“El hombre sabio no lo es en todas las cosas”.
Montaigne
Durante una de mis estancias en Guatemala, asesorando a unos empresarios locales, me di cuenta de que en ese país –aunque pequeño, comparado con el nuestro– hasta las empresas chicas tienen la buena costumbre de efectuar Juntas Directivas cada mes.
Las “Juntas Directivas” guatemaltecas son el equivalente a nuestras “Juntas de Consejo” mexicanas; mismas que, en nuestra nación, solamente las grandes sociedades están abiertas y acostumbradas a ellas. Es frecuente que en éstas participen, como consejeros, personas ajenas al núcleo familiar-empresarial de la compañía en cuestión; lo que probablemente, y entre otras barreras, sea lo que inhiba que las empresas medianas y pequeñas se abran a estas reuniones de análisis, discusión, seguimiento y planeación de los negocios.
¿Por qué esa falta de apertura y de la saludable práctica de este tipo de juntas?
Creo que se debe a los siguientes factores:
- A la natural resistencia al cambio... o a la cerrazón de mente de que otros cuestionen a la empresa, al Director y a sus resultados.
- Al temor de que se conozcan las entrañas del negocio... y a que se divulguen los secretos y los planes. Sin embargo, resulta elemental, que la confianza es un ingrediente imprescindible para abrirse ante terceros.
- Ausencia de información transparente y confiable de los resultados del negocio.
- Por la creencia de que “esas juntas únicamente son necesarias y convenientes en las grandes empresas”.
- Por la falta de tiempo del Director. Y esto es materia de las prioridades y del uso del tiempo... cada cual sabrá si lo dedica a operar el negocio o también a revisarlo y planear, junto con otros hombres de negocios.
- Por el costo que supone el consejero en sus honorarios -y gastos de viaje, si hay que hacerlo venir de otra ciudad- en cuyo caso recomiendo revisar la relación costo-beneficio... pues si la junta de consejo no es productiva, cualquier dinero que se le destine será un desperdicio obvio.
- Porque no existe el acervo suficiente de consejeros; ya sea en lo que atañe al tiempo disponible o de la necesaria experiencia de negocios para que su aporte personal sea provechoso. Un buen consejero debe de reunir los requisitos fundamentales de tiempo, energía, buena voluntad e información de calidad.
- No reconocer que la soledad le puede ser perjudicial al Director. De ahí que ya se esté aceptando
–por parte de ellos– el novedoso servicio del “Coaching” que atenúa el aislamiento del empresario y le permite “rebotar” ideas con alguien especializado, y así sacar lo mejor de sí mismo.
- Porque muchas Juntas de Consejo “formales” no pasan de ser un mero trámite. Y los consejeros un adorno, costoso por cierto. Lo que desanima al mediano empresario a confiar en esta práctica de negocios.
- El sentirse autosuficiente. Y, si éste es el caso, el Director–Dueño es quien debe de valorar si su apreciación es acertada y benéfica para él y para su empresa. Es un cuestionamiento que considero como muy personal.
Cada cual decidirá como “le puede ir mejor en la feria”...
El autor es Consultor de Empresas en Dirección Estratégica. manuelsanudog@hotmail.com