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Historia de los juguetes

El Universal-AEE

MÉXICO, DF.- Cuando se piensa en Navidad, los niños son los protagonistas por la ilusión con que esperan esta fiesta. En el centro de ella están los juguetes, cuya aparición debajo del árbol aguardan los chicos con ansiedad.

Así, a pesar de que la tecnología nos ha provisto de auténticas maravillas, como el Xbox o los perros robots, también nos ha dotado con réplicas exactas de armas letales o muñecos anoréxicos.

Sin embargo, cuando volteamos hacia los juguetes más populares de todos los tiempos, sorprende la sencillez de aquellos que siguen aún en el gusto infantil. Los hay que no se han dejado de vender desde su invención y otros que, aunque no tuvieron un éxito inmediato, fueron arrancados de las repisas de las tiendas cuando alguien les dedicó una buena campaña.

Según las jugueterías y tiendas departamentales en Estados Unidos, las crayolas son uno de los más apreciados. Son un ejemplo de marca que se convirtió en sinónimo del producto prácticamente desde su nacimiento, en 1903.

Algunos estudios llevados a cabo en escuelas primarias en aquel país, dicen que los niños pasan aproximadamente media hora diaria dibujando y que, para cuando cumplen diez años, han gastado unas 730 crayolas.

La década de 1900 a 1910 fue muy prolífica en cuanto a juguetes. En 1903 nació el famosísimo Osito Teddy y tres años más tarde, el primer cochecito de juguete, una réplica del Ford T.

¿Recuerda aquella muñeca de trapo, con grandes ojos de botón y el resto de las facciones dibujadas sobre tela? Nos referimos a la que tenía pelo de estambre rojo y un delantal. Parte de su gran encanto estaba en ser hecha a mano, por lo que, cuando se confeccionaron a gran escala, conservaron algún detalle artesanal. Su nombre original era Raggedy Ann (Ana de Trapo) y llegó a las tiendas en 1915, aunque seguramente nació mucho tiempo antes.

Más de 20 años después llegó al mercado otro modelo de muñeca de trapo, aquella ideada por Madame Alexander y que era una réplica de la famosísina Scarlett O?Hara, protagonista de la novela Gone With the Wind (Lo que el Viento se Llevó)escrita por Margaret Mitchell en 1936. Fue un éxito.

En la misma década (1930-1939) nacieron dos consentidos de niños y adultos. El Monopolio, padre del Turista y otros juegos de mesa, y el View Master, ese visor en el que se introducía un disco con diapositivas que se cambiaban por medio de una palanca. Las historias clásicas del Pato Donald y Mickey Mouse pasaban frente a los ojos de los niños.

Según la cámara estadounidense del juguete, se han vendido más de mil millones de ellos y se sabe que fue creado tomando como base los visores de entrenamiento de los ejércitos de la época.

A finales de los 40 renació el Scrabble, el juego de letras que se llamó Lexiko en su origen (1933), pero pasó sin pena ni gloria. En 1947 fue relanzado, por el dueño de los almacenes Macy?s, y 20 años después de su creación, en 1953, se vendía como pan caliente.

El señor Cara de Papa, un juguete que aún es clásico, nació en 1952, con una idea totalmente diferente a como lo conocemos hoy: se vendían ojos, bocas y orejas de plástico para que los niños jugaran con una papa de verdad, pegándolos sobre ella. Tardó ocho años en adquirir el cuerpo que lo identifica hoy.

A finales de esa década nació el que se convertiría en icono de los juguetes para niñas: Barbie. El modelo original lucía un cuerpo similar al de Marilyn Monroe y maquillaje recargado. Ahora, a principios de este siglo, las proporciones de Barbie han cambiado radicalmente para adecuarse a los nuevos tiempos.

Los 60 fueron años de una gran creatividad juguetera. Fue entonces cuando nació el célebre GI Joe, este marine inspirado en aquellos que asolaban Vietnam y que los niños convirtieron pronto en su favorito.

En esa época surgieron también los famosos autos Hot Wheels y el Horno Mágico, que hizo época, en un afán cada vez mayor de que los juguetes se parecieran a la vida real.

En los 70 jugamos con el Cubo de Rubrik, un inventor húngaro. El aparato tenía cientos de miles de millones de combinaciones diferentes y una sola daba la solución. Pronto hubo personas manipulándolo en las escuelas, oficinas, en los semáforos en rojo y hasta caminando. El cubo convirtió a su inventor en el primer millonario húngaro. También nos entretuvimos con los muñecos de la serie de La Guerra de las Galaxias (cuando sólo conocíamos el Episodio 4), el juego de cartas Uno y los Calabozos y Dragones, inventados en esta década.

Las madres del mundo entero se escandalizaron con la aparición, en 1983, de los Niños del Huerto de la Col (Cabbage Patch Kids), muñecos nada convencionales, de tela, que parecían caricaturas de chicos obesos. Incluían un certificado de nacimiento y adopción para que la niña que los recibiera tuviera una experiencia de maternidad más real. También fueron los años de los camiones Transformers, las Tortugas Ninja y los Ositos Cariñositos.

La última década del siglo XX se distinguió por la irrupción de la tecnología. Los Furbies, unos muñecos de peluche que parecían extraterrestres de grandes ojos y orejas, llevaban mensajes grabados y se programaban para repetirse determinado número de veces, según la paciencia de su dueño.

Asistimos con asombro al intercambio de mascotas: los pequeños ya no pedían un perro o un gato, sino un Tamagochi, genial invención japonesa dirigida a aquellas familias que vivían en las grandes metrópolis, y que no podían tener un animal en casa por la falta de espacio.

La sorpresa de la década fue sin duda la aparición de Elmo entre los diez más vendidos, pues el personaje de Plaza Sésamo no cantaba, bailaba o regañaba a los niños. Era un muñeco de felpa rojo que tenía por toda gracia el dejarse abrazar.

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