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Francia: una visión cercana

Jean Claude Sauzet

Me encuentro con un sentimiento de tristeza, como francés y como sacerdote, acerca de los acontecimientos de la región de París. Es una región que conozco muy bien porque ahí crecí, fui a la escuela, a los parques, bosques, viví mi niñez y mi juventud y como sacerdote traté de vivir y anunciar a Jesucristo vivo.

En estos días mucha gente me está preguntando sobre lo que pasa en Francia. Voy a tratar de decir cómo veo estos asuntos dolorosos para todos.

En los años sesenta después de la reconstrucción de la economía destruida por la Segunda Guerra Mundial, Francia necesitó mucha mano de obra para las empresas, las constructoras. Los franceses de nacimiento no fueron suficientes o no quisieron hacer este tipo de trabajo. Al mismo tiempo era la época de la Independencia de muchos países de África negra y la economía de estos países tenía muchas dificultades para despegar. (Lo peor es que en 2005 vivimos lo mismo, la situación es casi igual o quizá peor). Ahora los empresarios franceses dan trabajo y el Gobierno construye ciudades-dormitorio (cité-dortoir) para dar un departamento digno a los trabajadores. Era una época de crecimiento, por fin la clase obrera tenía un lugar de vida decente saliendo de los barrios de Bidonville (cartolandia) en las afueras de París.

Pero crecimiento que es casi únicamente económico, ahora los estudiantes y los obreros toman conciencia que la vida no es únicamente lo de tipo económico; lo social, lo cultural, lo espiritual (y no hablo únicamente de lo religioso), tiene mucha importancia para ellos y está casi completamente olvidado.

En mayo de 1968, nació la esperanza de un cambio de sociedad, de buscarle un sentido a la vida. Cada vez más dinero no podía ser una razón para vivir, el bienestar únicamente material no podía llenar la vida. Los hombres enfrentaron la responsabilidad del crecimiento de la sociedad y ni los bienes materiales ni el dinero eran sustento para enfrentarla.

En los años setenta y hasta hoy después de diferentes Gobiernos socialistas y de Derecha, con la globalización, las crisis internacionales del petróleo, con las guerras iniciadas por Estados Unidos, los barrios de la periferia de París se vaciaron de la población de clase media. Siguiendo la emigración de africanos, conocimos un cambio fuerte de los habitantes de estas ciudades. Los franceses de nacimiento de unas generaciones dejaron estos barrios para comprar casas todavía más lejos del centro de París.

Los emigrantes provenientes de las antiguas colonias francesas y los franceses que venían de La Martinique y de Guadalupe (islas del Caribe) buscando hospedaje, encontraron ahí departamentos con una renta barata. Y poco a poco estas ciudades se transformaron en ghettos, ciudades sin mezcla de población, la mayoría de ellas de religión musulmana sin lugares para practicar sus ritos religiosos.

Viví en Le Blanc Mesnil (una de las ciudades que tiene muchos problemas en estos días) durante nueve años y fui testigo de este cambio. Los franceses de nacimiento de unas generaciones desertaron de este municipio cuando poco a poco se cerraron las tiendas de pan, de carne, cuando en la escuela había más niños provenientes de la emigración que de niños de padres franceses.

La reacción de los Gobiernos municipales fue lenta frente a este cambio y reaccionaron dando lo que faltó durante muchos años, guarderías, gimnasios, casas para los jóvenes, casas sociales para apoyar a la gente que necesitaba clases de francés, clases de apoyo jurídico, social, para administrar su dinero en un contexto europeo y no africano, pero sin tomar suficientemente en cuenta lo que quería la gente: un trabajo para sentirse responsable de su vida familiar. Llegaron muchas ayudas económicas de todo tipo para auxiliar a las familias, pero otra vez casi únicamente a nivel económico.

Ahora durante las revueltas en París, los jóvenes destruyeron un Centro Comercial cerca de la casa de mis papás, pero sin robar nada, destruyeron una casa de ancianos, una escuela, un gimnasio, quemaron muchos coches, pero fue únicamente una respuesta de violencia lamentable frente a unas dificultades: fue la destrucción de un símbolo.

Se habla, mucho, en la región de París, de integración de esta parte del pueblo francés, porque casi todos son de nacionalidad francesa, pero negando la riqueza de su cultura.

Tenemos que reaccionar frente esta violencia pero no con violencia de parte de las instituciones de los Gobiernos y tratando de entender la causa de este malestar.

¿Cuándo vamos a entender que integración es respetar la cultura de cada uno de los grupos étnicos que componen una nación? ¿Cuándo vamos a entender que la vida económica es nada más que una parte de la vida de las personas y que lo más importante es el sentido de la vida?

Creo que estos asuntos tristes y graves que vive Francia tienen que representar la posibilidad para todos y para nosotros los laguneros de reflexionar sobre el mundo que queremos construir. Relegar a los pobres en la periferia de las ciudades sin muchas posibilidades de desarrollarse en su barrio, sin escuelas dignas y de buen nivel, sin posibilidades de divertirse, sin tener acceso a las necesidades básicas no puede ser la solución. La solución la tenemos que buscar en el respeto a cada uno ya que finalmente forman parte de la sociedad.

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