¿Qué va a pasar en la política mexicana en el año 2006? Bueno, respondo: por principio de cuentas vamos a tener elecciones federales, lo cual es cosa seria y de pensar, pues de la atingencia ciudadana al elegir dependerán los próximos seis años de aciertos o de errores en la administración pública federal: quien nos pueda gobernar con prudencia y equidad; quien va a tomar acuerdos fundamentales para que la nación progrese y garantice el bienestar de los mexicanos al nivel de vida de cualquier otra región en el mundo y quien finalmente, logre organizar a la República en un sistema democrático por excelencia, dentro de un positivo Estado de Derecho y bajo un sistema múltiple de equilibrio que garantice la igualdad económica, cultural y social para todos los mexicanos.
Las elecciones son, en cierto modo, un albur de la baraja pero los votantes debemos ser responsables de que nuestro sufragio corresponda al tamaño de nuestras esperanzas. Sí, ya sé, ahora mismo algún lector me envía un telepático mensaje de escepticismo: “¿y cómo quieres tú, atolondrado articulista, que votemos con acierto si hasta ahora no hemos visto precandidatos que nos autoricen por lo menos a perpetrar una modesta esperanza de progreso?” Tiene mucha, pero mucha razón mi hipotético lector: la política mexicana recién da sus primeros pasos por la severa ruta de la democracia y apenas garantiza el procedimiento para realizar un libre y pacífico proceso electoral; quienes promovieron la democracia olvidaron que la vieja clase política de la nación, vale decir los hombres y mujeres del PRI, eran creaciones de la virtualidad tricolor que desaparecerían en cuanto se cancelaran los procedimientos preelectorales del aborrecido autoritarismo presidencial.
Así que ahora estamos frente a un proceso electoral limpio, legítimo y confiable, pero sin partidos ni candidatos algunos a quienes justamente podamos aplicar iguales calificativos: limpios, legítimos y confiables. ¿A quién, a quiénes, culpar de esta inanidad que anula el derecho, la capacidad y hasta nuestra imaginación para elegir al presidente de la República?
Acción Nacional, antiguo navío de la democracia, fue víctima del abordaje de un grupo de filibusteros que dieron la espalda a la romántica concepción política de su fundador, presidente nacional durante sus primeros diez años de existencia e icono moral del viejo panismo, don Manuel Gómez Morín.
Sus compañeros de lucha, hombres de edad respetable, resultaron incapaces de contener la corriente pragmática de un nuevo PAN sustentado en la mercadotecnia y apoyado económicamente por un grupo de poderosos empresarios que ansiaban tomar parte en las decisiones del Estado mexicano, pero sólo alcanzaron a consumar la elección, democrática es cierto, de Vicente Fox, quien una vez en el máximo poder los abandonó y decepcionó, como a todos los que lo votaron el dos de julio del año 2000.
El PAN asume ser la segunda fuerza política del país, pero la terna de la elección interna de su candidato presidencial sólo da cuenta de una precariedad política. El Partido Revolucionario Institucional sostiene su propia y vieja historia: creado como controlador de ambiciones electorales, pronto se convirtió en repartidor de poder político en los tres niveles de Gobierno, empezando por la Presidencia de la República cuyos titulares ejercieron un doble mandato: el de su partido y el de la nación.
Con ese poder sin límite mantuvieron su hegemonía política sobre México durante más de setenta años, a cuyo término sobrevino la democracia electoral como un efecto lógico y consecuente del abuso presidencialista.
Antier cenamos con la noticia de que Roberto Madrazo Pintado es, de hecho, el candidato del PRI. Su elección no será, como tanto se propaló, resultado de una contienda democrática interna, sino un engarce de maniobras políticas al mejor estilo de los candidatos de paja de los años treinta.
Y finalmente tenemos un partido de sedicente izquierda que clama por la Presidencia de la nación: el PRD, clon de aquel PRI que tuvo su más severa crisis de credibilidad política en 1968, pero cuya dirigencia no fue capaz de advertirla y controlarla, sino al contrario, la precipitó absurdamente con la expulsión de Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas.
El PRD se ha convertido con los años en un nido de corruptelas e infidencias, sobre las cuales, alfombra mágica, se desliza la hasta ahora firme candidatura única de López Obrador para la Presidencia de la República, impulsado por los dueños del dinero en México.
Paradójico ¿verdad? Y sólo Cuauhtémoc Cárdenas podría desbancarlo. Si se decidiera. ¿Pero cómo por qué y para qué? Total: ¿a quién y a qué le vamos a ir... ¿en cuál candidato, partido o programa político podríamos enganchar nuestra esperanza?