Los tiempos son de incertidumbre política, no importa que muchos coterráneos se coman las uñas por desvelar el telón de las decisiones electorales y así falten, como faltan, cuatro meses para que los coahuilenses nos metamos de lleno en las aguas borrascosas de la sucesión gubernamental en Coahuila.
Igual va a crecer la impaciencia de la clase política ante la paciente sucesión de eventos, plazos y requisitos previos a las elecciones. Nostálgicos del viejo estilo -el suspenso en espera del tapado- los coahuilenses desesperan ante las complicaciones de la modernidad democrática: nuestro calendario electoral espacia los tiempos y les adiciona requisitos ayer inexistentes sin hacer concesiones a la curiosidad de los ciudadanos.
Todo paso a tiempo y el tiempo a su propio paso. En los intervalos se hacen presentes los ansiosos por colaborar; no con responsabilidad cívica, sino en previsión de su propio futuro. El abanico de las segundas intenciones de estas personas es más grande que el barroco que movían las marquesas del siglo XVIII en la Francia imperial. Las chambas, las prebendas, los contratos, los privilegios, la influencia y las adulaciones son el leit motiv del que nace esa desmesurada ufanía, ansiedad o urgencia, por conocer el nombre del que será seguro triunfador en los procesos internos de cada partido político, no sólo del PRI.
Los periódicos ofrecen unas pistas, otras se comentan en la radio o en la televisión, muchas nacen en las mesas de los cafés y en las cantinas, pero según el código electoral nadie conocerá el nombre “mágico” hasta que llegue la hora de la verdadera elección, el 25 de septiembre del 2005...
Los aspirantes, entre tanto, no podrán descansar. Tienen ante sí, en este momento, la elección de las directivas seccionales. Quien cuente con más amigos en la estructura básica del PRI posee la clave para aprobar el primer examen general: la elección interna estará abierta a la libre expresión de la militancia y de los simpatizantes; serán una especie de minicomicios o ensayos generales, previos al proceso constitucional. (Parece que tanto el PAN como el PRD consultarán lo mismo frente a una élite de consejeros). No será la primera vez que el PRI de Coahuila organice un procedimiento democrático para designar a su candidato a gobernador del Estado; sucedió hace seis años en la elección del actual mandatario, Enrique Martínez y Martínez.
Tampoco resulta inédita la selección democrática de los presidentes municipales pues así se escogieron, hace más de 40 años, los candidatos para alcaldes en los municipios fronterizos de Piedras Negras y Ciudad Acuña; el sistema se repitió en el PRI de 1979 para unas cuantas municipalidades que enfrentaban la polarización de grupos sociales y precandidatos por el cargo de alcalde.
En cuanto a las elecciones constitucionales doña Democracia ha estado más o menos presente en las de Coahuila desde 1979, el año en que la oposición política del PRI ganó la presidencia municipal de Monclova para don Carlos Páez Falcón, un neopanista del centro de Coahuila; un hecho inédito en aquel tiempo que fue celebrado y publicitado en los medios nacionales y extranjeros de comunicación social. Años después triunfarían sobre el PRI en Torreón y en Saltillo otros militantes del PAN: Jorge Zermeño Infante y Manuel López Villarreal. Todos probaron, mediante una buena labor en la Alcaldía, que la comunidad obtiene más utilidades que pérdidas con la democracia.
Y es que algunas opiniones especulan que el acuerdo priista de extender la votación interna a las localidades pequeñas representa un riesgo para la unidad del instituto político. Arguyen que en los pueblos chicos existen grupos antagónicos cuya doble confrontación ante las urnas los exponen a convertirse en grandes infiernos al profundizar las divisiones sociales y políticas. Pero aunque el sistema de votación abierta fuese un riesgo, hay necesidad de afrontarlo. Después de todo no tenemos una mejor forma de educarnos para la democracia. Por eso el PRI necesita tener ojos avizores y atentos oídos a las quejas y demandas de sus militantes. Si la famosa reseccionalización municipal no se lleva a cabo con absoluta transparencia, el PRI va a perder credibilidad.
Revisemos, para finalizar, la ominosa situación política nacional: Tenemos a un Partido de la Revolución Democrática enardecido y colérico ante el inminente desenlace de la conjura ejecutiva, legislativa y judicial que pinta concluir con el desafuero político de Andrés Manuel López Obrador, un tabasqueño que gobierna al Distrito Federal.
Él es, sin duda, un hombre listo y un político que sabe aprovechar las oportunidades y las circunstancias. Con esas cualidades y el enorme presupuesto fiscal de que dispone ha hecho obras, populismo e imagen política. Sólo que carece del perfil adecuado para ser presidente de la República, como tampoco lo tuvo Vicente Fox hace seis años, ni ahora mismo. Pero ahí están ambos, tras sus trincheras y en la pelea: Fox dispuesto a hacer de su incoherente secretario de Gobernación el candidato oficial para la sucesión presidencial de 2006 y Andrés Manuel listo, montado y armado de recursos a punto de movilizar multitudes -su especialidad- y pelear por su derecho a competir por el máximo cargo político del país.
Existe además nuestro vilipendiado PRI: El PRI parece condenado a no tener más candidato presidencial que el otro tabasqueño, populista y decidido a todo: Roberto Madrazo, su actual dirigente nacional. El PRI podría tener en las próximas elecciones nacionales una oportunidad de oro para recuperar el Poder Ejecutivo Federal, pero necesita buscar y encontrar, a un mejor prospecto político, un hombre con madurez emocional e intelectual; dueño de una vasta cultura que incluya la historia política, económica y social del país y perciba con claridad meridiana la más fresca y limpia prospectiva hacia el futuro; que sólo aspire a dirigir el destino de México durante seis años y que lo conduzca bien en la circunstancia cada vez más compleja de la interacción global.
