Sin pena ni gloria transcurrió la semana anterior el encuentro entre los mandatarios de México, Estados Unidos y Canadá.
El objetivo primordial fue reforzar la seguridad en las fronteras que tanto agobia al Gobierno norteamericano y al mismo tiempo demostrar que el presidente George W. Bush es quien las manda cantar en este bloque trinacional.
Ni Vicente Fox como tampoco el canadiense Paul Martin tuvieron oportunidad de tratar con franqueza y apertura los distintos problemas que agobian a sus respectivos países.
El tema migratorio fue abordado en forma marginal y todo lo que se logró fue una declaración de buena voluntad por parte de Bush, pero de acuerdos, pactos o convenios, ni media palabra.
Apenas concluyó la cumbre en Texas de inmediato las autoridades fronterizas capitaneadas por el Departamento de Seguridad Interior (Homeland Security), se dieron a la tarea de apretar el cerco para impedir la migración ilegal.
Ayer anunciaron el envío de 500 agentes adicionales para cuidar en Arizona el flujo de indocumentados y “terroristas potenciales”, precisamente a dos días de que el grupo ultraconservador Minuteman inicie operaciones en esa región.
En California ayer también surgieron nuevas acciones para frenar el tráfico sexual de indocumentados al tiempo que un grupo de congresistas se apostó en la línea divisoria de San Diego y Tijuana para exigir la construcción de una tercera barda a fin de frenar la migración.
En Arizona el grupo civil ultraconservador Minuteman vigilará por su propia cuenta la frontera a partir del primero de abril con el riesgo de provocar enfrentamientos sangrientos con bandas de “polleros” y los propios indocumentados.
Aunque a decir verdad nuestros conciudadanos no son de armas tomar ni andan de buscapleitos, por lo mismo es de esperarse que los flujos de migrantes se trasladen a California y Texas.
Todo lo anterior contradice drásticamente lo que en días pasados expresó el presidente Bush en la reunión de Waco, cuando se comprometió a promover con el Congreso un trato más humano y digno de los connacionales mexicanos.
Llegó al extremo de lanzar una condena en contra del proyecto Minuteman, pero ahora nos preguntamos quiénes serán más peligrosos, si estos vaqueros armados y xenofóbicos o los 500 agentes federales que llegarán con la consigna de no dejar pasar ni un alfiler por la frontera de Arizona.
El congresista Bob Filner de San Diego, uno de los escasos defensores de los migrantes mexicanos en Norteamérica, lamentó estas políticas de orden policiaco al destacar que la solución está en apoyar a la economía de México con más empleos y desarrollo.
Palabras más, palabras menos, Filner sostuvo que de nada vale poner cercos y más bardas cuando lo que México requiere es cooperación y una política de integración para beneficio de ambas naciones.
Abril será un mes clave para el futuro del problema migratorio de México y Estados Unidos. Si ganan los extremistas, aquellos que piensan que los terroristas están llegando por México, no estaremos lejos de ser considerados un nuevo Irak.
En cambio si llega a ganar la tolerancia y la diplomacia estaremos todavía a tiempo de alcanzar una solución realista, práctica y a la vez humana.
Frenar la migración ilegal en estos momentos sería tanto como tratar de acabar de un día a otro con la drogadicción que viven los Estados Unidos.
Comentarios a:
jhealy@diariolatino.com