Las elecciones del domingo 25 de septiembre fueron, como se esperaban, muy tranquilas y no hubo detalle alguno que pusiera mácula en los triunfos del profesor Moreira y de los demás vencedores de la liza electoral.
Días después comenzaron dos que tres “asegunes” en Nueva Rosita, cabecera del municipio de San Juan de Sabinas, se alebrestaron los ánimos de los perdedores en la elección municipal, quienes asaltaron las oficinas municipales del organismo electoral y secuestraron una parte de la documentación oficial, aún sin sacar de las ánforas; mucha de ella fue destruida.
En Parras sucedió lo mismo al momento en que el personal del Instituto Electoral de Participación Ciudadana se disponía a revisar la votación emitida el domingo 25 anterior: simpatizantes del PAN, PRD, PT y UDC bloquearon la sede del comité municipal e impidieron el acceso a los funcionarios que realizarían el conteo final, así que los funcionarios del IEPCC retornaron a Saltillo para hacer en esta capital el último recuento con base en los resguardos de las actas de casillas.
Mientras tanto, desde sus oficinas estatales, el Partido Acción Nacional se resistía a reconocer el triunfo del candidato del PRI a la gubernatura de Coahuila y la derrota del suyo, esgrimiendo las manidas irregularidades que han sido pretextadas desde que el PRI es PRI y el PAN es PAN. Lo cierto es que la diferencia de sufragios ejercidos a favor de uno y otro candidato no deja duda sobre quién fue el ganador.
No avanzamos en madurez democrática, a pesar de lo que se diga. Los partidos que se oponen al PRI, especialmente Acción Nacional, siguen siendo como esos niños caprichosos que se inconforman cuando pierden en el juego de canicas y arrebatan, como dice la canción “Ay Jalisco no te rajes”.
El PRI, que perdió con Torreón el municipio más importante de Coahuila y con Ramos Arizpe, una ciudad industrial aledaña a la capital del estado, apenas insinuó su tibia potencial protesta ante las autoridades electorales, sabedores de que manda la mayoría de votos ejercidos en los comicios y en ambos casos resultó determinante para que PAN obtuviera dichos triunfos.
Al PRD hay que verlo como un caso aparte, ya que este partido no ha prendido en Coahuila por más luchas que ha hecho, a un grado tal que el propio Andrés Manuel López Obrador, vista la escasa respuesta del perredismo en su primera visita al estado, optó por no repetirla hasta que los líderes de su partido le garantizaran una recepción tumultuaria. El escaso porcentaje de votación obtenido por el PRD en la elección de gobernador ilustra su falta de penetración en la ciudadanía, y muy difícilmente defendería su derecho a registro como partido político estatal.
Si en San Juan de Sabinas, en Matamoros y en Parras de la Fuente decidieron los ciudadanos dar su voto a los candidatos del PRI, nada queda por hacer a los otros contendientes sino reconocer el triunfo tricolor. Jugar a los caprichitos no les arrendará utilidad alguna al PRD ni a los de la chiquillada. Es su responsabilidad analizar cuáles fueron las causas de sus derrotas al interior de los partidos y dedicarse a trabajar por cultivar y conquistar a los votantes coahuilenses para no hacer el ridículo en los comicios federales del próximo año.
Hoy concluye el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Coahuila la entrega de constancias de mayoría. En Saltillo la recibirá el candidato triunfante, profesor Humberto Moreira Valdés, quien así podrá concretar la oportunidad de poner su impronta en la historia coahuilense. Moreira será el segundo gobernador más joven de nuestro Estado desde 1918, año en que se promulgó la Constitución Política de Coahuila y se convocó a elecciones constitucionales que fueron ganadas por el licenciado Gustavo Espinosa Mireles cuando apenas contaba con 25 años.