“Para nosotros es una guerra y es una guerra que vamos a llevar hasta sus últimas consecuencias”. Vicente Fox
El sábado 15 de enero un comando armado de unos 20 individuos llegó al ejido La Enramada del Municipio tamaulipeco Soto La Marina a bordo de dos vehículos todoterreno Hummer y seis camionetas Suburban. Los comandos, vestidos de negro y cubiertos con gorras, sacaron a 19 personas de siete diferentes domicilios y se los llevaron. El lunes 17 de enero aparecieron los cadáveres de tres personas, aparentemente de los secuestrados, con huellas de tortura y tiros de gracia: un ex presidente municipal de Soto La Marina y sus dos hijos, de 35 y 30 años de edad.
Hasta este momento no se sabe a ciencia cierta cuál fue la razón de este secuestro colectivo que terminó en homicidio. Pero se sospecha que está relacionado con el narcotráfico. Esto lo señalan el modus operandi y los recursos con los que contaba el comando.
Pero no es éste, infortunadamente, el único caso en que hemos visto cómo el poder de las bandas de narcotraficantes rebasa el del Estado mexicano. El Gobierno del Estado de Sinaloa, encabezado por Jesús Aguilar Padilla, asumió funciones apenas el pasado primero de enero. Sin embargo, en estos pocos días se han acumulado ya 29 homicidios dolosos, de los cuales 20 se consideran ejecuciones relacionadas con el narco.
En el Gobierno anterior, encabezado por el gobernador Juan Millán de 1998 a 2004, hubo en Sinaloa 3,163 homicidios dolosos, de los cuales 2,212 se consideran relacionados con el narcotráfico. Para que tengamos una idea de lo que esta cifra significa, vale la pena señalar que el número de soldados estadounidenses muertos en Irak, ya sea en la guerra de 2003 o en ataques desde el derrocamiento de Saddam Hussein, es apenas superior a los mil.
El hecho de que en el penal de alta seguridad de La Palma, en Almoloya de Juárez, Estado de México, se hayan llevado a cabo tres ejecuciones recientes de narcotraficantes es quizá la señal más notoria de que el Estado mexicano está perdiendo la guerra contra el narcotráfico. Un Gobierno que no controla sus prisiones, ni siquiera las de alta seguridad, es un Gobierno que ha perdido ya la batalla contra el enemigo.
Es verdad que las autoridades federales nos dicen que cada vez se obtienen más triunfos frente al narcotráfico. Constantemente se nos informa de decomisos de droga y de capturas de capos importantes. Éstos son supuestamente golpes a la yugular de las bandas que controlan el tráfico de drogas. Pero la información disponible sugiere que los flujos de narcóticos a Estados Unidos, así como la disponibilidad de drogas en nuestro país, están en aumento. Una de las razones es que cada decomiso genera mayores incentivos para la producción y cada arresto de un capo hace que surjan cinco nuevos dispuestos a todo para llenar el hueco.
Los mexicanos tenemos que entender que no sólo estamos siendo derrotados en la guerra contra al narcotráfico sino que lo seguiremos siendo en el futuro. Poco importa quién gobierna a nuestro país o quién es el procurador de la República. La Ley de la oferta y la demanda es demasiado poderosa para anularla con acciones policíacas. Esto lo entendió muy Franklin D. Roosevelt, quien hizo campaña a la Presidencia de los Estados Unidos en 1932 con la promesa de abolir la prohibición constitucional al consumo de bebidas alcohólicas promulgada en 1919. El cinco de diciembre de 1933 Roosevelt logró finalmente que se eliminara la prohibición.
Es verdad que esta medida aumentó el consumo de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos, lo cual inquietó a los moralistas. Pero puso fin a una guerra, en la cual se involucraban bandas tan peligrosas como las que hoy controlan el narcotráfico y le dio tranquilidad al país.
Hoy, si queremos de verdad poner fin a una guerra que amenaza la estabilidad misma del Estado mexicano, deberíamos prestar atención a lo que Roosevelt hizo en la Unión Americana en 1933. El tiempo demuestra que la legalización del consumo de bebidas alcohólicas fue una medida correcta. Después de todo, hay guerras en la que está uno condenado a la derrota. Y la que hoy llevamos a cabo contra la hidra del narcotráfico es una de ellas.
Más sobre “azúcar”
Mi comentario el lunes sobre el género de la palabra “azúcar” generó la misma respuesta de varios lectores: azúcar es femenino pero lleva artículo masculino para evitar la cacofonía con su “a” inicial. La verdad es que no es así. Se usa artículo masculino para evitar cacofonía únicamente en las palabras que empiezan con “a” y llevan acento en la primera sílaba. Por eso se dice “el agua clara”. Pero no es el caso de “azúcar”, que tiene acento en la segunda sílaba. Lo correcto sigue siendo “el azúcar moreno” o “la azúcar morena”.
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