecánica del mismo, al punto que la despedida fue semejante a la que rutinariamente emplea el propio Fox los sábados al terminar su emisión radiofónica, agradeciendo la atención del público.
Fox entregó a la Mesa Directiva de la Cámara dos volúmenes, uno con el Informe propiamente dicho, de 436 páginas, y el anexo estadístico, de poco más de setecientas. Cuando los legisladores revisen el primer tomo detenidamente, descubrirán que la mayor parte de los Informes allí contenidos se refieren únicamente al periodo de enero a junio del presente año. Se queda en la oscuridad, por lo tanto, el tramo de 2004 no comprendido en el Informe anterior y por lo menos se demoran las referencias a los meses de julio y agosto, que podrían quedar también en la opacidad si en su última presentación ante el Congreso, el año próximo, Fox se refiere sólo al primer semestre de 2006. Salvado el trámite del primero de septiembre, con la brevedad posible, como han dado en hacer los gobernadores estatales ante legislaturas adversas, Fox adoptó un formato priista para recuperar el rito que dijo haber modificado.
Ejecutivos locales como Arturo Montiel, y otros, presentaron Informes regionales, en reuniones a modo, con invitados especialmente escogidos, que son más actos propicios para el autobombo y en el mejor de los casos eventos de relaciones públicas, que cumplimiento de normas jurídicas sobre la transparencia.
El presidente Fox llamó a sus informes regionales Encuentros ciudadanos para la rendición de cuentas. Los realizó en veloces y clamorosas giras, como las que estilaban los mandatarios del antiguo régimen cuando estaban por dejar el cargo. El viernes dos, Fox estuvo en Guadalajara y en Morelia, el tres en Mérida y el puerto de Veracruz, y el domingo en su tierra, León, y en Monterrey, donde se integró buena parte de su gabinete y se han fraguado estrategias para el presente y el porvenir.
Sin sujeción a un formato obligado por la Ley, sin interlocutores molestos, sin temarios rígidos, Fox disfrutó, repartido en tiempos y espacios mayores que los tradicionales, el homenaje de los suyos que el presidencialismo priista rendía a los jefes del Estado.
Se refirió en más de una ocasión a temas específicos de la localidad que lo acogía, o de la región cuyos gobernadores fueron congregados en la ciudad escogida para la rendición de cuentas, que estuvo lejos de serlo en verdad. Más distante de la realidad se ha mostrado la campaña publicitaria emprendida por la Presidencia y puesta al aire antes y después del Informe, hasta la hora en que estas líneas son escritas.
Escucho en este momento, por ejemplo, la voz desparpajada de Fox que elogia algunas de sus realizaciones, como el Seguro Popular, del que se ufana. El spot propagandístico -ignoro si pagado a las difusoras que lo incluyen en su programación, o parte de los tiempos oficiales- se parece poco a la realidad, pues si bien el seguro puede ser eficaz en los casos catastróficos, para impedir el ciclo perverso de pobreza, enfermedad y pobreza, es notoriamente insuficiente para el aprovisionamiento de medicinas, que es algo en que, sin catástrofe aparatosa, también se va mucho dinero.
En su texto leído ante el Congreso, el Presidente agradeció “la invitación que me hace el poder legislativo a su acto de apertura del periodo ordinario de sesiones, para dirigirme a los representantes del pueblo de México y a los ciudadanos”.
En ese documento Fox parece desconocer la Constitución. No acude a la sesión inaugural de las sesiones de septiembre por un gesto de amabilidad protocolaria del poder cogobernante. No lo invitan los legisladores, sino que él acude en función del imperativo legal que reconoce en el Informe propiamente dicho y en su anexo, el establecido en el Artículo 69 constitucional: “A la apertura de sesiones ordinarias del primer periodo del Congreso asistirá el presidente de la República y presentará un Informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país”.
El presidente cumplió ese precepto mediante la entrega del volumen de casi medio millar de páginas. Hubiera bastado que lo depositara en manos de los miembros de la Mesa Directiva. Si se trataba de poner fin a un rito, hubiera sido preferible que se ahorrara la “reflexión política” como llamó pomposamente a la colección de frases vanas que asestó a sus oyentes. Y, sobre todo, que se abstuviera de volver atrás el calendario para presentarse como fresco candidato y no como maduro Ejecutivo.