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Habemos segundos pisos

Adela Celorio

Habemos segundos pisos, demos gracias a Dios. Lástima que no haya quedado dinero para atender al más reciente informe de la Comisión Nacional de Agua, que nos alerta ante la posibilidad de que en la próxima temporada de lluvias podríamos sufrir el desbordamiento del drenaje profundo.

?Primero los pobres? ofreció López Obrador en su campaña y son ellos los primeros que transitan por los nuevos puentes. Los pisan, los recorren alegremente con sus chiquillos montados en los hombros, aplauden al Jefe de Gobierno y sonríen para las cámaras.

Después, nunca más. Los puentes y los segundos pisos no son para los peatones sino para quienes contamos con un automóvil trepador, bien aprovisionado con alimentos y bebidas, una buena selección de música, teléfono celular para que en caso de que cualquier grupo disidente nos tome de rehenes podamos avisar a la familia que no nos espere, además de un selecto material de lectura que nos ayude a controlar el síndrome de ansiedad cuando a la entrada o salida de los puentes nos quedamos atrapados en los cuellos de botella. -A ti no te está ni frío ni calor- decía mi abuela. Debe ser porque me pongo a imaginar lo real maravilloso que hubiera sido para automovilistas y peatones que todo el dineral que se invirtió en la obra más espectacular de que tengo memoria, -horrible y disfuncional pero espectacular- se hubiera invertido en un ordenar la vialidad con un mínimo de sentido común, en actualizar esa maravilla que es el Metro capitalino, en dotar a la ciudad de autobuses seguros y decorosos que ayudaran a disminuir el letal aforo vehicular y abatir así la contaminación de esta ciudad que amoratada de asfixia, ¡la pobre! muere un poco cada día.

Pero no fue así y hay que reconocer que si no fuera por la neurosis masiva que provocó entre quienes pagamos las obras con horas de ansiedad, angustia y desesperación y de que manejar entre nubes y azoteas -al menos a mí me provoca vértigo, si no fuera por esos insignificantes detallitos, se diría que todo está muy bien y que gracias a Dios terminaron porque los desdichados que habitamos en la zona devastada por las obras: niños que no pudieron llegar a la escuela, hombres y mujeres que no pudieron ir a trabajar, compradoras compulsivas que no pudimos rodar hacia los centros comerciales; estábamos a punto de que se nos quemaran los fusibles.

Habemos segundos pisos, demos gracias a Dios. Lástima que no haya quedado dinero para atender al más reciente informe de la Comisión Nacional de Agua, que nos alerta ante la posibilidad de que en la próxima temporada de lluvias podríamos sufrir el desbordamiento del drenaje profundo.

El derrame afectaría 650 kilómetros cuadrados lo que significa seis Delegaciones y ocho municipios del oriente del Valle de México donde habitan unos ocho millones de personas.

Imagino que Andrés Manuel contará con que en el caso de ocurrir dicha falla, siempre podremos elegir entre hacer buzitos de caca o trepar a los puentes del segundo piso. adelace@avantel.net

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