EFE
BERLÍN, ALEMANIA.- George Michael consiguió que la Berlinale dejara de ser por unas horas un festival serio de cine para convertirse en plataforma de promoción de las vanidades de un cantante que fue famoso por su música hace más de veinte años y que ahora se empeña en explicarse a sí mismo.
El motivo fue la llegada a las proyecciones de la sección Panorama -fuera de concurso- de la producción británica George Michael: A Different Story, dirigida por Southan Morris.
El actor español Sergi López y el director francés Alain Corneau no habían terminado aún la conferencia de prensa sobre su película a concurso Les Mots Bleues cuando ya se acumulaba frente a la puerta de la sala una nube de periodistas listos para ganar un asiento y escuchar lo que tuviera que decir el cantante británico, de 41 años.
Un buen rato antes de que George Michael entrara en la sala por un lateral, se acumulaban frente al podio de los oradores tres filas de fotógrafos y cámaras. Ningún otro personaje ha despertado tanta expectación en esta Berlinale, en la que no han faltado estrellas internacionales de la pantalla.
Las ruedas de prensa del festival suelen empezar con una puntualidad prusiana y sus moderadores tienen la buena costumbre de pronunciar una disculpa de rigor, si hay cierto retraso.
El moderador no lo consideró necesario en el caso de George Michael, que media hora después de lo previsto compareció vestido de negro, con gafas de sol, barba de tres días y unos colgajos metálicos sobre el pecho.
Los fotógrafos y cámaras -los de la tercera fila llevaban al menos tres cuartos de hora de pie sobre las sillas de la primera fila- tuvieron unos treinta segundos, y no los dos minutos prometidos, para captar imágenes del ídolo del pop.
"Estaba tan nervioso que no he dormido nada esta noche", fue lo primero que dijo el cantante tras una breve sesión fotográfica que convirtió la sala en una discoteca de flashes, en lo que quizá fuera una disculpa por el retraso, bastante críptica en cualquier caso.
En el film, el propio Michael guía al espectador por los lugares que fueron importantes para él en su infancia, al norte de Londres, y habla por primera vez en público de su madre, que lo apoyó durante mucho tiempo y que murió demasiado joven.
Pero para la mayoría de sus seguidores, el momento más emocionante del documental es su encuentro con el que fuera su compañero en el dúo musical Wham!, Andrew Ridgeley, al que Michael no había vuelto a ver en más de veinte años.
El documental repasa también los momentos estelares de su vida. Sus admiradores recuerdan con especial cariño su actuación en el concierto de homenaje a Freddie Mercury; cómo él arrasaba en el escenario mientras su novio, Anselmo, yacía en su lecho de muerte, víctima del sida como el cantante de Queen.
Tampoco pierde Michael ocasión de hablar sobre el escándalo que protagonizó en 1999 en Los Ángeles, cuando le denunciaron por exhibicionismo en unos sanitarios públicos.
La película "es una oportunidad de explicarme a mí mismo antes de que desaparezca realmente", señaló.
En la rueda de prensa, en la que nadie hizo una sola pregunta al director del documental, Michael explicó que actualmente la música y su novio Kenny Gross "son lo más importante" de su vida: "No estoy seguro en qué orden", añadió.
Constató que el pop que él hacía en los años ochenta es un género que hoy "está muerto", y el documental, en el que hablan de él cantantes como Elton John y Mariah Carey, muestra algunas escenas de sus extravagantes actuaciones con Wham! que provocaron las risas del público.
SE CONVIERTE EN FAVORITA
No sería extraño que entre los premios que se harán públicos el próximo sábado apareciera Sin Destino (Fateless), la película húngara programada a última hora como sustituta de la norteamericana Heights, que había sido presentada en el festival de Sundance. La dura historia del adolescente confinado en campos de concentración y reintegrado tras la guerra a una vida cotidiana donde parece haberse olvidado la tragedia sigue recibiendo elogios a medida que el resto de la programación a concurso de la Berlinale pierde peso día tras día.
En ciertos corrillos, Sin Destino está siendo perdonada por ese preciosismo visual, que puede incluso irritar al no ser el adecuado para una historia semejante: hasta los campos de concentración son bonitos. No en vano el director novel Lajos Koltai tiene tras de sí una amplia y rica experiencia como director de fotografía. Mejora Fateless a medida que la programación a concurso va de decepción en decepción, sin que en ocasiones se llegue a entender qué hace tal o cual película en un festival como el de Berlín.
Por ejemplo, La Vida Acuática con Steve Zissou, nueva entrega de las gamberradas a que nos tiene acostumbrados Wes Anderson (Ladrón que roba a ladrón; Los Tenembaus, una familia de genios), astracanadas de humor grueso, bromas infantiloides, que aunque tengan su propio público en las salas comerciales, no suelen ser pasto de festivales. En esta vida acuática que cuenta Anderson parece satirizar al profesor Cousteau, pero es difícil creer que las tonterías que le suceden al oceanófrago de la película (Bill Murray, como siempre divertido) y a los personajes que interpretan Willem Defoe, Anjelica Huston, Cate Blanchett, Jeff Goldblum u Owen Wilson puedan tener alguna semejanza con las aventuras de Cousteau por disparatadas que éstas hubieran sido. La cuestión, sin embargo, no es si se refieren o no a este científico de la tele, a Moby Dick o a cualquier otra figura, sino que en este festival pierden su hipotética gracia.
De la gota que colma la paciencia se encargó ayer la francesa Las Palabras Azules, de Alain Corneau, que dejó petrificada a la audiencia. Por primera vez tras una proyección, ni pitos ni aplausos: simple estupor. Las intenciones de Corneau resultaron impenetrables: esa madre (hierática Sylvie Testud) que ha decidido no aprender a leer tras que su abuela enfermara de muerte mientras leía (?las palabras matan?); esa hija de seis años que ha decidido no hablar en la vida y que prefiere estudiar en un colegio para sordomudos, o ese profesor (Sergi López) que arrastra sus propios silencios son personajes misteriosos, de conductas bizarras, que no calan, aunque tantos mutismos conduzcan a un final feliz, de amor entre los tres (El País).