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Honran museos a Pancho Villa

notimex

Durango, Durango.- En el estado de Durango dos parajes ligados directamente a la Revolución Mexicana siguen en pie y albergan museos en recuerdo a Doroteo Arango, revolucionario que se hizo famoso con el sobrenombre de Francisco Villa.

Aún cuando se le han atribuido diversos orígenes, la mayoría de los autores coincide en que Francisco o Pancho Villa nació en un caserío llamado La Coyotada, en el rancho de Río Grande de San Juan del Río, Durango, el cinco de junio de 1878, con el nombre de Doroteo Arango Arámbula.

Han pasado muchos años de este suceso y ahora, llegar a La Coyotada es adentrarse a un lugar donde parece que el tiempo se ha detenido.

Para el visitante, estar en este lugar, es como penetrar a un territorio que sólo es recordado en las conmemoraciones cívicas del calendario patriótico mexicano y adentrarse a la tierra donde nació uno de los más conocidos caudillos de la Revolución Mexicana.

La Coyotada en la actualidad es una ranchería desolada, donde una vieja casa se levanta en la parte baja de una pronunciada ladera, la cual se reconstruyó de forma adecuada, colocando mobiliario de época en los cuartos donde naciera y viviera Francisco Villa.

Tres pequeños cuartos reconstruyen las hacinadas y apretujadas áreas de habitación, y un pequeño espacio de cocina, permiten reconocer el grado de pobreza en el que se desarrolló y creció Doroteo Arango.

Prácticamente frente a este caserío, a unos 30 metros de distancia, está el edificio que se construyó en 1978 para el Museo de Francisco Villa. Ahí, en dos amplias habitaciones, se encuentra una muy completa historia de la vida del Centauro del Norte.

En este espacio se puede hallar una muy amplia colección de fotografías que provienen de los más diversos archivos de México, sobre la vida de Villa, así como algunos importantes objetos de época que permiten ambientar el espacio.

Asimismo, en la explanada del museo es posible descubrir una magnífica escultura del caudillo revolucionario realizada en bronce por el maestro Francisco Montoya de la Cruz.

Pero los rescoldos de la historia de Villa no siempre estuvieron como hoy. Olvidados por la historia, los pequeños cuartos de adobe de La Coyotada pronto quedaron en ruinas, y fue necesario que en Durango el gobernante Héctor Mayagoitia se diera a la tarea de rescatar este modesto pero significativo sitio de la historia nacional.

El cinco de junio de 1978, en el marco del primer centenario del nacimiento de Francisco Villa, Mayagoitia Domínguez promovió el reconocimiento nacional de Villa e inauguró los primeros dos museos villistas de Durango.

Los museos, se localizan en los sitios más simbólicos de la presencia del “Centauro del Norte”: en la hacienda de Canutillo, donde viviera sus últimos días, localizada al norte del estado, y en el pequeño caserío de La Coyotada, su lugar de nacimiento.

Por su parte, el ex gobernador Maximiliano Silerio Esparza, renovó íntegramente ambos museos en julio de 1996, en el marco de la celebración de las Jornadas Villistas, conmemoración popular que se realiza en el norte de Durango y sur de Chihuahua, para recordar ese mes los últimos días del general Villa.

Adicionalmente, el Museo Comunitario Francisco Villa se localiza en los interiores de la Casa de la Cultura y reúne diversos testimonios históricos de la Revolución Mexicana y particularmente de la vida de Francisco Villa, recreado con imágenes y reproducciones.

Según la historia, en mayo de 1920, Venustiano Carranza fue asesinado, y de inmediato se iniciaron las pláticas para buscar la rendición de Francisco Villa y sus guerrillas.

El ingeniero Elías L. Torres y el general Eugenio Martínez encabezaron las pláticas y negociaciones con el caudillo que llevaron al convenio de rendición firmado el 28 de julio de 1920 en Tlahualilo, Durango.

En ese acto se acordó gestionarle a Villa la Hacienda de Canutillo en la región norte del estado de Durango, muy cercana a Parral, un sitio aislado y prácticamente inexpugnable que le garantizaría a éste la seguridad que necesitaba.

Para ello se le ofreció al Centauro del Norte conservar su escolta de 250 hombres armados y pagados por el Gobierno, así como la entrega de tierras a 759 villistas en las haciendas cercanas a Canutillo.

Villa por su parte, se comprometió a retirarse por completo de la lucha armada y no participar en actividades políticas.

Declararía a la prensa, acompañado de los generales Gonzalo Escobar y Eugenio Martínez, representantes del Gobierno, de manera ambigua y en tono de broma “pueden ustedes decir que ya acabó la guerra; que ahora andamos unidos las gentes honradas y los bandidos”.

Y así vivió en su hacienda de Canutillo en territorio duranguense hasta los últimos días de su vida Pancho Villa.

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