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Generación “superficial”/Diálogo

Yamil Darwich

Un nuevo fenómeno se está presentando, la aparición de un nuevo ser, el hombre “light”, que a decir de Enrique Rojas, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, se describe como: “bien informado pero con escasa educación y muy entregado al pragmatismo. Todo le interesa pero a nivel superficial”; “es un sujeto trivial, ligero, frívolo, lo acepta todo, pero carece de criterios sólidos. Todo para él es etéreo, leve, volátil, banal y es permisivo”. Por si esta descripción no le conmueve, debo escribirle que además le pintan con características tales como materialista, hedonista, relativista, consumista, afecto a medicamentos y drogas, de convicciones débiles, sin compromisos, indiferente y guiado por las modas.

También dicen de él que “no corre riesgos, va con la seguridad por delante, no cree casi en nada... es vulnerable, se siente indefenso, no hace las cosas con pasión. Lo que desea es tener poder, fama, un buen nivel de vida. Es un hombre sin vínculos, descomprometido”.

Este hombre es el resultado de la sociedad de consumo, que le ofrece y publicita un mundo superficial y le hace ver someramente los problemas actuales, pareciera que nada o poco le importa por no estar comprometido con su sociedad, que sólo le interesa buscar mayores beneficios con menores esfuerzos.

Ese ser humano, muchas veces joven y hasta adolescente, ve transcurrir buena parte de su vida alrededor de las enseñanzas de los programas de televisión, frecuentemente extranjeros y contra la familia; en los juegos de computadora, el correo electrónico y “chateo” con amigos, a los que muchas veces no conoce en persona. El resto de su tiempo lo dedica a escuchar música con letras subversivas, viendo en revistas propuestas de moda en el vestir y en el hablar, siempre con rasgos de protesta social; sus paseos los ha circunscrito a los grandes centros comerciales, salas de cine o “antros” climatizados, o viajar en automóviles con aire acondicionado, con equipos estereofónicos estridentes.

Es un muchacho que vive sometido a los permanentes bombardeos de los mercadólogos y sus modas, que le hacen estar dispuesto a comprar ropas que no alcanzará a gastar por uso, música, revistas, complementos del vestir y más baratijas que no le son necesarias, tatuajes y “piercing” en la piel; los llevan a vivir constantemente estimulados por imágenes sexuales que les motivan a desvirtuar la relación con amigos y amigas. ¿Usted ya oyó hablar del “free” (libre)?; se trata de convivir e interactuar sexualmente, por un día o una noche, sin responsabilidad alguna.

Otros autores, como Andrea Imaginari Bingre, hablan de las banderas de la modernidad, mencionan a las sociedades de masas, era de la incertidumbre, rejerarquización de valores con el imperativo del consumismo, marginación, emigración, vida de la masa media, discursos ambiguos, etc.

También ya son comunes las imágenes de jóvenes, particularmente en el medio de “la farándula”, sin clara identidad de género, indefinidos en sus actitudes sociales y sexuales, confusos en sus ideas y con vestuarios que reflejan la rebeldía contra lo establecido y que recuerdan las protestas de los “pachucos” de mediados del siglo anterior, que se mofaban del traje de dos piezas vistiendo sacos enormes, de grandes solapas y colores contrastantes, corbatas de llamativo colorido, pantalones bombachos y peinados exagerados o sombreros de ala ancha y plumas de aves, estilo de moda que supo explotar el gran cómico Germán Valdés.

Ese ser “light” vive un ambiente familiar de soledad, con padres que trabajan todo el día, en tanto ellos ocupan su tiempo en la pantalla de televisión, de la computadora, o con amigos en juegos electrónicos, dejando de lado la lectura y sus posibilidades de alimentar a la imaginación y creatividad; en ese aparente entretenimiento caen en las garras de quienes desean cautivarlos para venderles, explotarlos materialmente, aún cuando vaya de por medio la necesidad de idiotizarles.

Entre todos los padres que conozco, sé de uno que ha logrado -y sigue intentándolo diariamente- salvar a sus ocho hijos de esa influencia, que me ha dicho frases que me dejan impresionado y pensativo, como: “mi fin no es ganar mucho dinero o trabajar excesivamente para lograrlo, sino educar a mis hijos y atender a mi familia”, dándome un merecido “zopapo” que comparto con todos aquellos que pensamos que debemos “vivir para trabajar y no trabajar para vivir”.

De nuevo vienen las preguntas que nos llenan de ansiedad; la más frecuente: ¿qué hacer?

Le escribo lo que piensan los expertos: primero, aceptar el reto humano que tiene que ver con insistir en ser buenas personas y ofrecer mejores imágenes; aceptar que no alcanzaremos a consumir todo lo que nos ofrecen, ni aún teniendo el dinero del mundo a nuestra disposición y que la verdadera realización como personas está en tratar de ser un humano integral.

Los adultos: aceptar más tareas diarias del tipo familiar; buscar abrir diálogos con el resto de los familiares; atender a los hijos y motivarles a ser humanos plenos, no sólo consumistas compulsivos y sin voluntad.

Entender que mucho de nuestro patrimonio cultural está en los valores, en los hijos y la realización en el entorno social y familiar mexicano, alejándonos en lo posible de la desarticulación que nos proponen los modelos de televisión y las modas internacionales. Recuerde que la fuerza de los lazos entre padres, hijos y hermanos nos defienden del individualismo, base estratégica de los corruptores.

Reeducarnos y educar a los menores en temas de arte, moda, valores trascendentes, sociales y humanos, empezando por nosotros mismos, predicando con el ejemplo.

Reconocer que la educación de los hijos empieza en el hogar, con el ejemplo dado, luego en la escuela y en el medio social. Apoyar a las autoridades educativas en su trabajo de formación integral con los hijos, desechar la educación “light” que por irresponsable se hace cómplice en la construcción de seres superficiales; retírelos de los buitres que buscan solamente su dinero usando el anzuelo de los estudios “fáciles”.

Solidarícese con las campañas de las autoridades civiles, en todo aquello que tenga que ver con el orden público, que finalmente eso se traduce en vida y salud para los jóvenes.

No pierda la paciencia y busque, repetidamente, acercamiento con los muchachos; considere que van a rechazarlo de primera instancia, quizá en una segunda y hasta en una tercera vez, pero no desfallezca.

Lo que le he escrito en este diálogo es real, se da en La Laguna, hecho que no podemos eludir y que sí debemos enfrentar. Lo invito a que piense en “el qué hacer” y también en el “qué dejar de hacer” para cuidar a los más jóvenes.

ydarwich@ual.mx

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