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Género es destino/Satiricosas

Manú Dornbierer

Este es el tema de un ciclo de cine que se está llevando a cabo en Acapulco y que podría alargarse al infinito pues hay decenas de películas que escenifican vidas de mujeres probatorias de que el destino de una persona del sexo femenino sigue dependiendo esencialmente de su condición de “objeto sexual” y de su posibilidad de “fabricar” en su propio cuerpo a los hijos. Y esas características determinan no sólo su vida privada, como sería lógico, justo e igualitario, sino que afectan despiadadamente su educación, cultura, oficio, profesión, vocación, desempeño privado o público, economía y su inteligencia misma, su libertad y su derecho.

Todo lo que no es relativo al sexo es en su caso considerado secundario (por eso me choca Freud). Pocas son las mujeres que trascienden su condición femenina para realizarse a plenitud. Cuando todas lo logren, la humanidad dejará de ser lo primitiva y defectuosa que es. Estas reflexiones vienen a colación por la inefable película que en varias versiones del mismo tema estamos presenciando desde hace rato en el ámbito de la política nacional.

Vimos cómo se desintegró Rosario Robles por esa calentura llamada Carlos Ahumada. Si se hubiera tratado de un hombre en un puesto como el que tuvo ella, una aventura de ese tenor ni siquiera hubiera salido a relucir, pero lo grave fue que a Rosario, una mujer que parecía fuerte, liberada, entregada a sus ideales, honesta, inteligente, simplemente se destruyó y convirtió en traidora a sí misma y a todo lo que hasta entonces la había elevado. Esa fue su culpa, no el haberse enamorado sino la autotransformación que permitió en función de ese enamoramiento. Ningún ser humano debe estar dispuesto a envilecerse por amor.

Por su parte Marta Sahagún lucha porque la mujer logre trascender ese axioma de “género es destino”, cuando dice que es hora que México tenga una presidenta. Estamos de acuerdo, pero lo malo es que tras ese pensamiento correcto se trasluce el otro “Yo soy ésa” y me adjudico el derecho aquí y ahora de luchar por ello. Su conveniencia y su ambición desvirtúan su lucha, pues si realizara su deseo estaría pisoteando los derechos de muchas personas de ambos sexos que no tienen a sus órdenes el aparato del poder. Claro que Marta tiene el derecho de lidiar por lo que quiere ser, pero no desde la situación que actualmente ocupa. La suya sería una Presidencia de “traslecho” no un arribo al poder por sus propios méritos o “empoderamiento” como dice feamente, traduciendo del inglés. Y en una mujer que piensa así, que tiene ideas firmes y avanzadas en materia de feminismo, como lo acaba de demostrar en el buen discurso que le dedicó a los diplomáticos, sorprende que haya seguido adelante con esa inmensa tontería que es la anulación de su primer matrimonio que duró 27 años y del que tuvo tres (hoy muy ricos ) hijos y hasta un nieto(a). Si lo solicitó a la Iglesia cuando se casó con el presidente, debió, ya más madura y “salida del closet”, detener la faramalla vaticana que ofende a tanta gente, empezando a los clérigos decentes que están furiosos porque el ridículo en que ha puesto a la Iglesia Católica. A lo mejor se le había olvidado a Marta Sahagún que muy al principio, cuando ella y él le dieron el encarguito al aquí citado anteriormente “pederasta protegido”, Marcial Maciel, que entonces no había sido desenmascarado entre otras instancias por el libro “El Círculo del Poder y la Espiral del Silencio”, La Historia oculta del Padre Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo, Grijalbo 2004. ¡Hasta se llevaron Fox y Marta a Roma al terrible “padre”!, quien según dice una lectora, goza aún de excelente reputación en los grupos “mochilas” (han de ser masoquistas porque las pruebas de la criminal desviación de Maciel no dejan lugar a dudas). Pero siguieron trabajando la obsoleta y absurda encomienda -¿qué cuota de poder cobran los curas por anular matrimonios de 27 años con tres “productos” de gente tan poderosa? -el hilarante Enésimo Cepeda y nada más ni nada menos que el propio cardenal Norberto Rivera-. Puede que le cueste el papado por el que está en campaña y para el que tiene en Mary Lynch una buena mogolla. ¿Por qué Marta y las mujeres en general se someten a los más absurdos convencionalismos? Y hablo en tercera persona porque trato de sacudirme tan aberrante estigma. Hay que lograrlo por libertad, por dignidad.

¿Y qué decir de Yeidckol Polevnsky? Cuando Marta hablaba tanto de la necesidad de una mujer en la Presidencia de la República, la única que me parecía conveniente era la presidenta de la Canacintra, una mujer con una gran claridad de pensamiento y una lógica a toda prueba. Lástima, me decía, que tenga un nombre tan espeluznante, pues nombre también es destino y se lo dice alguien que tiene un apellido auténtico, pero muy complicado.

No hay día que (salvo en Suiza) no tenga que deletrearlo cada vez, hasta que ¡uf! uno que otro tiene la gentileza de reconocerme y me dice Ah, ¡Manú! Y es éste, un diminutivo de mi nombre formal, que nunca utilicé. Por suerte un embajador que se llamaba Caballero y llevaba muy bien su nombre, lo incluyó para evitarme problemas, en mi pasaporte antecediendo a los de mi acta natal.

Bueno, pero hablemos de Citlali... su mamá le asestó los dos cacofónicos apelativos polacos cuando tenía doce años y tuvo la desgracia de concebir. Qué solución materna tan estrambótica, pero ahora que ya se destapó el pastel ¿por qué esta brillante política o “polaca” quiere seguir obedeciendo a su mami?

Si tiene la suerte de tener el dulce nombre mexicano de Citlali y el castellano apellido de Ibáñez, pues ya que se deje de mamparas inútiles. Si hay otro misterio detrás de las complicaciones, que lo entierre. Es hora de cortarse el cordón umbilical. Los votantes del Estado de México se sentirán más cercanos a la niña-madre Citlali del PRD, que a la extranjera que intimida, Yeidckol. ¡Al ataque de la falsedad, señoras! “La Verdad os hará libres”.

www.manu-dornbierer.com.mx

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