De vez en cuando tenemos visitas inopinadas; traen noticias tan ingratas que nos ponen de mal genio, nerviosos e irritables. Es el caso de dos señores que llegaron del país del norte con el aparente propósito de crear un cierto estado de alarma en los medios laborales que favorezca su posición como representantes de los trabajadores del sector automotriz de Estados Unidos.
Las incendiarias declaraciones del presidente de la Unión de Trabajadores de la Industria Automotriz Mark Sweazy y de Robert Bowen, un enviado por la publicación Reporte Ejecutivo de Inteligencia (UAW y ERI por sus siglas en inglés), fueron hechas ante los reporteros de la fuente económica y tanto nos alarmaron que empezamos a sentir un prurito eruptivo en la piel. Sin embargo, procuramos considerarlas con calma y no expresar reacciones a bote pronto; mi abuela Lola aconsejaba tomar las malas nuevas con cachaza, detenimiento y madurez.
El “borrego” que echaron a correr los visitantes fue que la empresa automotriz trasnacional, General Motors Corporation, se encuentra en estado de “quiebra técnica”. Tal anuncio equivale a echar un bote de gasolina para intentar el sofocamiento de una pequeña fogata en el bosque. Y es que estamos acostumbrados a recibir, con cierta frecuencia, informaciones oficiales procedentes de las empresas automotrices sobre paros técnicos, vacaciones adelantadas y convenios de reducción de jornada que provocan algún desempleo y cierta inquietud temporal; pero los efectos son cortos pues tienen el propósito de atenuar eventuales crisis en la venta de vehículos automotrices y nunca alarmar a nuestra sociedad, de la cual las empresas automotrices como GMC ya constituyen una parte muy apreciada.
Hay una cierta estrategia financiera en ese recurso: reestablecer el equilibrio entre la producción de unidades y su consumo en el mercado nacional e internacional, y por lo tanto este tipo de anuncios resultan tranquilizantes. Además los dirigentes de los sindicatos mexicanos, tanto de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) como de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) avalan los dichos de las empresas en tono conciliador y balsámico. ¿Para qué, de qué, preocuparnos entonces?...
No obstante leímos a los voceros de las organizaciones laborales estadounidenses, quienes subrayaron que el colapso de General Motors Corporation va a cancelar cualquier posibilidad de recuperación económica en Estados Unidos, donde la dura crisis recesiva se mantiene desde hace varios años. Y dieron estas cifras como evidencia: GM ha perdido globalmente, en los dos últimos trimestres, más de 2.5 billones de dólares y desocupó a más de un millón de trabajadores expertos, lo cual, afirman, repercutirá en las economías del mundo y obviamente en nuestro país.
Mark Sweazy y Roberto Bowen plantearon ante los reporteros este grave impacto mundial e ilustraron su contundencia contra México al decir que “la recesión de los años treinta en Estados Unidos va a parecer ‘un día de campo’ comparado con lo que podrá suceder en México si la GMC se declara en quiebra: serán, dijeron, 25 o 30 años de oscuridad en el mundo, pues muchas economías nacionales se van a colapsar”.
El hiperbólico tamaño de esta versión es, precisamente, lo que torna difícil la acción de tragarnos como un problema verdadero. Sin duda la economía de Estados Unidos no pasa por un buen momento, pero los estadounidenses saben bien quién es el responsable y también que su mismo Gobierno puede tomar decisiones pertinentes para capear el estallamiento de la crisis mundial, ésta que los líderes de la UAW profetizan. Venir a ‘contarnos las muelas’ a nosotros, mexicanos, quienes lo único que podemos esperar de la GMC es que haga inversiones en México y abra las plazas de trabajo que demanda nuestra economía, son ganas de asustar con el petate del muerto.
La globalización del comercio y de las finanzas privadas, promovida por los ocho países más ricos del mundo, entre los cuales destaca Estados Unidos, ha desplazado inversiones desde países cuyas economías son las más altas del mundo, incluidos los salarios a otros que por tener raquíticas condiciones carecen de capital contante y sonante y de una propia planta industrial y financiera que empuje su desarrollo.
A cambio de invertir en los países no desarrollados, los grandes capitales extranjeros exigen mejores condiciones de trabajo, incluidos los salarios y las leyes laborales, para garantizar sus inversiones. De ahí que cierren plantas en sus países de origen y las instalen en otros. Consecuentemente se abaten las plazas en los primeros y se incrementan en los segundos, con el consecuente disgusto de los trabajadores desocupados y de sus líderes sindicales.
Este es el meollo del mensaje de los líderes laborales del sector automotriz en USA. Posiblemente intenten presionar a GMC y a su propio Gobierno desde acá. No nos asustemos pero además, como dice el proverbio tan repetido en USA: “It will be, will be”, (lo que será, será). ¿Nosotros qué podemos hacer en contra del destino que hace algunos años nos obligaron a aceptar?…