Recién fui a Guatemala a impartir unas conferencias - sobre liderazgo y otros temas relacionados – para un grupo de gerentes de un Programa de Erradicación de Plagas de la Fruta, provenientes de varios países de Centro y Suramérica. Al conocer sus problemas me convencí de que la plaga no es el problema mayor con el que ellos tienen que lidiar.
Varias Organizaciones Internacionales - cuyos nombres me pidieron que no mencionara - constituyen la fuente de fondos para este tipo de programas que llevan la finalidad de apoyar a los Gobiernos de los países que son infestados por la plaga, que merma la producción de frutas e impide que las exporten a otros países, puesto que están vetadas por tener esos insectos dañinos.
La enorme trascendencia del Programa está en todo lo que involucra exportar - aunque se trate de frutas - ya que estamos hablando de: creación de empleos en el campo y en las cadenas de distribución, generación de divisas, balanza comercial, calidad de vida de los consumidores de frutas, erradicación ecológica e inofensiva de la plaga... por mencionar algunos de los aspectos fundamentales.
Estos gerentes se topan con un sinnúmero de factores incontrolables y que van en demérito del resultado de sus esfuerzos. Mencionaré algunos de ellos: narcotraficantes que les impiden el acceso a las zonas infestadas, civiles que no desean las molestias de la fumigación y de la liberación de insectos benéficos, indígenas que se oponen a los trabajos de campo –y que incluso los boicotean– por pura superchería, barreras de comunicación idiomática, ministros que no le dan importancia a los programas a pesar de que es en beneficio de su propio país, productores que no acatan las cuarentenas, líderes políticos que -en la oposición a estos positivos trabajos- ven alguna coyuntura favorable a sus mezquinos intereses, carencia de recursos financieros, etc.
Y el resultado se vuelve más difícil de alcanzar cuando participan dos o tres países con el problema común, ya que entonces se despiertan falsos sentimientos de nacionalismo y de soberanía mal entendida.
Así que las técnicas y habilidades de liderar, motivar, comunicar, trabajar en equipo, ser eficientes y eficaces, sean las herramientas que ellos tengan que utilizar al máximo ante un entorno tan complicado y voluble que –a querer o no– afecta el ánimo y la motivación de ellos y de sus colaboradores.
Un brasileño, con grandes conocimientos y experiencia en los citados programas, nos dijo que se tienen que conjugar todos los siguientes elementos para que un programa de erradicación sea exitoso: buena voluntad política del gobierno del país o países, dinero de los organismos internacionales, apoyo de la comunidades civiles citadinas y de las del campo, ausencia de narcotráfico, eficaz liderazgo de los gerentes de los programas... y una buena producción –en cantidad y calidad– de insectos benéficos. Lo que me parece tan difícil como que “se les alineen todos los astros”, cada vez que emprendan un proyecto de esta naturaleza.
Yo les comenté que las empresas privadas tampoco están “en un lecho de rosas”, y que éstas también tienen sus problemas y variables externas que no controlan. Pero hay que reconocer que el escenario que ellos enfrentan es algo más complicado. Lo que hace que sus gerentes reaccionen muy humanamente, ante tanto desafío y frustración, y caigan en la comodidad de echarle la culpa a esos imponderables.
Por lo que es obligado el exhortarlos frecuentemente –y a sus colaboradores también– a que hagan lo que les corresponde sin mirar las culpas de esos terceros en discordia. Que cada cual se ocupe de lo suyo, con su mejor empeño, y así los demás agentes incontrolables disminuirán en su intensidad.
Es de hacer notar que la OMS –Organización Mundial de la Salud– afirma que la humanidad estaría con mejores niveles de salud, si se alimentara con más frutas y menos comida “chatarra”.
El autor es Consultor de Empresas en el área de Dirección Estratégica. Su correo electrónico es:manuelsanudog@hotmail.com