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Frontera tensa y enrarecida/Actitudes

José Santiago Healy

No cabe duda que las relaciones entre México y Estados Unidos son por naturaleza complejas y contradictorias.

Jamás en la historia se habían alcanzado tantos avances en materia económica entre ambos países y al mismo tiempo jamás se habían presentado tantas contrariedades en las relaciones binacionales.

A raíz del Tratado de Libre Comercio que inició en 1994 las exportaciones e importaciones entre ambos países se dispararon de manera impresionante.

Hace diez años México realizó exportaciones a Estados Unidos por 51,645 millones de dólares e importaciones por 54,790 millones. En 2004 las exportaciones ascendieron a 165,110 millones de dólares en tanto las importaciones fueron por 109,558 millones.

En inversión norteamericana, México registró en 1994 un total de 4,980 millones de dólares y en 2004 la cifra alcanzó los 6,990 millones, un 50 por ciento más que hace diez años.

Pero antes de los atentados terroristas la inversión de Estados Unidos en suelo mexicano superó los 12 mil millones de dólares en 2000 y la friolera de 21,330 millones en 2001, es decir cinco veces más de la registrada al arranque del TLC.

Otro dato impresionante son las remeses que los trabajadores mexicanos envían a sus familias. Este año se calcula que ascenderán a los 19 mil millones de dólares cuando en 1995 apenas superaban los tres mil millones de dólares.

En contraste nunca como ahora se vive una tensión permanente en las fronteras en donde los cruces son lentos, los requisitos para visas más engorrosos y la vigilancia se cierra cada vez más en perjuicio de la salud y vida de miles de migrantes.

Este año se intensificaron las muestras de repudio hacia los inmigrantes con acciones como el proyecto Minuteman en California, la Ley 200 que restringe los servicios públicos a indocumentados en Arizona, amén de la prohibición de licencias de conducir, primero en California y luego en toda la Unión Americana.

Para quienes vivimos en esta agitada frontera es muy fácil percibir este enrarecimiento hacia México y ese exagerado afán de querer controlar el flujo migratorio mediante bardas metálicas, vigilancia policíaca, mecanismos electrónicos y otras tantas acciones con resultados por demás deficientes.

De ahí la insistencia del Gobierno mexicano y de tantos grupos de la frontera por encontrar una salida jurídica y social al tema de los migrantes, también con resultados infructuosos hasta el momento.

Hace unos días el gobernador de Baja California, Eugenio Elorduy, calificó de paranoicas las acciones que realizan las autoridades yanquis en la frontera y llamó a formar un grupo de líderes hispanos para acudir ante el Departamento de Seguridad Interna a negociar una solución a los cruces fronterizos y a la persecución de los migrantes.

Este lunes se reunieron cuatro asociaciones pro-migrantes de California para exigir una amnistía para los millones de indocumentados que con su mano de obra impulsan día tras día la economía estadounidense.

Otras asociaciones latinas alistan una marcha de protesta para exigir a las autoridades un alto a la formación de grupos civiles armados, conocidos como los caza-migrantes.

No existe, pues, congruencia entre los avances económicos con el deterioro en la relación política y social en las fronteras. Quizás tardemos mucho tiempo en ponernos de acuerdo en el tema migratorio o quizás pronto surja una posición visionaria y práctica entre los políticos norteamericanos como ocurrió en los noventa con el tratado comercial.

Por lo pronto la tensión crece en las fronteras por el racismo y la intolerancia de sectores minoritarios que todavía creen que Estados Unidos es sólo y para los americanos.

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